domingo, 25 de agosto de 2013
Los judíos y la intelectualidad
Alfabetizados desde hace tres milenios, el pueblo de Israel se ha mantenido a la vanguardia de los grandes logros intelectuales.
El énfasis en la educación es una constante de la tradición judía, que comienza en la misma Torá por ordenar que todo judío estudie. Hace casi un milenio, Rabí Joshúa Ben Gamla decretó en Éretz Israel la educación universal y obligatoria, en escuelas a los que los niños deberían asistir desde los 6 años.
En A la verdad por el error (las memorias del primer presidente de Israel) se lee que “el extraordinario fenómeno de una gran tradición de conocimiento, fructificada por métodos modernos, nos ha dado nuestros científicos de primera clase en desproporción a nuestro número”. En efecto, la abstracción talmúdica, en la que se han entrenado millones de judíos durante siglos, podría explicar que, una vez que el proceso de emancipación abrió las puertas del gueto, se aplicó dicha mentalidad deductiva a las disciplinas modernas, y dio como resultado intelectos singulares.
Uno de los pioneros en dedicarse a dilucidar la cuestión fue Josef Jacobs, en un libro publicado en Londres en 1886, titulado La distribución comparativa de la habilidad judía. Jacobs explicaba cuatro preeminencias de los judíos: dos debidas a un impulso interno de su propia cultura (la música y la metafísica) y dos resultantes de actividades impuestas por el medio circundante (la filología y las finanzas).
Así, el acento musical de los judíos se debería “al carácter hogareño de su religión que, necesariamente, hace que la música forme parte de cada uno de los hogares judíos”.
La segunda de las disciplinas enumeradas por Jacobs, la filología, es hija directa del poliglotismo. Como consecuencia de las frecuentes mudanzas de un país a otro y del hecho de que siempre tuvieron su lengua propia además de la vernácula, los judíos se dedicaron al aprendizaje de idiomas.
En cuanto al campo de las finanzas, según Jacobs “les fue forzado: el mundo los obligó a ser financistas” mucho antes de que ese campo fuera importante. Vale resaltar que la posición socioeconómica de los judíos fue consecuencia (y no causa) de la hostilidad que muchas veces los acosó. Finalmente, la preeminencia judía en la metafísica se debería, según Jacobs, a la “naturaleza abstracta” del pensamiento judaico.
Un clásico sobre el tema es La preeminencia intelectual de los judíos en la Europa moderna (1919) del sociólogo Thorstein Veblen, quien sostuvo que, si bien los logros internos de los judíos han sido notables, sólo alcanzaron su grandeza como “líderes creadores en el mundo de la empresa intelectual” cuando les permitieron tener contacto con el medio externo.
Veblen encuentra que la posición parcialmente marginal de los intelectuales judíos dentro de la sociedad gentil, les posibilitó una visión más crítica y escéptica frente a los valores rígidos. La curiosidad y la crítica, típicas del estudio talmúdico, se volcaban ahora, cuando se abrían las puertas del gueto, a la investigación científica.
Otro investigador del tema fue Karl Schwarz, quien señaló (Los judíos en el arte, 1928), una disposición más mental que artística. Entre otros aspectos, sostiene Schwarz, el servicio a una divinidad que excluía las formas concretas, necesariamente desarrollaría las posibilidades de la abstracción.
Hacia 1963, Lewis S. Feuer, sicólogo y sociólogo de las ideas, planteó una tesis adicional: la ciencia es el fruto de un espíritu hedonista-libertario, cuyo gran enemigo es el espíritu de ascetismo masoquista, heredado del Medioevo. La ilustración judía fue, para Feuer, una rebelión contra el ascetismo que, en distintas formas, constituyó la filosofía judía del Renacimiento.
Una perspectiva más sociológica fue adoptada por Raphael Patai, quien en su obra La mentalidad judía (1976) enumera siete factores que enfatizaron el intelecto judío: la residencia urbana, el énfasis en la educación, la necesidad de comprender y justificar una posición disidente, la concentración en el comercio, la solidaridad de grupo, la devoción por la vida familiar y la religión no-dogmática.
Aunque la mayoría de las especulaciones acerca de la intelectualidad judía no lleguen a dar cuenta abarcadora y satisfactoria, la evidencia es demasiado conspicua como para hacer caso omiso de ella. La cautela para no ser arrastrados a desatinadas especulaciones raciales o genéticas, no debería impedirnos estudiar la especificidad de una contribución que ha dado color a la civilización humana.
Valen estas reflexiones en estos días, en que un grupo de seis adolescentes coronaron a Israel con un logro adicional: el puesto 13º en las Olimpíadas Internacionales de Matemáticas (efectuadas en Colombia), en las que participaron más de cien países. Todos ellos fueron galardonados con medallas, destacándose Omri Solán de Herzlía, con una de oro.
Este laurel para el Estado judío no cae en un marco vacío. Las matemáticas estuvieron presentes entre nosotros desde la Torá y hasta la época actual, en la que el matemático israelí Robert Aumann recibió el Premio Nobel de Economía (2005) con investigaciones basadas parcialmente en textos talmúdicos.
En la Torá están aludidas las operaciones aritméticas básicas y la regla de tres simple. En el Talmud se discute el valor pi (π, la relación entre una circunferencia y su diámetro) en el contexto de los detalles del Palacio del Rey Salomón. Tanto en la Mishná como en el Comentario de Maimónides a la misma, se llega a la conclusión de que el valor pi es 3 (un valor menos preciso del que había llegado Arquímedes). El tratado matemático hebreo más antiguo (Mishnat ha-Midot, del siglo II) lo calcula como π = 22/7 (3,1428).
La primera enciclopedia hebrea de matemáticas fue redactada hace nueve siglos por Abraham bar Hiyya de Barcelona, quien también escribió el Libro de las Áreas sobre trigonometría. En esta área también destacó el Gaón de Vilna, un siglo y medio después de que David Gans desarrollara la teoría algebraica en Praga.
A partir de la era moderna, abundan los matemáticos judíos, muchos de ellos mundialmente famosos como Georg Cantor, John von Neumann y Norbert Wiener (quien en 1948 inventó el término “cibernética”). Y con los resultados en Colombia, podemos intuir que la abundancia continuará también en los años por venir.