Fuente: El Med.io-
Por Ricardo Ruiz de la Serna
1/4/14
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, viene librando desde junio de 2013 una batalla a brazo partido contra sus opositores. A lo largo de estos diez meses, el líder del Partido Justicia y Desarrollo ha resistido las manifestaciones del parque Gezi del verano de 2013, los casos de corrupción que llevaron a la detención de los hijos de tres miembros de su Gobierno en diciembre y el creciente descontento con la falta de transparencia y el bloqueo de Twitter y Youtube. El último combate ha sido este domingo en las elecciones locales. A medida que se acercaba el día, el primer ministro incrementaba su actividad y sus apariciones en público como si él –y no los candidatos de su partido– fuese el verdadero contendiente en la liza electoral. De algún modo, estos comicios tenían un aire de referéndum sobre su gestión. Quizá la cosa se le fue de las manos cuando se filtró y difundió a través Youtube la semana pasada una conversación entre el jefe de los servicios de inteligencia, Hakan Fidan, y el ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, que parecían preparar una operación militar contra Siria tomando como casus belli un falso ataque por parte de Asad. Aunque la justicia había suspendido el bloqueo de Twitter, la respuesta gubernamental del bloqueo de Youtube demostraba que la polémica seguía. La oposición urbana, joven, cosmopolita, los editorialistas y columnistas liberales parecían tener gran influencia sobre la opinión pública. Erdogan parecía contra las cuerdas.
Entonces llegaron las elecciones. Sus resultados han demostrado que la debilidad del primer ministro y su acorralamiento eran espejismos. Erdogan sigue siendo muy fuerte en Turquía. El partido islamista ha logrado entre un 43 y un 46 por ciento de los votos, y la opinión casi unánime es que se trata de una victoria. Es cierto que la jornada electoral no transcurrió sin violencia. Las peleas entre los seguidores de distintos candidatos dejaron un saldo de 8 muertos y 30 heridos. El Partido Justicia y Desarrollo sube seis puntos respecto de las elecciones locales de 2009 y gana en Ankara y Estambul. Sigue siendo muy fuerte en Anatolia Central. El movimiento Hizmet de Fetulah Gülen ha sido incapaz de vencer al partido del primer ministro. Su rival directo, el Partido Republicano del Pueblo, de inspiración laicista, ha obtenido solo un 28% de los votos y es probable que en los próximos meses haya luchas internas para renovar su liderazgo después del fracaso del reformista Kemal Kilicdaroglu, aunque han retenido la alcaldía de Esmirna, con fama de ser la ciudad más izquierdista del país. En el sur, el partido kurdo Paz y Democracia ha ganado Mardin, Agri y Bitlis. Turquía sigue siendo un país mucho más tradicional y religioso de lo que uno pudiera pensar.
La primera conclusión, pues, sobre estas elecciones es que los islamistas siguen siendo muy fuertes. Erdogan no tendrá motivos internos para cambiar algunas de sus políticas más activas en Oriente Medio, especialmente las referidas al apoyo a la causa palestina en Gaza, que fracasaron hasta ahora por la prevalencia de la influencia saudí y qatarí en la Franja y no tanto por la falta de empeño de Ankara.
Ahora bien, ¿no han tenido consecuencias los casos de corrupción y la deriva cada vez más autoritaria del primer ministro? Sería precipitado afirmarlo. El partido es fuerte pero la imagen de Erdogan está sufriendo. El conflicto sirio sigue afectando al Gobierno. No sólo se trata de los incidentes fronterizos con Siria, sino de la pérdida de una parte de los apoyos religiosos precisamente porque ha tomado partido por uno de los bandos islámicos frente al otro. La minoría alauí se ha divorciado del mandatario por su apoyo a los rebeldes suníes de Siria. Erdogan ha perdido el aura de islamista moderado y europeísta que ha venido cultivando durante años. Por otra parte, los escándalos de corrupción distan de estar sofocados. Por mucho que el primer ministro intente bloquear las redes sociales, la capacidad expansiva de Twitter, Youtube y Facebook es superior a las medidas de censura que el Gobierno pueda imponer. Isil B. Cinnen recuerda que la rebelión del parque Gezi hizo que Twitter pasara de 1,8 a 9,5 millones de usuarios en 12 días. Ya entonces Erdogan consideró a la plataforma demicroblogging una “maldición”. Este fenómeno podrá ser retrasado, pero la expansión de las redes y su influencia es imparable en las actuales circunstancias. Sería imposible ejecutar un control de internet y las redes como el que ha desplegado el régimen de la Revolución Islámica en Irán.
