viernes, 15 de marzo de 2013

Lo bueno, malo y feo de los latinoamericanos en Israel

Latinoamericanos en Israel. La integración no es fácil Tenemos nuestro lado bueno, pero también el feo. O lo que nos sobra. O lo que nos falta. En este especial hacemos una mirada crítica y honesta de los que somos y como nos vemos nosotros mismos, los latinoamericanos en Israel. LO FEO MAS EXPECTATIVAS MENOS TOLERANCIA Para algunos latinoamericanos en Israel, quejarse y renegar de la vida en Israel, se convirtieron en actos tan normales como ponerse los zapatos o bostezar en las primeras horas del día. No desaprovechan oportunidad para decir que la plata no rinde o "mirá a estos israelíes como gritan y empujan". Y siguen: "Que el tiempo no alcanza o son humillantes los trabajos que me ofrecen". Si no es aquello es lo otro. Es como si vieran la vida a través de unos lentes oscuros y rayados. Sin color y brillo. No se puede negar: la vida en Israel no es fácil y mucho menos al principio, cuando uno siente que ha llegado a otro planeta. Un planeta donde hay otras rutas de buses, otras letras impresas en la portada del periódico y donde algo tan simple como llevar los muebles a la nueva casa o leer la cuenta de electricidad, pueden convertirse en una aventura con el sabor amargo que a veces deja el Medio Oriente. Eso sin contar las noticias de guerra o de atentados terroristas que se intensifican en ciertas temporadas. Lastimosamente los quejidos no resuelven nada sino van acompañados de acciones. Es más, si se prolongan, antes indisponen el alma. La propia y la de los demás. Además de los lamentos, convierten a la nostalgia en su mejor amiga y no paran de recordar lo buena que era la vida allá. Muchos de nosotros los latinoamericanos en Israel olvidamos algo básico que alguna vez mencionó Irina Mogilerskaya, una joven inmigrante rusa en los Estados Unidos: "Para nacer en un nuevo lugar, uno tiene que morir en su propia patria". Aunque suene duro, es así. Vivir en una nación nueva, implica empezar de cero, investigar, construirlo casi todo. Sin pleitesías, tratos especiales o comisiones de recibimiento esperando en el aeropuerto Ben Gurión. La tendencia a ver el lado feo del país, es mucho más común entre los inmigrantes que llegaron al país por motivos económicos. Generalmente son ellos quienes tienden a esperar más del país y a tolerar menos. Quieren más dinero en la cuenta, más aportes. Esto mismo lo dice con otras palabras uno de los porteros latinos que ha trabajado en la sede de la Agencia Judía en Jerusalén por más de 15 años. Y ante las negativas, vienen la frustración y las críticas contra el país. Olvidan que quizás ningún país en el mundo, abre las puertas y entrega dinero a alguien por el hecho de ser judío. Los seres que abandonaron su lugar de origen motivados por el sionismo, el gusto por el judaísmo, la tradición o por una de las tantas cosas que ofrece el país, suelen quejarse menos. Esto puede compararse cuando se observan a latinoamericanos satisfechos y a grupos de inmigrantes provenientes de países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia. Muchos de estos están convencidos que sólo se puede ser verdaderamente sionista estando en Israel y vinieron siguiendo su corazón. Llegaron buscando una pareja para compartir la vida, prestar el servicio militar o para vivir una vida judía tal y como la soñaron. Y aunque uno podría decir que la vida es mucho más cómoda cuando se llega con una buena cantidad de dólares en el bolsillo, hay algo que sorprende. Cuando el tiempo pasa y la opulencia se convierte en algo del pasado, muchos de estos inmigrantes asumen la vida tal y como viene. Por eso no es extraño verlos limpiar su casa, cargar las bolsas del supermercado como todos y vivir en un apartamento de un