viernes, 2 de agosto de 2013
Divinos - Pero no iguales
El individuo debe esforzarse por plasmar su vocación y establecer su posición en el mundo, a través de la cual él hará su contribución personal a la humanidad
Rabino Daniel Oppenheimer
¿Discriminación?
Una de las preguntas más frecuentes que surgen cuando uno se encuentra con personas que no han tenido el privilegio de haber vivido en un clima de observancia estricta de la Torá, se refiere al porqué existen diferencias en el compromiso de cumplir con ciertas obligaciones rituales, entre hombres y mujeres.
El problema se acentúa una más cuando estas personas acuden por primera vez a la sinagoga, y observan que no solamente hombres y mujeres están físicamente separados en su ubicación dentro del recinto (algunos llegan a entender que la mezcla y proximidad de hombres y mujeres no favorece la concentración en la Tefilá), sino que todo el ejercicio público de las funciones de la sinagoga las ejercen solamente los hombres. Finalmente, suelen estar especialmente consternados, cuando se enteran que los varones que llegan a la pubertad celebran su Bar Mitzvá con mucha pompa (a veces excesiva), mientras que las mujeres no son agasajadas con aquel mismo reconocimiento público en la sinagoga.
¿Se trata de un acto discriminatorio? ¿será quizás porque el rol de las mujeres es secundario en el judaísmo y ellas quedan “relegadas” a un segundo plano?
Puesto que, aparentemente, en muchas culturas - antiguas y contemporáneas - los hombres cumplen el papel principal en la vida y las mujeres no poseen tal preeminencia, algunos pueden interpretar erróneamente que lo mismo sucede en el marco de la Torá.
El mundo occidental ha visto una lucha de más de un siglo, en el que se intenta realzar a la mujer de un rol pospuesto a la prerrogativa ejercida por los hombres.
En particular, esta pelea se ha llevado a cabo en el plano laboral, al que muchas mujeres no tenían acceso, o en el que estaban muy limitadas sus posibilidades y frecuentemente con una marcada diferencia en lo que hace al sueldo que percibirían al cumplir tareas análogas a las de sus compañeros de trabajo varones.
La lucha ha sido (o sigue siendo) espinosa, y ocasionalmente, al suceder algún episodio relacionado al tema, los comunicadores lo tratan en los medios, y por un tiempo la gente opina lo que siente al respecto.
Cosmovisión inversa
Esta clase de pensamiento, cuando se le atribuye a la Torá, es completamente erróneo (los Sabios, han estipulado un orden social que concede a la mujer protección económica en caso de enviudar o quedar divorciada y no así al hombre).
Este artículo no intenta “defender” la enseñanza de la Torá, pues la Torá no necesita “defensa”. Simplemente, lo que se propone es orientar a las personas que desconocen de qué se trata, y que jamás han aprendido a visualizar estas cuestiones más allá de su educación occidental, para que conozcan la verdad de lo que nos han transmitido nuestros Sabios, y puedan, en la práctica, volver a valorarse (para las mujeres) y ser valoradas (por los hombres) según lo que la propia Torá quiere que concibamos.
Antes de proseguir, debemos entender que estamos hablando de acuerdo a la cosmovisión según la cual todos fuimos y somos creados por un solo Creador, que no solo nos formó y nos dio la vida, sino que nos hizo para una misión muy específica - en forma global e individual - conoce todas nuestras acciones y pensamientos, nuestras fortalezas intrínsecas y nuestras debilidades, y nos evalúa particularmente por el esfuerzo personal que hayamos invertido en cumplir aquella función.
Asimismo, este Creador es totalmente íntegro, sin que se Le pueda atribuir alguna conveniencia respecto al beneficio que otorgaría a una persona por sobre otra, y, menos aun, a un género (hombres) por sobre el otro (mujeres).
Solamente por este hecho, ya es ciertamente inconcebible aceptar que hubiese seres humanos que sean más queridos o privilegiados a Sus ojos.
Cada cual alcanzará su perfección y bienestar al cumplir con la tarea que le fue asignada y con las energías que le fueron concedidas.
Este concepto del valor moral de la personalidad humana permite que cada hombre pueda encontrar satisfacción con lo que a él se le ha adjudicado y ser agradecido por la “medida concedida a él por D”s”. No se asegura mayor recompensa a una clase específica de gente.
