viernes, 18 de octubre de 2013
Recuerdos del pasado: “...hablar poco y hacer mucho”
15 Oct 2013 Escrito por Rab. Mordejai Maaravi de su libro “Debarjá Iair” Publicado en Parashá tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente
Recuerdos del pasado: “...hablar poco y hacer mucho”
Parashá VAIERÁ
Hablamos de Abraham. Nombre y hombre que, durante estas semanas y con la lectura
y el estudio de nuestra Torá, nos hace reflexionar. Ser humano que excede los "límites"
de sus propias perashiot para involucrarse con cada uno de nosotros, los hoy presentes,
los del pasado y, por supuesto, los del futuro.
Abraham es historia viviente, por sus hechos, por sus enseñanzas, por sus compromisos.
Porque va más allá de los sucesos relatados y no relatados. Porque en cada "acción
suya se inscribe una enseñanza para las generaciones", al decir de nuestros sabios.
"Ab hamón goim", tal es el significado de su nombre: "Padre-principio de una multitud de
pueblos". Es esa la esencia constitutiva de este hombre. Así nace Abraham. Así se hace
la humanidad que le es propia. A su lado, nos introducimos en el mundo de las mitsvot,
o sea, realizamos nuestra condición primera de ser fieles a la Voz Divina, e intentar
habitar éste, Su mundo, preservándolo, preservándonos. Y estos preceptos guían hacia
un encuentro con D's: los así llamados "Mitsvot ben Adam la Makom". Y es bueno conocerlos,
porque permiten conocerLo, conocer Su Voluntad, lo que Quiere de mí para
con Él. De otra forma, la vida para el hombre de fe sería un acertijo y la esperanza sólo
una cuestión de ficción.
Nos enseñaron "mitsvot nitenu letsaref bahen et haberiot". Los preceptos, las normas,
las no siempre aprendidas y comprendidas mitsvot, nos fueron dadas para "pulir a los
seres humanos", aunque también para "letsaref": unir, conjugar, vincular. Conforman el
mayor caudal de principios y normas : "Mitsvot ben adam le-jaberó", que regularán las
relaciones con el otro, con el prójimo-próximo, conocido o "ilustre desconocido".
Hoy queremos compartir esta cara de Abraham, nuestro padre: "Abraham Abinu", como
lo conocemos desde siempre, por ser el comienzo, por actuar con justicia, bondad y
verdad y, ante todo, por saber imponerlas entre sus descendientes. Llamarlo "Abraham
nuestro padre" supone mucho más que un simple vínculo genético.
En la vida de Abraham está Sará, su mujer, a la que se califica como Imenu: nuestra
madre. Tal vez porque, en los caminos que nos forman, los padres conforman un circuito
singular: Avot, en hebreo, además de "padres", significa "Principios".
Inútil será hablar de uno sin comprender que toda moneda tiene dos facetas. Ambos
lados reflejan, al decir del Midrash, una coyuntura típica: "...La moneda de Abraham
Abinu posee, de un lado, el rostro de un anciano y una anciana, y en su reverso, el de un
joven y una doncella". Distintas etapas, historias, experiencias; rostros animados por
surcos profundos, curtidos por lágrimas de tristeza o felicidad. Diversas miradas, sabiduría
e ingenuidad reunidas, belleza a la vista. Allí están Abraham y Sará al comienzo de
nuestra perashá estimando el valor más preciado: el de la vida, sus rostros, aspectos,
logros y frustraciones.
Cien años y noventa años, respectivamente, no nos llevarán a pensar en límites. La
cronología tiene tiempos, pero el ser humano puede dominarlos. Para eso -entre otras
cosas- fue también creado. Dominar el tiempo para compartirlo, con el otro y junto a
él. Al decir del salmista: "...Aún en la vejez prosperarán, frondosos y lozanos habrán de
permanecer".
Así la moneda de ellos, como su vida, como sus días, horas y enseñanzas. ¿Cómo apreciar
hoy esta moneda?