barrio modesto. Algunos de ellos o sus familias, no reniegan ni expelen todo su veneno contra el país, ni siquiera en los momentos difíciles. Un ejemplo de esto, es el caso de Michael Levin, un joven de Filadelfia, Estados Unidos cuyo amor por Israel lo llevó a abandonar su casa y su familia en los Estados Unidos. Michael llegó a prestar el servicio militar y defender su país. Casi no sabía hebreo y vino sin familia. En la pasada guerra del Líbano, pidió a su comandante, enviarlo a la zona de combates. Cuando su familia supo que un misil acabó con su vida y sus sueños futuros para siempre, no se llenaron de rabia ni arremetieron en contra del ejército o el país. Antes lo contrario, en este momento distribuyen un video por las distintas comunidades judías norteamericanas en las que se muestra la vida de Michael y con el que se busca estimular a otros inmigrantes a hacer aliá y a seguir las ideas sionistas de su hijo. Aunque prefiero mirar el lado bueno de las cosas, me piden que mencione la parte fea, la desagradable, la no tan destacada nuestra. Y pienso en dos: la envidia y la competitividad. A veces escucho conversaciones y de gente que pregunta en qué trabajas, cuánto ganas, en qué nivel de hebreo estás. Preguntas con las que supuestamente se pretende catalogar qué tan exitosa es la aliá propia con relación a la de los demás. No niego que los indicadores económicos, la fama y la riqueza son indicadores del éxito en la vida. Pero no los únicos. Una aliá o una vida exitosa también puede medirse por las buenas y nuevas amistades construidas, por la pareja que se encontró y con la que se comparte la vida, por los hijos que vinieron, por la posibilidad de gozar con el jardín, los días de playa, los pequeños placeres o las pasiones propias. ¿De qué sirve hablar un hebreo perfecto, terminar una carrera universitaria o tener la cuenta bancaria llena cuando hay soledad, angustia, no hay amigos sinceros o buenas relaciones con la familia? Pero por fortuna no se puede generalizar. En Israel, se pueden encontrar decenas de inmigrantes latinoamericanos que llegaron para aportarle al país, para ayudar a construir, a sostener, para transmitirle lo bueno que hay en sus vidas. Almas que han aprendido a encontrar aquellas cosas simples que también los hacen felices. Seres que creen en aquellas famosas palabras de Theodoro Hertzl: "Si tu quieres, eso no será un sueño". LO BUENO EN ISRAEL NOS QUIEREN Jana Beris Es medio incómodo escribir esta parte de la nota, a menos que a uno no le moleste aparecer como totalmente falto de modestia. Y claro está que lo digo en referencia al colectivo del que somos partes: La aliá latinoamericana a Israel. Es que damos por sentado que hay mucho de bueno. No será engreído reconocerlo. En realidad, lo que han traído los olim, se juntó, en una exitosa combinación, con un país tan especial y poco común como Israel. Aún teniendo esto tan claro -que hay mucho de bueno en la aliá latina-, es difícil saber por dónde empezar a explicar. Por lo tanto, optaré por recurrir a otros. O sea, presentaré como clara explicación, la reacción de los sabras y otros israelíes. Es que es indudable: en Israel, nos quieren. Pero el tema va mucho más allá de los jovencitos -más que nada las jovencitas- que cuando oyen nuestro acento sudamericano (habría que decir "latinoamericái") saltan a comentar algo de la última telenovela que vieron en el Canal Viva. Va más allá de los comentarios sobre la linda forma de cantar cuando hablamos en hebreo (porque claro está que no es sólo la "R" o fuerte "reish") o de lo dulce que suena el idioma español. Tampoco se limita al amor por los viajes de los israelíes como mochileros a Tierra del Fuego o Machu Pichu. Ni al gusto por la carne o los nachos. Estas son, claro, expresiones de ese