No hay, pues, “mejores oportunidades” para unos sobre otros. Así también estudiamos respecto a la elección de Dvorá como líder de Israel: “Convoco al cielo y a la tierra a atestiguar: sea un judío o un no-judío, hombre o mujer, criado o sirvienta - solamente según sus acciones el del poso del Mi Presencia sobre ellas” (Ialkut Shimoní, Shoftim 4:4).
La dinastía mesiánica fue asignada a la casa de David, el sacerdocio a la casa de Aharón y parte del servicio del Bet haMikdash a la tribu de Leví.
El Cohen debe bendecir a la congregación mientras que ni el propio rey lo puede hacer: ¿acaso eso hace a uno superior al otro?
Hombres y mujeres
Asimismo, es ciertamente verdad que del mismo modo que hombres y mujeres somos físicamente diferentes, así también existen diferencias psíquicas y emocionales. Nadie - hombre o mujer - está mejor posicionado que otro, pues cada uno fue creado y le fueron dotadas las características según su misión.
Al hablar, específicamente, de las obligaciones rituales de la sinagoga, estos actos no constituyen funciones públicas para ser reconocidos por la gente. Aun cuando ciertos Jazanim que lideran las oraciones representando al público hayan sido dotados con voces privilegiadas que (esperemos) utilicen para motivar e inspirar a los feligreses, bajo ningún concepto debemos caer en el error de considerarlos como artistas que se cotizan desde el escenario por la aceptación que tienen en el público.
Entendamos, pues, que la ovación pública no significa un valor para la Torá (¡no será nada fácil este ejercicio para quienes hemos nacido en una sociedad en la que las cosas solamente son reconocidas si poseen fama y notoriedad!), y que lo que realmente importa es cumplir con el rol de uno - aplausos, o no. Entonces ya comenzamos a acercarnos a reconocer las tareas humanas respecto a la tradición en la dimensión más correcta.
Sigamos, dejando ahora la cuestión de la notoriedad y las aprobaciones.
Sepamos, seguidamente, que los preceptos que D”s otorgó a hombres, y mujeres están diseñados para cada uno según su misión específica (que Él determinó).
A diferencia de la creencia popular que las Mitzvot son “buenas acciones”, y como tales deberían serlo tanto para hombres como para mujeres, la palabra “Mitzvá” realmente significa “dictamen” o “deber”. Concretamente, mandatos del Todopoderoso diseñados para nuestro perfeccionamiento.
Por lo tanto, solo son Mitzvot cuando se cumplen en la situación que Él ha determinado. P.ej.: comer Matzá en Rosh haShaná, o escuchar el Shofar en Pesaj no son Mitzvot.
Es más, cuando una persona declara que “cumple” con una obligación ordenada por D”s, cuando tal orden no existe, está en clara infracción a las normas de la Torá. Es así que el pasaje taxativamente nos advierte en la lectura de la Parshá Reé (Dvarim 14:1) que “no debemos sumar a las Mitzvot, ni debemos restar de ellas”.
Si bien esta prohibición no se aplica en el caso de mujeres que cumplen Mitzvot de las cuales están exentas, y de hecho hay Mitzvot que las mujeres acostumbran obedecer a pesar de no estar obligadas a hacerlo, puede haber motivos por los cuales los Sabios determinaron que cierta Mitzvá no la cumplan, como en el caso de los Tefilín (Sh.A. O.J. 38:3).
Del mismo modo en que el uso de anteojos puede dañar la vista cuando los usa aquel que no los requiere, y la ingesta de medicamentos dañan a la persona sana que los toma, así también el “cumplimiento” de aquello que no corresponde en nombre de la religión, no solo no trae beneficio espiritual alguno, sino que provoca un deterioro espiritual a la persona.
Creada según Su Voluntad
Los hombres, por su naturaleza, requieren más mitzvot a fin de atraerlos a D”s.
Las mujeres, en cambio, fueron creadas con una predisposición natural que es más acorde con la Voluntad de D” s que la de los hombres. Por lo tanto, no requieren las mismas “correctivos” que los hombres hacen para elevarlas y forjar su cercanía con D”s y se las absolvió de muchas de las prácticas diseñadas para proteger al hombre.
Esta dispensa demuestra una manifestación de la fe que D”s le distingue por la mayor fuerza de su autodisciplina moral y la mayor fe en su responsabilidad judaica por lo que se teme menos que caiga en la tentación en el ámbito de su actividad.
