viernes, 18 de octubre de 2013
PERASHAT VAIERÁ
PERASHAT VAIERÁ
15 de Jeshvan de 5774 / 19-10-2013
Encendido de velas de Shabat
18:50 hs. en Buenos Aires
LAS PEQUEÑAS GRANDES COSAS
La Perashá de esta semana nos relata cuando Abraham estaba sentado esperando la llegada de visitas en su tienda de campaña, y aparecen los tres ángeles en forma de persona. Abraham los atiende a cuerpo de rey a cada uno de ellos, sin descuidar ninguna de las características de su proverbial hospitalidad.
“Y se apuró Abraham (dirigiéndose) a la tienda de Sará y le dijo: ¡De prisa! (prepara) tres medidas de harina. Amásalas y haz pasteles” (Bereshit XVIII 6).
Si analizamos bien en las palabras de este versículo, veremos que abunda en pequeños detalles de acciones aparentemente insignificantes. “Se apuró Abraham…”, “Y le dijo: ¡De prisa...!” “Y hacia el ganado corrió…” (Idem anterior). No describe ninguna actitud de grandeza, sino pequeñeces. La Torá cuenta cómo Abraham realizaba más y más tareas carentes de importancia, como si estuviesen reemplazando a una acción de verdadera trascendencia.
Pero debemos saber que, en base a estas pequeñeces, Abraham edificó su grandeza y llegó a denominarse Ish Hajésed (El Hombre de la Benevolencia).
Ribká alcanzó el privilegio de pasar a la eternidad, gracias a las pequeñas acciones que realizó cuando se presentó Eliezer frente a ella. Por haber dicho: “¡Bebe, mi señor…!” “¡..y también a tus camellos abrevaré!” (Ídem anterior XXIV 18), llegó a ser nuestra Matriarca.
Porque toda la vida de la persona; toda su función en este mundo, está fundamentada en las pequeñas acciones. ¡Y por mediación de ellas se consigue la dicha sin fin!
El Gaón de Vilna, instantes antes de sus últimos suspiros, se puso a llorar y exclamó: “¿Cómo puedo separarme de un mundo como éste, en el que con unas pocas monedas se puede cumplir la Mitzvá de Tzizit, que representa a todas las Mitzvot de la Torá?”
Es que todo este mundo está cimentado en los pequeños detalles, y de estos pequeños detalles depende la tan ansiada eternidad.
La naturaleza de la persona la incita a que siempre ansíe a realizar grandes obras, y la persona siempre se imagina a sí misma llevando a cabo acciones grandi-locuentes. Eso es una gran equivocación: Lo principal en esta vida no son nada más las “grandes cosas”, sino preocuparse de que los “pequeños detalles” estén bien hechos. Este es el verdadero fundamento de la misión del ser humano en este mundo, y de esto depende todo su éxito.
(Jojmat Hamatzpún – Lej Lejá)
LA LUZ DE ABRAHAM ABINU
Enla época de Abraham Abinu vivían varios personajes dignos de elogio. Funcionaba una mítica Ieshibá (Centro de estudios) dirigida por Shem (hijo de Noaj) y Éber (hijo de Shem), que eran considerados profetas en su tiempo. Shem fue mencionado en la Torá como “Cohén Lekel Elyón” (Sacerdote de Hashem Altísimo), y Éber figura como uno de los grandes prohombres de nuestra historia.
Sin embargo, vemos que no salió de ellos (en forma directa) una nación, ni siquiera una familia, que haya adquirido prominencia. ¿Y todo esto por qué?
La Torá nos revela el motivo, en esta Perashá. El Pasuk transcribe las palabras de Hashem, cuando dice que le otorgará una simiente eterna a Abraham: “Porque lo conozco. Porque él les indica a sus hijos, y a las familias que vendrán detrás de él, que cuiden el camino de Hashem” (Bereshit XVIII 19).los otros personajes contemporáneos a Abraham eran Tzadikim, pero se dedicaban solamente a ellos mismos. En cambio, Abraham Abinu fue llamado por Hashem como “Mi querido”, porque tomó conciencia de que la persona no tiene vida perpetua; cuando se va de este mundo, todo lo que hizo para honrar a Su Creador puede (Jas Veshalom) quedar trunco. Por eso se esforzó más que nada para difundir la existencia de del Todopoderoso entre los demás seres humanos. Como figura en la Torá, que tanto él como su esposa Sará, alejaron a multitudes de las creencias idólatras, y los acercaron al reconocimiento del Reino Divino. Y hasta llegó a reprender a reyes importantes, porque éstos no impidieron a sus súbditos incurrir en el robo. Y si con reyes lo hizo, con más razón con cualquiera que tenía la ocasión de hacerle ver su error y ayudarlo a componerlo.
Por todo esto; porque se dedicó especialmente, con todo su ahínco, a que los demás entiendan que existe un Creador y que se conduzcan pos Sus caminos, fue que Hashem lo premió con un hijo como Itzjak. Y por eso también Yaacob, que apareció después, y los doce hijos de éste que conformaron la Nación Judía, todos ellos resultaron personas de una excelsa calidad espiritual.
Cada vez que invoquemos el nombre de nuestros antepasados para que sus méritos nos protejan, lo que tenemos que hacer, principalmente, es conducirnos como ellos lo hicieron: Inducir a nuestros semejantes a reconocer a la Torá como la única guía de nuestras vidas. Más aún cuando se trata de nuestros hijos, a quienes debemos enseñarles a servir a Hashem de todo corazón. De esa manera, gozaremos de los privilegios de este mundo, y del mundo venidero.