cariño y de cierta profunda afinidad. Pero más a fondo, hay un aprecio básico por el latinoamericano, sobre el que se comenta acá en términos casi siempre positivos. En Sudamérica tendremos la fama de la sagrada siesta, pero en Israel, los olim latinoamericanos son vistos como gente trabajadora y dedicada. Los ciudadanos israelíes de origen latino que se destacan en distintas áreas del quehacer nacional, son un vivo ejemplo de ello, desde la medicina nuclear hasta la agricultura, el arte y la academia. Pero quizás uno de los elementos más claves para explicar la buena integración del inmigrante latinoamericano en Israel, es la combinación que suele haber entre su deseo de ser parte integral del Estado judío que lo recibió como si aquí hubiera nacido, y su intención de no perder por ello su identidad original. Se puede amar mucho a Israel y estar orgulloso de haberse convertido en uno de sus ciudadanos, sin olvidar ni por un momento la tierra de la que vinimos y que nos vio nacer, con el cariño aún en el corazón Así lo siento yo muy claramente en relación a mi querido Uruguay natal, por más que sea Israel hoy mi hogar para siempre. LO QUE NOS SOBRA ENTRE LA AMABILIDAD Y SER "FRAIER" Verónica Oberlander Una evaluación de nuestro supuesto comportamiento "excesivamente educado", basada en hechos reales. Primer escenario: Trámite en el banco, y discusión entre un israelí y un latinoamericano. -Discúlpeme señor, yo estaba antes en la fila. -Sí, pero yo había hecho la otra fila y resulta que me había equivocado de sección. Por eso ahora me corresponde ser el primero. - Con todo el respeto, no me parece que el hecho que usted se haya equivocado le da derecho a ser atendido antes que todas estas personas que están esperando aquí hace más de media hora. - Señores, estoy esperando. No importa quién de los dos, pero resuelvan su problema y que uno pase al mostrador. -No hay problema, no tengo ningún apuro. Me quedaré todo el día aquí parado hasta que me atiendan a mí primero. La discusión continúa, subiendo de tono cada vez más. Intentas explicarle al señor que lo que está ocurriendo es una ridiculez. Como si a él le importara...Hasta que comprendes cuál es la gran diferencia entre él y tú: El está dispuesto a hacer todo para ganar la batalla. En cambio tu, estás dispuesto a hacer todo -hasta ceder tu lugar- para evitar un escándalo. Y es así que, dejándote vencer por la vergüenza, le cedes al señor injustamente tu lugar, invadido por una sensación de frustración y preguntándote cómo hubiese terminado esta situación si no hubieses dado el brazo a torcer. Segundo escenario: el código israelí del servicio al cliente Te encuentras frente a un representante de una compañía de teléfonos celulares y tu objetivo es reclamar la devolución de un dinero que te cargaron incorrectamente. Le explicas lo que ocurrió con voz serena y de forma educada. La respuesta que recibes es "seguramente haya sido un malentendido, nuestro sistema no comete errores. Que pase el que sigue". Al lado escuchas que un israelí se queja por lo mismo pero a gritos y amenazas. El sí logra conseguir su objetivo. Es así que aprendes la lección: Si quieres hacer valer tus derechos, conviene que levantes la voz y es recomendable que hagas un escándalo. Las formas y los modales no te traerán ningún resultado. Y hay que reconocerlo: La técnica de los gritos tiene éxito, lastimosamente. La pregunta no es qué es lo que está bien y lo que está mal, sino las consecuencias de un comportamiento que huye de los escándalos provocando la injusticia, que conserva las formas hasta el punto de no hacernos valer. Lo que es un hecho, es que este afán de ser corteses es lo que muchas veces nos hace sentir el pie del prójimo aplastándonos la cabeza y sin ninguna duda, nos causa