miércoles, 21 de agosto de 2013

Gente como nosotros no tiene miedo»

Qué se siente al ser una soldado en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)? La respuesta, en forma de novela, ya es un «best-seller» en 23 países. Al terminar la escuela secundaria, Shaní Boianjiu (26), que nació en Jerusalén y creció en Kfrar Vradim, en la Alta Galilea, cumplió con su servicio militar, obligatorio en Israel para ambos sexos. Después viajó a EE.UU a estudiar a la Universidad de Harvard y, mientras se readaptaba a la vida civil, se licenció en Filología Inglesa y escribió, casi sin querer, una novela. «The People of Forever Are Not Afraid» («Gente como nosotros no tiene miedo») es la historia de Yael, Avishag y Lea, tres amigas que toman por turno la palabra para desnudar sus almas antes, durante y después de su paso por las FDI. El público y la crítica de 23 países ya se rindieron estas voces juveniles y angustiadas, que se enfrentan a los ritos de paso de la madurez y al lado oscuro del ser humano. «Ellas no son yo», asegura Shaní, aunque muchos lectores asumieron que es así y la joven escritora ya fue catalogada como enemiga de Israel y portavoz de las FDI al misma tiempo. En este próximo otoño, la novela se publicará en hebreo (Boianjiu escribió el original en inglés) y descubriremos qué piensan en realidad los israelíes de esta historia que toca la «vaca más sagrada» del Estado judío. - ¿Cuáles eran tus sentimientos cuando te llegó la orden de reclutamiento, algo natural que todo joven de 17 años espera en Israel? - Pasé el verano anterior en una fábrica, haciendo un trabajo aburridísimo, así que sólo quería empezar ya el servicio militar para terminarlo cuanto antes. Creo que no pensé lo suficiente acerca de eso, o no de la forma más adecuada, sobre lo que supondría para mi vida. Creía que no viviría en paz conmigo misma si me negaba a alistarme. - ¿Consideraste acaso la objeción de conciencia u otro medio para evitar el servicio militar? - Creo que los que eluden el servicio militar porque no les resulta conveniente son personas sin principios. En cuanto a los objetores, espero que, a cambio, aporten en el servicio social. Es preferible vivir siendo políticamente activo para intentar cambiar las condiciones sociales que pueden llevar a evitar el servicio. Si no, se logra lo contrario, que otra persona vaya a la guerra en lugar de uno. - ¿Recuerdas esa etapa con cariño, rencor...? - Tengo la sensación de que atesoré muchas anécdotas y que siempre las estoy contando. Mis amigos israelíes en Harvard, que sirvieron en las FDI en oficinas, siempre me decían que me callara; y así que lo hice. No podía hablar de ello con los no israelíes, suponía dar demasiadas explicaciones. Recuerdo mi paso por las FDI como una época con muchas risas, pero no me divertí mucho. Contaba los días y las horas que me quedaban para terminar. - Pero en tu libro sí hay pasajes muy divertidos, como los tres manifestantes que suplican a los soldados que contengan su «manifestación» para salir en los medios. - Ese pasaje está basado en un hecho real, sí. Me reí, y recuerdo momentos muy divertidos, pero sólo ahora, cuando miro hacia atrás. En su momento, odiaba estar allí. - En tu novela se describen muchas situaciones políticas, pero tu punto de vista político no queda precisamente claro. - Es demasiado complicado. No podría contarlo en menos de 5.000 palabras. Creo que todo es político en algún sentido. Ser mujer, hoy en día, es algo político. - Leí en «Times» que te inspiraste en «Las cosas que llevaban», de Tim O’Brien. ¿En qué sentido? - Me confirmó algo que ya sabía: que una historia bélica contada de manera realista nunca podrá describir la guerra de forma realista. Porque, en muchos sentidos, un conflicto bélico es algo surrealista. - O’Brien asegura que «una verdadera historia bélica nunca es moralista». ¿Qué opinas sobre la guerra? - Creo que es natural que exista y que no terminará en el trascurso de mi vida o de la de mis hijos. Tampoco creo que exista la opción de no tomar parte en ellas. Cualquier persona que dice que no participa en un conflicto bélico quiere decir que prefiere que lo hagan otros en su lugar; probablemente gente menos afortunada. Dicho esto, no creo que la guerra sea buena. - ¿Los lectores de otros países entienden las viviencias de tres chicas israelíes en las FDI? - No sé si un