domingo, 31 de marzo de 2013

La visita de Obama a Medio Oriente y una nueva realidad

Emilio Cárdenas - Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas. El presidente norteamericano Barack Obama acaba de completar su primera visita a Israel y Palestina. Allí confirmó, sin rodeos, su compromiso con Israel en el sentido de que no permitirá que Irán se transforme en una potencia con armas nucleares. En cambio, sobre el proceso de paz de Medio Oriente se limitó a decir estaba en una visita "para escuchar", señalando asimismo que las partes debían abstenerse de dar pasos unilaterales capaces de afectar adversamente las posibilidades de las conversaciones de paz. Sin aludir concretamente a los asentamientos israelíes, ni a los esfuerzos de Palestina por ser reconocida internacionalmente como Estado independiente, la referencia de Obama parecería incluir a ambos temas. Sin embargo, lo cierto es que la incertidumbre sobre lo que finalmente sucederá en Siria, la fragilidad de la situación actual en Egipto y las elecciones iraníes del mes de junio próximo abren interrogantes de gran magnitud sobre las posibilidades inmediatas de avanzar, con pie firme, en dirección a la paz. Por lo demás, la situación política doméstica en Israel también ha cambiado. Mucho. La conformación de la nueva coalición de gobierno que lidera Benjamin Netanyahu sugiere que hasta puede bien no haber una visión absolutamente unificada sobre cómo avanzar ahora en las conversaciones de paz. Después de las elecciones del 22 de enero pasado y de una lenta y trabajosa negociación entre distintas fuerzas políticas, Netanyahu pudo -apenas pocas horas antes del vencimiento del plazo legal- anunciar la conformación de una nueva coalición de gobierno para Israel. Ciertamente distinta de todas aquellas que se conformaron desde 1977. Porque en ella -por primera vez, desde entonces- estarán ausentes los partidos políticos que representan a los ultraortodoxos. La nueva coalición que acaba de conformarse tiene control sobre 68 de las 120 bancas que, en total, constituyen el llamado Knesset, el parlamento israelí. Y opera con un gabinete algo menor que el anterior, integrado por sólo 22 ministros. La prioridad de gobierno inmediata es, aparentemente, la economía. Para Israel, poner la casa en orden, entonces. Lo que supone atacar el elevado costo de vida, mejorar la competitividad de la economía en general, así como la atención de las necesidades de todos en materia de educación y vivienda. Al menos por un rato, estas urgencias presumiblemente dominarán el debate político e impulsarán la acción del gobierno. El proceso de paz, que está claramente empantanado, no será ciertamente ignorado pero podría entrar en una suerte de compás de espera táctico. La prioridad de gobierno inmediata es, aparentemente, la economía En ese particular escenario doméstico, los partidos seculares israelíes enfrentarán la resistencia de los ultraortodoxos tan pronto como intenten cumplir su promesa electoral de integrar a los ultraortodoxos en los deberes militares de todos y suprimir los subsidios que -hasta ahora- les han permitido decidir lo que, en materia de trabajo, ellos desean efectivamente hacer. Por esto, la relación entre ambos grupos podría volverse tensa. De alguna manera el propio Netanyahu definió bien la próxima etapa, al señalar que las prioridades de la nueva administración serán "la seguridad de Israel y el mejoramiento de la calidad de vida de sus ciudadanos". El poder político de Netanyahu (y, consiguientemente, el de su partido, el Likud) ha disminuido. Los líderes de los partidos jóvenes que han ingresado a la administración están de pie, junto a él, en el centro mismo de la escena doméstica. Con gran visibilidad. Hablamos, en particular, del joven líder nacionalista Naftali Bennett -un ex dirigente de quienes viven en los llamados "asentamientos"- que, pesimista respecto del proceso de paz, postula anexar buena parte del territorio de Cisjordania al de Israel. Lo que obviamente no podría prosperar si las conversaciones de paz transitan por los carriles tradicionales. Hablamos asimismo de Yair Lapid, el fundador de un nuevo partido secular (Yesh Atid), que parece haber prendido fuerte entre la clase media urbana de Israel que -a diferencia de Bennett- postula el pronto regreso de su país a la mesa de las negociaciones de paz de Medio Oriente. En esto, Lapid deberá enfrentarse con el gran aliado de Netanyahu, Avigdor Lieberman, quien aspira (superada que sea una investigación judicial por fraude, por la que ha debido salir temporalmente del gobierno) a ser nuevamente canciller y es un crítico particularmente duro de Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina. Bennett será, en más, ministro de economía y comercio. Tendrá asimismo en sus manos la importante relación del gobierno con la diáspora y las muy delicadas cuestiones que tienen que ver con la ciudad de Jerusalén. Yair Lapid, a su vez, tiene la cartera de hacienda. Esto es la responsabilidad -no menor- de controlar el déficit presupuestario, ya del orden de unos 10.000 millones de dólares. Entre ambos jóvenes líderes, cabe destacar, tienen el control sobre 31 escaños parlamentarios, o sea el mismo número de bancas que pertenecen al propio Likud. También Tzipi Livni, con su nuevo partido (Hatnua), participa en la nueva coalición de gobierno. Ella controla seis bancas parlamentarias y es ministro de justicia y tiene además a su cargo la conducción de lo relativo al proceso de paz, en el que seguramente aprovechará su experiencia previa en materia de política exterior. Pero si bien actuará a la manera de dínamo, deberá acoplar su andar con las notorias diferencias de visión de sus algunos de sus compañeros de coalición. Netanyahu -que perdiera la cuarta parte de las bancas que controlaba antes de la reciente elección- se reservó para sí dos carteras claves de la nueva administración, las de relaciones exteriores y defensa. La primera seguramente esperará, como hemos sugerido, el regreso de Lieberman. La segunda, en cambio, estará en manos de Moshe Yaalon, quien alguna vez fuera Jefe del Estado Mayor del ejército de Israel. Para Netanyahu, un nuevo ciclo de declinación política puede haber comenzado. En rigor, según sugieren las recientes encuestas, si hubiera -de pronto, por alguna razón- nuevas elecciones el Likud seguiría perdiendo bancas parlamentarias y Lapid, en cambio, seguiría ganándolas, en alguna mayor medida que Bennett, quien también obtendría hoy más participación parlamentaria. Una nueva era puede haber comenzado para la política israelí, con algunas de las figuras tradicionales con una menor cuota de popularidad y con nuevos rostros instalados -repentinamente- en el centro del escenario israelí. El nuevo gobierno recibió una suerte de bautismo de fuego con la visita de Obama. Breve, de apenas 48 horas. Para el presidente norteamericano, una primera impresión directa respecto de la coalición actual de gobierno, a la que -por su diversidad- algunos asignan poco tiempo de vida. La coalición, no obstante, significa mucho para Israel. Porque el país debe enfrentar -unido- no sólo a sus problemas y prioridades internos, sino a una coyuntura regional cambiante y particularmente compleja, que incluye ciertamente la peligrosa carrera de Irán por transformarse en una potencia nuclear militar, con todas sus derivaciones. Por todo esto, el proceso de paz seguirá presumiblemente en la mesa de negociaciones, aunque moviéndose con enorme precaución y con la consiguiente lentitud.. http://www.lanacion.com.ar/1565519-la-visita-de-obama-a-medio-oriente-y-una-nueva-realidad