varias jaquecas. LO DESTACADO PARTE DEL AIRE Clody Plotnitky Si algo no es fácil, es "ser judío" en la diáspora. Ni se imaginan lo difícil que es ser "israelí" en el propio Estado de Israel. Entre los códigos que sólo los que hacen el ejército entienden, entre los problemas sociales de un "kibutz galuyot" tan heterogéneo como particular. Pero sin embargo, y a pesar de los obstáculos de todo nuevo inmigrante en Israel, el latinoamericano paradójicamente se destaca en que más allá del "ruido que hace", pasa casi desapercibido. Pasa inadvertido porque está siempre integrado a lo cotidiano. Lee los diarios y escucha la radio en hebreo sin esa facilidad que tienen los olim rusos donde todo está traducido o los anglosajones que viven en "Artzot Hivrit". Ese "teórico obstáculo" es lo que sin darnos cuenta hace que el latinoamericano se integre más al no tener otra alternativa que "vivir en hebreo". Y además, está la idiosincrasia del sudamericano. Esa forma de ser de no tener prejuicios y conquistar las multitudes con su "sex appeal". Yo vivo en el Moshav Salit, cerca de la ciudad árabe Tira. Y cuando voy a comprar carne (asado de "Tira"), a lo de Faher, o a lo de Yusuf, oigo que ellos hablan un poco el castellano y ya se saben de memoria los nombres de todas las partes de la vaca en español. El sudamericano ya puso su marca y conquistó entre chistes y risas a los ciudadanos árabes locales. Lo bueno del sudamericano en Israel es que mira adelante "sin olvidar" nunca de donde vino. En hebreo kadima (adelante) tiene la misma raíz que kedem (pasado) y no de casualidad. No podemos ir "adelante" sin llevar en nosotros todo lo que fuimos y todo lo que fueron nuestras vivencias en los países que nos vieron nacer y crecer y que amamos como se ama siempre a "la primera novia". Hoy no existe "mangal" (asado) en Iom Haatzmaut (Día Independencia) sin chimichurri, ni sufganiot en Jánuca sin "dulce de leche". El sudamericano en Terra Sancta no sólo incorporó parte de su folklore al lugar, sino que él es parte del mismo. El israelí no nos ve como "el sudaca" en Europa o "el ruso" en Sudamérica. El latinoamericano en Israel es "parte del aire", como cantaba Fito Páez. El mismo que cantaba: "Todo es una cuestión de actitud, tenerlo todo o no tener nada". Y nosotros, con nuestra actitud de relacionarnos y de golpear puertas hasta que se abran y de amar a primera vista sin prejuicios a esta Tierra Prometida que "nunca nos prometió un jardín de rosas", logramos llegar a un "Amor después del amor" (citando otra vez al cantante rosarino). Aquí nos destacamos por nuestra forma de ser, por nuestra falta de prejuicios y por nuestro amor incondicional a esta Eretz Israel iafá... MI OPINION CREEMOS SER PICAROS, PERO ELLOS SON LA "IMA" DE LOS PICAROS Diego Grodzicki Diego, que vive en Tel-Aviv, ve al latinoamericano como una persona muy conformista. Y asegura que el israelí saca ventaja de eso. "No tenemos sentido de competencia, agarramos el primer trabajo que encontramos; el israelí se aprovecha de nuestra ignorancia de lo real". "Yo vine de Francia con un título y no sabía cuánto valía mi potencial, y así como yo, todo olé viene con una idea de socialismo, cree que la gente te ayuda pero no es así. Esto es una selva donde el más pícaro gana. Nosotros pensamos ser pícaros pero ellos son más pícaros que nosotros" "Mirá, la cosa es así –dice recostado con un pié sobre el sofá de cuero– el latino tiene que ser más guerrero y un poco más egoísta, pensar en ser individualista; el israelí te caga cuando te tiene que cagar". La hora de entrar a clase ha llegado, Diego se levanta y saluda sobre sus pasos a dos amigos israelíes que nos cruzan. Perdiéndose entre las puertas del aula no duda en agregar, "El latinoamericano tiene que aprender lo que el israelí