miércoles, 16 de abril de 2014

Una noche que marca la diferencia


Distintas forma de celebración, pero una sola tradiciónDistintas forma de celebración, pero una sola tradición
BHN”V
La celebración de Pesaj inicia, en el calendario hebreo, un ciclo que se renueva. En la naturaleza es la primavera, que avanza sobre el gris y frío invierno y permite a los campos vestirse del blanco de los almendros en flor, que orgullosos mar- Lchan a la vanguardia de los frutos que maduran. En la historia, es la libertad la que esboza sus primeras notas que, conjugadas por el ser humano, darán como resultado la canción más hermosa, por lo simple, bello y magno que significa ser libre y poder ejercer esa libertad.
Naturaleza e historia se ven conmovidas, sacudidas de su letargo, cuando el clamor de una noche cobra vida por días y se adueña, poco a poco, de los meses y los años, para instalar a un pueblo y su lucha, en la arena de los hechos y en los ciclos de la vida.
La celebración de Pesaj es eso. Un momento en el que naturaleza e historia confluyen y nos muestran lo posible, lo plausible, lo real y lo ideal; una festividad en la cual todo viene a darse la mano y en la que el común denominador será el mismísimo Pan de la Libertad.
Pesaj se asocia con la Matzá, el pan ázimo, el pan del esclavo, de la pobreza y de la orfandad. Y girarán, alrededor de él, los días todos de la festividad, enseñándonos que ni los más sabrosos manjares pueden serlo de verdad cuando una mano y un látigo obligan a callar o cuando duele el cuerpo después de tanto castigo, de tanto dolor, de tanta indiferencia.
Si nuestra celebración también se asocia, desde su comienzo, con esa vieja melodía que anuncia elHa Lajmá Aniá… es porque al mostrar el pan, aún pobre y flaco, de la pobreza, la libertad empieza a cobrar sentido.
Para la tradición judía, querido lector, libertad es poder amasar el propio pan y dejar de depender de la “generosa mano” del torturador que esclaviza. Ese pan, producto del intercambio con la naturaleza, entre lluvias y soles, tierras y manos que sudaron los campos ajenos, viene ahora a ser nuestro, aunque no pueda leudar, porque el pueblo judío no puede ni debe retrasarse. ¡Ni un minuto más de esclavitud! ¡Un solo segundo de espera para que leude el pan y toda la libertad, proclamada y conjugada desde los Cielos, puede echarse a perder…! Ninguna espera, ni un solo segundo más…
La naturaleza le da paso a la historia, porque es a partir de tener lo qué comer en esta noche que podemos comenzar a narrar los hechos. Superada el hambre, que condena a la muerte inevitable, parece insinuarnos la Hagadá de Pesaj, recién ahí logramos ser historia, formar parte de ella y ser artífices de la propia, lo que no es poco. Pesaj es ser la historia o, tal vez, poder contarla; es sobrevivir al silencio mortal impuesto por el Faraón de turno, traspasar el umbral bañado en sangre y caminar los caminos de Abraham, de Itsjak y de Iaacov: caminos que hablan de promesas que asoman desde los Cielos, senderos que anuncian, a cada paso, la vocación de vivir, de continuar, de perpetuarse y de trascender. Pesaj es hablar y no parar de hablar, porque romper con la esclavitud es recobrar el valor de transmitir. Y nosotros, el pueblo judío, no podremos renunciar jamás al verbo porque transmitir, es decir, enseñar con la palabra y demostrar con los hechos, se ha transformado en sinónimo de vivir como judíos.
El deber impostergable de cada uno, como padre, como esposo, como hijo, es ser parte de la historia y convivir con nuestra propia naturaleza: ser es transmitir.
Cuando naturaleza e historia se conjugan en los días humanos comienza lo significativo y distintivo del Judaísmo: Kama maalot tovot la-Makom alenu… cantamos en la plenitud de la Hagadá. “¡Cuántas bondades y virtudes del Todopoderoso sobre nosotros!” Nosotros conjugamos algo más: el reconocimiento a nuestro D’s por Su Bondad, por Su Justicia, por Su recuerdo activo, por no olvidarnos.
Porque Pesaj llega para manifestar la Presencia y Acción del Creador en la historia –los hechos- y en la naturaleza -los milagros. Somos a partir de Él y con Él, saldremos a la libertad por Él. La gestión humana accionará los tiempos, el Deseo de D’s movilizará el destino y Jag ha-Pesaj nos conmoverá, una vez más, para que seamos artífices de nuestro destino y disfrutemos, apreciemos el regalo del tiempo.