“El mérito de las mujeres virtuosas” fue el que mantuvo vivo el espíritu de Israel en los momentos difíciles y se la honra como la protectora de lo puro y de la moral.
La bendición que recita la mujer diariamente a la mañana “she’asani kirtzonó” (que me haz creado según Tu voluntad) - a diferencia de la bendición de los hombres “sheló asani ishá” (que no me haz creado mujer), no significa la sumisión humilde y resignada a la Voluntad inmutable del Creador, sino una expresión de gratitud feliz a Quien la formó “según Su satisfacción” (el vocablo “Ratzón” significa siempre un sentimiento de agrado positivo - Rav Munk sz”l, “The world of prayers” - Feldheim).
Quizás se preguntará: ¿no es acaso encomiable que quiera hacer un acto espiritual por voluntad propia - sin que esté obligada a realizarlo?
Los Sabios entienden lo contrario: la recompensa de aquel que cumple lo que no está obligado a hacer es menor que la de quien tiene asignado por prescripción llevarlo a cabo (Avodá Zará 3.). Tosafot explica esto basándose en el hecho de que la persona que se asigna una Mitzvá por mandato tiene una lucha constante con su Ietzer hará (inclinación hacia el mal). Por ende: cuanto mayor es la tentación de violar una mitzvá, mayor es también la recompensa por realizarla.
Esto es contrario a nuestra noción simplista que considera corresponder mayor premio por “ofrecerse voluntariamente” a hacer una mitzvá que si le ordenaron que la hiciera. Nuestro ego y nuestra naturaleza prefieren que hagamos las cosas “por la bondad de nuestro corazón” (lo cual nos hace sentir muy bien…).
¿Y si no se hacen las cosas por su valor religioso?, ¿si no se desea cumplir una Mitzvá con ese acto? ¡¿por qué una mujer no se puede vestir un Talit?! ¿tiene “algo de malo” hacerlo?
Aun si ciertas mujeres piadosas se colocaban diariamente el Tefilín, estas ya cumplían minuciosamente con todas las demás obligaciones. Si voluntariamente también querían cumplir con este acto de devoción, podían hacerlo.
Sin embargo, cuando una persona dista de cumplir aquello que realmente le incumbe, y observa actos “religiosos” que no le incumben, esto se torna ostentosamente en un acto jactancioso: ¡¿Cómo se enorgullece de hacer lo que no está obligado, cuando no hace lo que sí debe hacer?!
Ni hablar, cuando estos actos solamente se realizan para una “ceremonia” pública…
Estudio de Torá
El estudio de la Torá es obligación de los hombres, y las mujeres están exentas.
Obviamente, una mujer debe aprender las leyes que le corresponden para hacerlas correctamente, y por lo tanto se requiere que ella también diga las bendiciones de la Torá en Shajarit.
Sin embargo, el estudio por el aprendizaje en sí, para ocupar su mente con las intrincaciones de Torá, incluso cuando el uso práctico de la ley ya se sabe, se limita a los hombres.
Una mujer que aprende Torá no profesa mayor Irat Shamaim (Reverencia a D”s). Efectivamente, ella puede ser muy docta en Torá, pero éste no es el objeto del estudio de la Torá. Una mujer puede ser una gran filósofa o científica, pero Torá no es filosofía ni ciencia. Torá es la manera que D” s se comunica con nosotros.
Si un hombre es un gran Talmid Jajam, habiendo aprendido el Talmud entero, y no ha crecido en Iirat Shamaim, este estudio no ha alcanzado su propósito.
Aun si una mujer aprendiera y conociera Guemará del mismo modo que un hombre, esto no la haría mejor de lo que ella es.
No tendría ninguna influencia en su relación con D” s pues la mujer no necesita el estudio de la Torá para acercarse a D” S. Una mujer puede incluso tener profecía - la relación más cercana a D” s posible - sin el aprendizaje de Torá (“Rav Schwab on prayer” - Artscroll).
El rol protagónico familiar
Precisamente porque fueron creados diferentes, la Torá ordena que los hombres y las mujeres deben unirse, componer (y educar) a una familia y formar la sociedad. En la discusión sobre los papeles respectivos de hombres y mujeres, R. Sh. R.Hirsch sz”l cita un pasaje de Irmiahu (31: 21), en el que el profeta presenta la era mesiánica venidera, cuando la humanidad avanzará para alcanzar su verdadero propósito.