entiende por seguridad y aceptar las consecuencias que conlleva vivir en una sociedad en constante alarma". Diego es uruguayo, estudiante, vive hace 4 años en Israel Eduardo Zalovich Hacer aliá no es fácil, incluso para aquellos que vienen a Israel como sionistas convencidos, seguros de que su destino y el de sus hijos debe estar aquí. Todos sabemos que el principal motivo de la aliá, en los últimos tiempos, fue la difícil situación económica, más que una convicción ideológica. Esto no tiene nada de malo, pues como judíos tenemos pleno derecho a venir a Israel. Y el hecho de optar por Israel en lugar de otro destino tiene que ver con nuestra identidad judía. En lo personal, el desafío de la absorción es difícil para todos. Se deja atrás familia, amigos, idioma y un país que era -y sigue siendo- nuestro. Por lo tanto, quizás el primer elemento que nos falte, o del que hay que ser muy consciente, es de que vamos a sentir un vacío. Se extraña y se valoran las cosas -grandes y pequeñas- que antes nadie atendía. Otro punto importante es entender que en la mayoría de los casos, los trabajos que se deben realizar en Israel serán muy diferentes a los que se tuvieron antes. Mientras mejores hayan sido, más difícil adaptarse a los trabajos que están al alcance de los olim en los primeros años. Sin duda puede ser muy frustrante para un profesional. Pero es una realidad que hay que incorporar. Al menos hasta que se revaliden los títulos y se domine el hebreo. Saber hebreo, estudiarlo y practicarlo es la clave para adaptarse a Israel. Además, hay un punto que muchos latinos parecen pasar por alto. Es el hecho de que nosotros no somos inmigrantes aquí. No en el sentido, me refiero, en que lo fueron nuestros abuelos, que eran extranjeros durante muchos años en el país al que llegaban. No existen israelíes de primera, segunda o tercera. Desde el mismo momento de salir del aeropuerto, somos ciudadanos con plenos derechos. Somos tan israelíes como alguien cuya familia lleva generaciones en Jerusalén. Por lo tanto nos falta ser más conscientes de nuestros derechos en todo momento. Y un último aspecto, y más desde un punto de vista institucional. El elemento que nos falta es una mayor capacidad de hacer lobby, de hacer presión para defender nuestros intereses particulares como grupo. Si bien la OLEI cumple una función muy destacada desde el punto de vista social, debería también presionar para que el idioma español se use más en todas las oficinas de gobierno y en las páginas web oficiales. Otro elemento que nos falta, es el de poder tener más canales de televisión en español, que se sumen al bastante malo (y anti-israelí) de TVE. Seguramente pueden incorporarse canales de países latinoamericanos si se encara con firmeza a las empresas de cable. Al fin y al cabo hay varios canales en francés, italiano y alemán cuando los olim que hablan esos idiomas son menos que nosotros numéricamente. Ni mencionemos en ruso, claro. MI OPINION NO NOS FALTA NADA PARA SER TZAVARIM Sergio Hoffman Para Sergio el latinoamericano es el único olé que puede adaptarse con más facilidad en comparación a otros grupos étnicos, y que la falta de hebreo no es un obstáculo para integrarse. "Desde que llegué la gente me hablaba despacio y se aseguraban de que entendiera, nunca fui al ulpán y entendía poco. A veces discutíamos por mal entendidos pero siempre los solucionábamos. Yo no tuve problemas para adaptarme a la mentalidad y no creo que a los latinos le sea muy difícil asimilarse". Sergio tiene la fuerte convicción de que al latino, fuera del idioma, no le falta nada para ser un tzábar (nacido en Israel). Por el contrario, dice que el israelí debería aprender algunos de nuestros artes. "Si existe una diferencia entre los dos, es en el amor; el latino es