Tiempo que comienza una noche que marca la diferencia. Espero que el lector comprenda el por qué…
¡Pesaj Casher ve-Sameaj!
* * *
LA LECCIÓN DE LA HAGADÁ
Al aproximarse Jag ha-Pesaj, en cada primavera israelí u otoño argentino, la asociación resulta inmediata. Lo primero que se “nos cruza” por el pensamiento es el símbolo activo de la festividad: laMatsá, el “pan de la pobreza” como ha sido definida, y, junto a ella, la obligada deducción, que prescribe nuestra Sagrada Torá, la de evitar comer todo leudo (Jamets) durante el tiempo total de la celebración.
Más tarde, con seguridad, comenzaremos a pensar en los preparativos y en la familia. ¿Con quién habremos de compartir ese “pan de la pobreza” y la historia que lo acompaña durante las noches y los días del Jag? ¿Tendremos suficiente lugar?, si es desde lo físico que surge nuestra preocupación. ¿Albergaremos suficientes ganas?, si nos preocupamos por la voluntad emocional y espiritual de celebrar ¿Con quiénes de nuestros amigos llevaremos a cabo el Seder? ¿Cumpliremos, por fin, con la invitación a los necesitados y pobres o, tal vez, a los “sin familia”, para que tengan, por una o dos noches, el calor de la amistad y la fraternidad?
Para otros, tal vez, será un momento de introspección, en el que se imagina un tiempo pasado y se reflexiona sobre la imposibilidad -física o espiritual- de compartir ahora el tiempo con un ser amado, hoy lamentablemente ausente.
Pero, de una u otra manera, todos, sin excepción alguna, nos veremos movilizados frente a un tiempo que nos convoca. Algunos se detendrán solo en los aspectos legales más rigurosos del día; otros, tal vez, concentrarán sus esfuerzos en querer descubrir - más allá de las restricciones clásicas- un sentido último a la esencia celebratoria de la fecha; algunos otros, con seguridad, permanecerán tan apáticos como en años anteriores, dejando pasar la ocasión de expresarse y sentirse parte de algo, de alguien, de ser uno mismo.
¿A qué nos referimos, querido lector? A que hay una suerte de reciprocidad personal con nuestros tiempos festivos, porque si bien tal o cual fiesta llega irremediablemente, por el paso del tiempo y del calendario, somos nosotros también los que debemos ir a su encuentro. Con distintos pensamientos, con diferentes actitudes y hasta modalidades disímiles, pero debemos siempre ir a su encuentro.
Al decir del poeta judeo-español Rabi Iehuda Haleví: “... Al salir a tu encuentro, a mi encuentro te hallé” : Be-tsetí likrateja, likratí metsatija.
II
¿Cuál es el punto de convergencia, entonces, para tantas y tan polifacéticas manifestaciones como las que se generan ante este tiempo celebratorio?
La tradición rabínica previó para esta circunstancia un lugar común, un terreno vasto y amplio para cada uno y uno de nosotros, donde aglutinar todos los aspectos mencionados y que tiene que ver con cuanta sensación se cruce por nuestra mente y por nuestro corazón al prepararnos para festejar. Sea lo táctil o lo auditivo, el presente o el pasado, la alegría o las tristezas, todo posee un espacio propio. ¿Cuál? se preguntará el lector
Un pequeño libro, que atesora un pequeño relato pero que porta una gran transmisión... Ese es el terreno propio, la Hagadá. Eso debe ser Pesaj para el común denominador.
Se me ocurre que podríamos decirlo -si se nos permite - de la siguiente manera: en Jag ha-Pesaj se nos brinda una única posibilidad de contar con un “libreto” en nuestras manos, a diferencia de otras ocasiones y tal como en Pesaj, donde tenemos un Ritual de Oraciones (Sidur) que acompaña nuestra comunicación con el Todopoderoso, que cada uno intenta a su manera, en silencio o en comunidad.
La Hagadá nos permite un reencuentro con el pasado, una vivencia del presente y una mirada hacia el futuro.¿Cómo? Estando juntos, nosotros los humanos, en derredor de una mesa en cuya cabecera se encuentra la Shejiná, ni más ni menos que la mismísima Presencia del Creador.
