miércoles, 3 de julio de 2013
A 109 años del fallecimiento del idealista Theodor Herzl, fundador del Movimiento Sionista
tongadol/AJN.- Theodor Herzl (foto) nació el 2 de mayo de 1860 en la ciudad de Budapest, en el seno de una familia acomodada y asimilada a la cultura alemana, lo cual era habitual por esos años en Europa Central.
Luego de fallecer su única hermana, en 1878 su familia se trasladó a Viena, donde Theodor se inscribió en la Facultad de Abogacía.
En 1884 se graduó de doctor en Leyes y cinco años después se casó con Julia Naschauer, descendiente de una familia judeohúngara, con quien tuvo tres hijos.
Herzl ejerció la abogacía poco tiempo, pues descubrió que su vocación era el periodismo, tarea a la cual se abocó con ahínco al ingresar a la redacción de uno de los más prestigiosos diarios vieneses, Neue Freie Presse, a la vez que escribía obras de teatro, en muchas de las cuales estaba presente la temática judía, en especial lo relacionado a la supuesta necesidad de asimilarse a la cultura circundante.
Esos trabajos literarios tuvieron un éxito discreto, mientras que sus artículos periodísticos fueron muy ponderados y la dirección del diario lo envió a diversos lugares de Europa para describir y analizar los acontecimientos que allí ocurrían.
En 1891, Herzl fue designado corresponsal en París, donde permaneció cinco años, cuando fue llamado a Viena pues fue designado director de la sección literaria del Neue Freie Presse, cargo que mantuvo hasta su muerte.
La problemática judía siempre le interesó, como también la política, y fue un activo miembro de la asociación de estudiantes nacionalistas alemanes Albia, a la cual renunció cuando el antisemitismo reinante en ella hizo que prohibieran el ingreso de nuevos miembros de origen judío, aun cuando ya sentía que pertenecía a un pueblo que era odiado y perseguido.
En París, Herzl debió cubrir las alternativas del “caso Dreyfus”, un capitán del ejército francés falsamente acusado de traición y condenado a la degradación y a prisión.
Observar que la población francesa, considerada una de las más progresistas de Europa, daba por sentado que el imputado era un traidor por el solo hecho de ser judío lo impactó de sobremanera.
Si bien era consciente de la existencia del antisemitismo, hasta ese momento Herzl creía que el mismo se eliminaría con el progreso.
Pero el hecho que en el país que había establecido los Derechos del Hombre se actuara de esa forma lo llevó a plantearse que era imposible que se aceptara a los judíos, a quienes veían como extranjeros, y que por lo tanto debía existir otra alternativa: que tuvieran su propio país, un Estado judío.
Hombre eminentemente racionalista, Herzl desarrolló la idea e intentó lograr el apoyo de los grandes filántropos judíos de la época, los barones Hirsch y Montefiore, pero como éstos no estuvieron de acuerdo con su proyecto, lo plasmó en un libro, “Der Judenstaat. Versuch einer modernen Lösung der Judenfrage” (El Estado judío. Una solución moderna a la cuestión judía), que se publicó en Viena, en 1896, y en el cual analiza la situación que vivían las diversas comunidades judeoeuropeas y propone mantener conversaciones con los principales líderes políticos para conseguir que cedan un territorio donde puedan instalarse los judíos, así como la creación de diversas instituciones que permitan la concreción de su idea.
Este trabajo, de poco más de 100 páginas, fue de inmediato traducido al inglés, el francés y el ruso, a la vez que tuvo una amplísima difusión en las masas judías de Europa Oriental.
Si bien ya existían corrientes de pensamiento que postulaban el sionismo, la inmigración de los judíos a Éretz Israel (Tierra de Israel), la motivación se fundamentaba en aspectos tradicionales y no políticos.
Es por eso que a este proyecto se lo denomina “sionismo político”, además del hecho que en “Der Judenstaat” no se plantea que el Estado judío debería estar ubicado en Éretz Israel, sino en el territorio que se consiguiera.
Con la finalidad de darle una organización estable a su propuesta, Herzl invitó a las diversas comunidades judías a participar en un congreso que tenía la intención de organizar en una ciudad de Alemania, Múnich, pero la oposición de los rabinos le hizo cambiar el lugar y se vio obligado a trasladarlo a una ciudad suiza, Basilea, donde se llevó a cabo del 27 al 31 de agosto de 1897, con la asistencia de 204 representantes de comunidades judeoeuropeas, muchos de ellos de pequeños shtetl (aldeas) del imperio zarista.
Durante las deliberaciones se aprobó la creación del Movimiento Sionista y el “Programa de Basilea”, que habría de regirlo, en el cual se rubricó la necesidad de establecer un Estado judío, que por presión de los congresales se decidió que debía estar ubicado en Éretz Israel, la patria ancestral del pueblo judío, y se eligió a Theodor Herzl como su presidente.
Concluido el Primer Congreso Sionista, éste escribió en su diario: “En Basilea fundé el Estado judío. Esto no lo puedo decir en público porque se reirían de mí. Aunque se posea un territorio, el Estado es siempre algo abstracto e invisible para la mayoría”.
Cincuenta años después, ese país “abstracto e invisible para la mayoría” se convertiría en realidad, con la independencia del Estado de Israel.
Herzl, que con anterioridad al congreso había mantenido conversaciones con diversos líderes mundiales, redobló sus gestiones diplomáticas y se entrevistó con el sultán de Turquía, el Káiser Guillermo y el Papa, entre otros, con el propósito de convencerlos de que apoyaran el proyecto y le concedieran al Movimiento Sionista el territorio que necesitaba para establecer un Estado judío.
Meses antes, en junio, y de su propio peculio, fundó el periódico Die Welt (El Mundo), que luego se convertiría en el vocero del Movimiento Sionista.
En 1902, Herzl visitó Éretz Israel por única vez, y a su regreso escribió la novela utópica Altneuland (Vieja Nueva Tierra), en la cual describe cómo sería el Estado judío en 1922: un país moderno, democrático y próspero.
El visionario presidió los cinco congresos sionistas siguientes, en los cuales informó de las gestiones diplomáticas que realizaba y se decidieron aspectos relacionados con la marcha del movimiento; entre otros, la fundación de un banco, el Jewish Colonial Trust, con sede en Londres, y la creación del Keren Kayemet LeIsrael, el Fondo Nacional Judío.
Las múltiples ocupaciones, los viajes y la permanente tensión fueron deteriorando la salud del líder sionista, quien falleció en la ciudad de Edlach el 3 de julio de 1904 (20 de tamuz de 5664, según el calendario hebreo).
En su momento, Herzl había expresado una voluntad: “Quiero ser enterrado en el panteón junto a mi padre y descansar allí hasta que el pueblo judío me conduzca a Éretz Israel”.
En 1949 sus restos fueron trasladados a Jerusalem y enterrados en un monte que lleva su nombre.