más caballero y sabe comportarse frente a una mujer. El israelí es un desastre. Y por otro lado, la mujer latina es mejor que la israelí, no son tan fáciles" El año en que Sergio llegó las cosas eran diferentes. No había muchos latinos en ese entonces y él se tuvo que desarrollar en un círculo israelí, haciéndolo perder contacto con sus orígenes y consecuentemente buscar similitudes y no diferencias. "Llevo años aquí en Dimona que es un pueblo chiquito y no es como vivir en Argentina; pero desde el principio me adapté muy fácil. Cuando era joven tenía que trabajar, acostumbrarme y seguir adelante y hoy me siento más israelí que argentino". Sergio es argentino, jubilado, y tiene 43 años viviendo en Israel. MI OPINION MAS JUNTOS QUE REVUELTOS Jonathan Grimberg Adrián Bromiguer de Kfar Yona, al llegar a Israel, laborando en oficios, interactuó con gente de un nivel intelectual diferente, y a pesar de que le fue difícil hallar esa sintonía fina, buscó la forma de encontrar simpatía en los locales. "Uno puede mirar la botella media llena o media vacía. Es cierto que no puedo hablar con gente sobre ciertos temas que me apasionan, pero muchos son "gente bien" y te cuentan cosas que son interesantes: su visión de la realidad, su pasado, su familia. Y a veces hay historias que son muy impresionantes". "Cuando el israelí te cuenta sobre cosas cotidianas, uno en cierta forma va echando raíces, conociéndose y sintiéndose más en casa". Para Adrián uno de los problemas principales del latino aquí es la inexistencia de unidad comunitaria. "Se está repitiendo el mismo error que en Latinoamérica: falta de cohesión para hacer fuerza y lograr objetivos, lo que nos lleva a no tener proyección como comunidad a un nivel macro. Permanentemente oigo sobre lo que Israel le da al olé, pero nunca he oído sobre un proyecto de la comunidad latina orientado a generar un vínculo con Israel. Los latinos en Israel no tenemos un orden para las cosas, divagamos mucho, perdemos mucho el tiempo, "nos sentamos a tomar el mate con galletas". El israelí le gusta saber cuál es el objetivo y a dónde quiere llegar. Nosotros no definimos. Nos faltan elementos para competir, por eso tomamos trabajos inferiores a nuestras capacidades, y a medida que vamos creciendo nos damos cuenta que no somos lo suficientemente asertivos como la sociedad israelí necesita". Adrián es argentino, diseñador industrial, tiene 5 años en el país LO DISTINTO LO QUE NOS DIFERENCIA ENTRE LOS LATINOS EN ISRAEL Julio Bircz El director de Piedra Libre me pidió que hable de la diferencia entre los latinos que pueblan nuestra Tierra Prometida y, por primera vez, estoy decidido a hacerlo en primera persona. Es que soy parte de ellos, una orgullosa parte de inmigración Iberoamericana que aporta su granito de arena a nuestra Mediná. Desde el mismo día que llegué percibí que los israelíes me trataban diferente. Ser "sefaradí" en este país por hablar el idioma de Cervantes tiene sus ventajas. Y a todos nos catalogan como "dromamericaim" como si fuéramos todos lo mismo. ¿Pero cómo tendría que definir las diferencias que hay entre nosotros, para que se vea que no somos lo mismo? Es muy difícil, porque el latino tiene en común una simpatía natural, un apego muy grande por Israel, una educación poco acostumbrada a los gritos para demostrar quién es el que más sabe, así como un respeto por los mayores que no siempre coincide con el israelí. En fin, estoy tratando de marcar diferencias entre nosotros y termino hablando bien de nuestra colectividad. Pecaré de falta de modestia. Pero ¿Tendrá algo que ver con mi origen? Evidentemente sí. Se me escapó el argentino de adentro (y esa ya es una diferencia). Dentro de la "colonia" latina los argentinos somos mayoría (¿70 u 80%?, otra diferencia). Claro que