Porque todos, sin excepción, y ese debe ser el objetivo, contamos con una posibilidad única, por espacio de unas horas: la de compartir no solo una mesa sino los tiempos, las experiencias, las expectativas y las frustraciones de todos los comensales. Y así enseñamos, sea leyendo, cantando o escuchando las voces de cuantos se integran en la magia de una noche, un camino con demasiadas huellas ya, Gracias a D’s.
Pero, ante todo, estamos y nadie debe faltar a la mesa, dado que allí nace, una y otra vez, la hermosa ilusión de que todo puede volver a ser todavía. En torno a ella se renueva la esperanza, donde hubo desesperanza; allí es donde interponemos, al hasta entonces preferido “cada cual hace su juego”, las reglas de un juego limpio, límites que garantizan la existencia del individuo y del grupo. Empezamos, en síntesis, a conjugar comunidad.
También es allí donde todo deja de ser casualidad para comenzar a encauzarse. ¿Cómo? se preguntará el lector. Teniendo un pequeño libro en la mano, acariciando una a una sus hojas, recorridas tal vez por generaciones; encontrándose con las huellas de un abuelo o de una abuela en esos libros amarillentos que poseen un fuego sagrado en su interior.
Y habrá que leerlo, recorrerlo, cantarlo, sin apremios, sin apuros, sin vergüenza. Una sola vez debimos “comer apresurados”: fue en Egipto, la noche de la liberación, pues era menester salir hacia la libertad. Pero ahora ya somos libres y no hay apuro. La mejor forma de alimentar la libertad es relatándola a todo aquel que nace libre. La mejor forma de preservarla es haciendo ingresar al hombre libre bajo la Protección de D’s y el “Yugo Celestial” -Ol Maljut Shamaim-, que es la excelencia de esa libertad.
Solo a la luz de una libertad que nos hace caminar hacia la responsabilidad y ser sensibles -física y emocionalmente- a la Voz Celestial que desciende desde la alta montaña hasta los corazones de cada uno y uno del pueblo de Israel en el Monte Sinaí (Kol gadol ve-lo iasaf al decir del texto, “una Voz potente e infinita”) es que podremos prestar testimonio en esta sagrada noche. Una noche que es sensiblemente “diferente a las demás noches”, al decir de este pequeño y monumental “libreto”, nuestra Hagadá.
III
La Hagadá de Pesaj es la letra de la libertad. Nuestro relato, madurado cada año y Leer y cantar, contar y aprender, asombrarse y recordar, mirarse en el espejo de las generaciones y sentirse en medio de una multitud de anónimas voces y latidos, todos aliados de una melodía, de una letra, de un deseo.
La Hagadá es el canto de la libertad. Nuestras voces, un coro animado de almas que se unen para insuflar vida en una historia que solo supo de dolor y de muertes. La Hagadá es un anhelo, el eterno deseo que palpita en lo profundo del ser judío, aquel anhelo de unirse -en cuerpo y alma- con una “novia” con la cual se ha pactado una cita desde hace siglos: la bella y amada Jerusalem, que siempre espera. La Shaná ha-baá -el año entrante, decimos. Un año más, parecemos susurrarle desde nuestra Hagadá, cada Pesaj. Un año más para ser más, un año más para poder cantar, pero “de locales”. Ierushalaim siempre espera, en cada una de nuestras Hagadot, en cada uno de nuestros cantos, en cada deseo hecho palabra y en cada palabra hecha melodía.
Se acerca el tiempo de la Hagadá. Quiera Él que, entre las inmediatas asociaciones con la festividad, esté ella. Porque Hagadá, queridos lectores, más que un cuento, es la primera lección que debemos aprender en la vida como seres libres: libertad es aprendizaje, es aprender a transmitir; libertad es confrontar, una noche y todas las noches y días, la noble y ardua tarea que nos encomendó el Todopoderoso: ve-shinantam lebaneja, ve-dibartá bam. La tarea de transmitir una tradición a nuestros hijos por medio de la palabra, de hacerlo personalmente y sin miedos, tomando un Libro en nuestras manos Dedicándole tiempo en nuestro día o nuestra noche y haciendo, en la medida de lo posible, que la Hagadá sea una lección de presente más que un seguro para el futuro.
Todas las preguntas que se formulan en este pequeño pero sabio libro están hechas en tiempo presente. Son válidas para ayer, hoy, mañana, siempre en presente.
¡Jag ha-Jerut casher ve-sameaj!
Rab. Mordejai . Rab. Oficial de la OLEI

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