Pero vayamos a demostrarlo. Abraham y Sará reciben una visita nada inesperada, puesto
que nunca las visitas son inesperadas en ese hogar. Primera mitsvá de nuestra perashá:
"hajnasat orjim". La hospitalidad significa, en términos judaicos, que el oréaj -quien está
de paso- pueda sentirse como en su propia casa. Por ello se lo hace entrar, ingresa a la
casa de uno y no se lo recibe en la puerta, como se hace con los cobradores. La comparación
puede parece un poco prosaica pero es pertinente, al menos por esta vez.
Es esta una mitsvá y la demostración de su cabal cumplimiento. Recordemos que, en el
concepto rabínico vertido en la Torá Shebeal Pé (Tradición Oral), este precepto se halla
enmarcado entre "...aquellos que la persona cumple, disfrutando la vida de este mundo
mientras su acción perdura por la eternidad".
Traer invitados a nuestra mesa, compartir nuestro hogar con el transeúnte, nos hace
trascender. O sea, no sólo trascendemos por nuestras creencias y afirmaciones -que,
dicho sea de paso, son esenciales- sino y, por sobre todo, por aquello que hacemos.
Hacer es trascender para la Torá, nuestra Torá.
Y los tsadikim, "...osim arbé veomerim meat". Quiere decir que los hombres justos se
caracterizan, fundamentalmente, por una cosa: "hacen mucho y dicen poco".
Remitámonos, una vez más, al ejemplo de nuestra perashá. Abraham, recuperándose
del Berit Milá, Pacto de la Circuncisión realizado casi a sus cien años (noventa y nueve
para mayor exactitud), se apresta, en el tercer día, a avistar desde su tienda si hay
alguien a quien socorrer en el mediodía del desierto. Aparentemente son tres los hombres
que pasan a esa hora cerca de ese lugar.
Abraham corre presuroso a su encuentro, les ruega se acerquen a su morada para un
propósito: "...Tráigase ahora un poco de agua y lavad vuestros pies, y reclinaos bajo el
árbol; y yo tomaré un trozo de pan y restauraréis vuestro corazón. Después habréis de
seguir..." Agua, sombra, pan, descanso. ¿Hay algo mejor para el caminante en pleno
desierto?
Sin embargo, el texto nos relata que "...Se apresuró Abraham hacia la tienda -hacia Saráy
dijo: 'Toma pronto tres seim (medidas) de harina de flor, amasa y haz tortas'. Y hacia
el ganado corrió Abraham y tomó un ternero -tierno y escogido- y se lo dio al mozo...
Y tomó crema y leche, así como el ternero... y lo presentó ante ellos y él permaneció
de pie, cerca de ellos, bajo el árbol..."
De todo esto dedujeron nuestros sabios -de bendita memoria- aquello de "...los hombres
justos, hacen mucho y hablan poco". De las situaciones simples, de los hechos
cotidianos, de mi ser con el otro, con mi igual aunque, finalmente, sea un ángel de D's,
Su emisario.
Esta hospitalidad ha caído en desuso y no es bueno para los "descendientes de Abraham"
no practicarla. Tanto en la ancianidad como en la juventud las puertas abiertas significan
corazones latientes. Las casas que hospedan representan santuarios en miniatura donde
la Presencia de D's tiene cabida. Cuando uno se dice parte de un pueblo, debe formar
parte del mismo con sus actos, haciendo, no sólo diciéndolo.
No hay festividad, no hay Shabat, no hay momento para celebrar que no contemple el
mandato de Hajnasat Orjim. Cada fiesta empieza cuando doy lugar a alguien más, diferente
de mí pero idéntico a mis tradiciones como pueblo, para compartirla con él.
Compartir, partir el pan, algunas veces el de la "pobreza", otras, el de la riqueza, pero
nunca, jamás, el de la indiferencia.
Miremos a Abraham nuestro padre y a Sará que nos dio a luz, como dice el profeta.
Volvamos un poco al pasado, veamos un poco el presente, inclinemos a nuestro favor el
futuro, como individuos y como pueblo. Dos manos y una boca testimonian la diferencia.
Dos es el doble de uno en la matemática más simple. En los caminos de la Ética,
significa hacer el doble de cuanto decimos: por la justicia, por la bondad, por la paz, es
decir, por la verdad.
Rab. Mordejai Maravi de su libro "Debarja Iair"
Rabino Oficial de la OLEI.