israelí puede entender mejor que cualquier otro a estos personajes. Son mis creaciones, no símbolos para mis compatriotas. Muchos entendieron qué quería hacer con mi libro. De hecho, lo entendieron principalmente lectores ajenos al mundo anglosajón, y a EE.UU. en particular. - Las tres chicas protagonistas lidian con muchos sentimientos, pero el aburrimiento y la angustia predominan. ¿Es por la edad? - No, es porque pasan dos años haciendo las cosas más aburridas que te puedas imaginar. Cualquiera se sentiría así. - Ellas crecen en un asentamiento en Cisjordania. Tú también procedes de una pequeña localidad. - Sí, pero Kfar Vradim no es el asentamientoo que se describe en la novela. Es más grande y está mejor establecido. Crecí muy cerca de la frontera con Líbano. Con muchos misiles y muy poco transporte público; sólo un autobús, una vez al día, muy temprano. Los fines de semana salíamos por la noche, hasta muy tarde, y pasábamos el tiempo en un parque. La vida juvenil allí es vibrante, aunque no tenemos pubs, ni un shopping ni nada por el estilo. - ¿Crees que el servicio militar es una experiencia diferente para las mujeres? - Claro. Sólo hacemos dos años. La gran mayoría no combatimo. Pero, además, somos mujeres, lo que cambia cualquier situación en la que se pueda encontrar una persona. - Suecia se planteó hace poco establecer un servicio militar obligatorio para las mujeres, alegando razones de igualdad. ¿Consideras que Israel es un país igualitario? - Sólo hablo desde mi experiencia, pero, cuando estoy en EE.UU, Reino Unido u otro país, siento un tipo de sexismo que en Israel se percibe en un grado mucho menor. Pero también existe, claro. - Se extiende mucho también en el relato de la amistad entre las chicas, con sus luchas de poder y sus peleas. - Sí, creo que la amistad de otras mujeres es la mejor, aunque no tengo ninguna amiga verdadera. - Estamos muy acostumbrados a ver al conflicto israelí-palestino como algo imposible de solucionar. En tu novela no aparece ese antagonismo. Pero sí explicas cuánto te sorprenden los judíos ultraortodoxos. - No es que me sorprendan, es sólo que no estoy familiarizada en absoluto con su estilo de vida. No me molesta en especial, siempre que no intenten imponer su estilo de vida a otras personas, algo que en Israel hacen a menudo, prohibiendo el transporte público en Shabat, el comercio abierto y hasta el uso de la violencia contra chicas porque no se visten de forma suficientemente modesta para ellos, o convenciendo a las mujeres para que se sienten en la parte trasera de los autobuses. Una vez, en Jerusalén, una mujer se me acercó y me dio a entender que, como yo era judía y llevaba una pequeña camiseta de tirantes en pleno verano, nos sobrevendrían terremotos, guerras y enfermedades, lo que no supongo que sea científicamente posible. También creo que es indignante que se permita a los ultraortodoxos no cumplir con el servicio militar. Y que muchos vivan de subvenciones públicas, sin intentar siquiera conseguir un trabajo. - ¿Habría tenido tanta repercusión tu novela si la hubieras escrito en hebreo? - Probablemente no. Pero, en cualquier caso, no creí que se fuera a publicar nunca, así que no lo escribí en inglés como parte de un plan financiero. Lo hice porque en aquella época vivía en EE.UU y ni siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo. De hecho, no supe que estaba escribiendo un libro hasta que lo terminé. - ¿La pasaste mal en Harvard? Era dos años mayor que tus compañeros, estuviste en una guerra... - Sí. No disfruté de mi experiencia universitaria. - ¿Qué te molestó más? - Que gente que sabía tan poco sobre el conflicto israelí-palestino se sintiera con derecho a opinar tanto. - ¿Sufriste por los prejuicios políticos de otras personas respecto a tí? - No sufrí. Algunas personas tienen posturas radicales sobre este conflico, no entienden de qué realmente se trata, y son tan estrechos en sus concepciones y tan arrogantes que escriben textos que tratan sobre sus ideas como si fueran verdades absolutas. - ¿Cómo influyó el éxito de tu novela en tu vida? - Me invitan a eventos, hago lecturas de mi novela y hasta publico artículos. Además puedo escribir todo el tiempo, sin tener que buscar otro trabajo. - ¿Volverías a las FDI? - Sí; si estuviera en Israel y me llamaran, cumpliría con mi deber de reservista. Lo hice en otras ocasiones.