Parafraseamos: Considere las palabras trascendentales con las cuales D”s - el Creador de los seres humanos, el educador y el Guardián del curso de la historia proclamó la gloria de las épocas mesiánicas, que traerán la verdadera cura y reunión de la humanidad: “Es D”s Quien crea nuevas cosas en la tierra; la mujer circunscribirá al hombre”.
El individuo debe esforzarse por plasmar su vocación y establecer su posición en el mundo, a través de la cual él hará su contribución personal a la humanidad. Pero en el curso de su lucha por el éxito y el logro, corre el peligro de perderse. Tan absorbido puede sumirse en sus esfuerzos - los cuales son solamente los medios hacia una finalidad más elevada, al punto que puede llegar a considerar su trabajo, su profesión, su esfuerzo por el éxito y el reconocimiento, como fines en sí mismos, hasta absorberlo por completo, olvidando que todas sus conquistas materiales son solamente vías para ayudarle a lograr su objetivo más grande como ser humano.
De hecho, es posible que con el tiempo llegue a subordinar y sacrificar los aspectos verdaderamente humanos de su vida, en estos empeños.
¡Cuántas veces vemos ese trabajo, que debería estar destinado proporcionar el sustento para su familia, llegar a ser más importante que la propia familia, y que siempre encuentre tiempo para estar en la oficina, pero raramente haya tiempo para los niños!
Este error explica probablemente muchas de las desilusiones que han estropeado la historia de la humanidad.
Será entonces la mujer, quien podrá llevar de nuevo a su marido a su verdadera humanidad. El enigma de la historia será solucionado cuando uno considera el papel preponderante de la mujer.
En las palabras de Irmiahu citadas anteriormente, la mujer “circunscribe al hombre”, es decir, que la mujer lo ampara dentro de la esfera de la existencia y de la actividad verdaderamente humanas que se le ha confiado, para proteger los aspectos más nobles de la vida. Es así como el varón puede revertirse, de ser simplemente una figura pública prestigiosa al estado prístino de un ser humano de acuerdo con la voluntad de D”s (Collected Writings of R. S.R. Hirsch, vol. 8. Feldheim Publishers).
Más allá de todo lo expuesto, la idea de “igualar” lo que jamás será igual, más que sumar - provocará una pérdida para aquel/la a quien se quiera igualar.
El ejercicio de intentarlo no solamente será infructuoso - no obtendrá nada, sino que incluso causará que en el intento inutilice lo propio. Por lo tanto, debemos admitir que al mismo tiempo en que la mujer ha ocupado posiciones que le habían estado vedadas en el pasado, ha dejado de tener presencia en su hogar, el que - también por este motivo - ha perdido el valor que había tenido en el pasado en el sostén del hogar.
Si se pretendiera emparejar una mesa con una silla, se obtendrán dos mesas o dos sillas…
El Creador ha creado al hombre y a la mujer para que se complementen. Solamente de ese modo se denominan con el título de nobleza “Adam” (quien se asemeja al Todopoderoso, Ievamot 63.). Y esto en sí, constituye un gran desafío y hay que lograrlo, tal como lo expresan los Sabios: “si se merece, lo integra; si no, lo enfrenta”. También: “si merecen, la Presencia de D”s mora con ellos…” Sotá 17.)
A tal fin, D”s proveyó naturalmente comprensión adicional a la mujer - más que al hombre (Nidá 45:). De ese modo, la mujer no necesita salir para encontrar aquel entendimiento. Por ese motivo, también, fue formada a partir de las piezas internas del hombre - evitando que ella se deba exponer en público. Cargar sobre la mujer tareas de los hombres, quitando el recato natural proveído por D”s, fue el ardid destructivo del Faraón (Sotá 11:).
El hombre, en cambio, debe salir de casa, estudiar Torá de sus maestros y encontrarse con esa comprensión (Midrash Rabá, Bereshit 18:1).
Hemos citado tan solo algunos pasajes de los Sabios respecto al tema.
Nuestra historia demostró que al cumplir cada uno su rol y respetarse mutuamente como la Torá lo exige, la familia judía prosperó espiritualmente.
Por momentos, intuimos fantasiosamente que sabemos ser mejores que nuestros antepasados. Cuando vemos más de cerca, sabemos que nos falta mucho por aprender.
Fuente: Ajdut Informa Nº651