no es lo mismo un argentino porteño y uno del interior del país . Los de Buenos Aires somos insoportables para los provincianos y nosotros los tratamos de gringos a ellos. Cerca están los uruguayos que son más recatados, aunque hay que anotarles que se destacan por ocupar cargos importantes en Israel en distintas actividades. Lamentablemente sufren el "karma" de ser llamados "argentinaim" por los israelíes (y no lo soportan, por supuesto). Los brasileros, fieles a su espíritu, hay que admirarles que tienen un kibutz casi exclusivo y fundado por ellos (Bror Hail, cerca de Sderot), y por donde andan hacen ruido, aunque se integran con los israelíes. Las guerras con el resto de los latinos por sus triunfos futbolísticos fueron trasladadas desde Sudamérica hasta Eretz Israel (son insufribles cuando ganan algún torneíto).Los colombianos no pueden dejar de sonreír y ser amables (al igual que los peruanos y chilenos) porque lo traen desde la cuna, aunque es imposible entender sus modismos lingüísticos. ¿Quién sabrá lo que quieren decir con esto de "chévere", "¿quiubo?" o "vieja" cuando denominan así a una chica? (Si supieran que lo correcto es decirle "Piba"). Pero todos, absolutamente todos (salvando a los ya nombrados brasileros) tenemos un acento característico que se nos nota al pronunciar el léxico de Ben Yehuda. En fin, diferencias hay muchas y sería engorroso ahondar en ellas. Son casi todos buena gente. Buenos judíos y buenos sionistas. Aunque es cierto que no todos se pueden comparar con nosotros, los argentinos. Nuestra humildad y modestia se destaca a la legua. Seguir hablando de nuestras cualidades sería una redundancia. Así es que me despido de la tarea encomendada por el director (que es colombiano) sabiendo que al leer estas líneas va a tomar la dulce decisión de decirme: Che, vos, argentinito, ¿Porqué no te vuelves a tu tierra a enterrar tu fanfarronería y nos dejas a nosotros, los latinos orgullosos de ser inmigrantes, hacer la mediná que tanto se merecen los judíos? (Será que con esto me despiden de Piedra Libre?) MI OPINION ¡COME! Y SI NO TE GUSTA ¡VETE! Jonathan Grimberg Para Eduardo Missri el problema empieza en el shock cultural. "En Latinoamérica estamos acostumbrados a ciertas normas de urbanidad y cuando llegas los israelíes te parecen muy agresivos. Aquí la gente no te va decir ¡sí, estoy de acuerdo!, te dicen lo que piensan, te tiran el plato y te dicen ¡come! y si no te gusta ¡vete!" Para él este fenómeno desanima al olé y eso hace que el latino justifique una búsqueda de reparo, "este país te da mucho, como ninguno, nos quejamos de que no recibimos suficiente; tenemos que dejar de quejarnos y esmerarnos para entrar a la sociedad israelí". No sólo conseguir lo que nos falta sino quitar lo que nos sobra. "Lo primero es aprender bien el idioma y buscar un trabajo lo más cercano posible a tus habilidades o a lo que has estudiado. El latino siempre ha sido flojo en todos los aspectos, le gusta que todo se haga por sí solo y ese bloqueo mental aquí no existe". Eduardo cree que la burocracia en Israel y México es parecida, pero en Israel es más difícil enfrentarla en lo cotidiano. "Una vez quería retirar mi dinero del banco y me dijeron que no me lo podían dar, empecé a gritar y a exigir y me lo dieron, ahí me di cuenta que simplemente no querían hacer la transacción. Tenemos que saber cómo y cuándo reclamar". Eduardo o "pelos", como es conocido por sus amigos latinos e israelíes, sugiere que las mujeres en Israel llevan la delantera. "Aquí ellas son más libres e independientes, no me refiero a que sean más fáciles; pero en México existe el problema del machismo que limita a las mujeres por ejemplo, a no poder tener relaciones sexuales antes de casarse". http://www.anajnu.cl/latinoamericanos.htm