Así las cosas, uno podría pensar que Erdogan ha ganado un día más, pero tal vez sea sólo que le queda un día menos.
Entonces llegaron las elecciones. Sus resultados han demostrado que la debilidad del primer ministro y su acorralamiento eran espejismos. Erdogan sigue siendo muy fuerte en Turquía. El partido islamista ha logrado entre un 43 y un 46 por ciento de los votos, y la opinión casi unánime es que se trata de una victoria. Es cierto que la jornada electoral no transcurrió sin violencia. Las peleas entre los seguidores de distintos candidatos dejaron un saldo de 8 muertos y 30 heridos. El Partido Justicia y Desarrollo sube seis puntos respecto de las elecciones locales de 2009 y gana en Ankara y Estambul. Sigue siendo muy fuerte en Anatolia Central. El movimiento Hizmet de Fetulah Gülen ha sido incapaz de vencer al partido del primer ministro. Su rival directo, el Partido Republicano del Pueblo, de inspiración laicista, ha obtenido solo un 28% de los votos y es probable que en los próximos meses haya luchas internas para renovar su liderazgo después del fracaso del reformista Kemal Kilicdaroglu, aunque han retenido la alcaldía de Esmirna, con fama de ser la ciudad más izquierdista del país. En el sur, el partido kurdo Paz y Democracia ha ganado Mardin, Agri y Bitlis. Turquía sigue siendo un país mucho más tradicional y religioso de lo que uno pudiera pensar.
La primera conclusión, pues, sobre estas elecciones es que los islamistas siguen siendo muy fuertes. Erdogan no tendrá motivos internos para cambiar algunas de sus políticas más activas en Oriente Medio, especialmente las referidas al apoyo a la causa palestina en Gaza, que fracasaron hasta ahora por la prevalencia de la influencia saudí y qatarí en la Franja y no tanto por la falta de empeño de Ankara.
Ahora bien, ¿no han tenido consecuencias los casos de corrupción y la deriva cada vez más autoritaria del primer ministro? Sería precipitado afirmarlo. El partido es fuerte pero la imagen de Erdogan está sufriendo. El conflicto sirio sigue afectando al Gobierno. No sólo se trata de los incidentes fronterizos con Siria, sino de la pérdida de una parte de los apoyos religiosos precisamente porque ha tomado partido por uno de los bandos islámicos frente al otro. La minoría alauí se ha divorciado del mandatario por su apoyo a los rebeldes suníes de Siria. Erdogan ha perdido el aura de islamista moderado y europeísta que ha venido cultivando durante años. Por otra parte, los escándalos de corrupción distan de estar sofocados. Por mucho que el primer ministro intente bloquear las redes sociales, la capacidad expansiva de Twitter, Youtube y Facebook es superior a las medidas de censura que el Gobierno pueda imponer. Isil B. Cinnen recuerda que la rebelión del parque Gezi hizo que Twitter pasara de 1,8 a 9,5 millones de usuarios en 12 días. Ya entonces Erdogan consideró a la plataforma demicroblogging una “maldición”. Este fenómeno podrá ser retrasado, pero la expansión de las redes y su influencia es imparable en las actuales circunstancias. Sería imposible ejecutar un control de internet y las redes como el que ha desplegado el régimen de la Revolución Islámica en Irán.
Así las cosas, uno podría pensar que Erdogan ha ganado un día más, pero tal vez sea sólo que le queda un día menos.
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