jueves, 4 de julio de 2013

EGIPTO E ISRAEL

EGIPTO E ISRAEL Marcelo Kisilevsk ¿Qué dice la nueva revolución en Egipto de las relaciones con Israel? Obviamente nadie en Occidente puede rasgarse las vestiduras por la caída de un movimiento que tenía a la exclusión social como su principal bandera. Después de 85 años de existencia (fue fundado en 1928, en la misma época que los nazi-fascismos europeos, con muchos rasgos en común, y en el mismo tipo de contexto), los Hermanos Musulmanes toman por primera vez el poder en Egipto y lo pierden después de apenas un año. Parece que una cosa es hablar de Shaaría, la ley islámica aplicada al estado moderno, y otra cosa es saber gobernar. Sin embargo, no hay que dar nada por sobreentendido, porque las sorpresas siguen: en ese año, el gobierno de Morsi se abstuvo de romper el acuerdo de paz con Israel, supuestamente un elemento central en su ideología. Ello, sencillamente porque la realpolitik también existe. Egipto es un país quebrado que lo único que tiene es turismo y ayuda norteamericana por 1.500 millones de dólares anuales desde 1979, cuando firmó la paz con Israel. Eso colocó a la Hermandad Musulmana en el dilema de su vida: quedar en el mismo bando que Estados Unidos e Israel. Por eso, gracias a la economía quebrada, y como bien señala Daniel Blumenthal, a que el ejército, interesado en mantener el status quo con Israel, controla el 40% de la economía, y por las relaciones con Estados Unidos, que no sólo le dan oxígeno monetario sino que lo mantienen fuerte como dique frente al avance iraní en Oriente Medio, la paz entre Israel y Egipto parece adquirir rasgos estructurales, y aguantar (hasta nuevo aviso, claro) más allá de quién gobierne. Por eso, por ejemplo, y también paradójicamente, Morsi se encontró a sí mismo reprimiendo a los salafistas, otro grupo jihadista, más fundamentalista aun que la Hermandad, y apaciguando a Hamás en Gaza. La visión optimista: cuanto mejor le vaya a Egipto, cuanto antes logren resolver el desastre económico que deja Morsi, cuanto más cumpla el ejército su promesa de inclusión y de democratización, y cuanto más alivio sienta el ciudadano egipcio a su vida cotidiana, mejor será para la paz en toda la región. Y un toque de pesimismo, para despuntar el vicio: la Hermandad Musulmana, junto con los salafistas, habían ganado las elecciones con un poco más de la mitad del voto ciudadano. Es decir, por lo menos la mitad de la población puede no estar conforme con los sucesos que se desenlazaron ayer. La pregunta es cómo reaccionarán ahora. Quizás, en especial si no se hacen bien las cosas en un tiempo más o menos razonable, en esto que llamábamos la Plazacracia les toque el turno a los jihadistas. Con esta segunda revolución egipcia, la estabilidad no está necesariamente asegurada.