viernes, 23 de agosto de 2013
¡Me voy a levantar bien temprano!
Perashat ‘Ki Tavó’
BHN”V
La vida supone esfuerzos. En nuestra capacidad de llevarlos a cabo, está el beneficio que tales esfuerzos nos regalan. Claro está que la tarea nunca estará del todo concluida, aún cuando hayamos superado etapas. Aún cuando sintamos ‘estar de vuelta’ de alguna manera de tantas y de muchas otras cosas que pertenecieron a determinada época de nuestro vivir, de nuestro proyectar, de nuestro soñar.
¿Cuándo se acerca ese límite? ¿Cuándo y por qué nos cubre a veces la desilusión –cuando no la frustración- al ver el no progreso, al ver que las cosas no se dan ‘como yo las había previsto?
No cabe duda que estos mini-balances ocupan nuestra rutina semanal, mensual y a veces diaria, al cuestionarnos con insistencia acerca de nuestro lugar, de nuestras aspiraciones y de nuestros sueños, que parecen una vez más –otro año más- a verse archivados, postergados o –lo peor- que nunca verán la luz…
Allí sentimos que los esfuerzos fueron vanos cuando no inútles. Y esa sensación invade de tal modo nuestro pensar y decir, que la vanidad y la inutilidad tocan a las puertas de nuestra condición humana. Empequeñecida y empobrecida…
Allí parece ser que perdimos el continente. Nuestro lugar, el pequeño espacio vital que nos hace humanos, que nos hace vivir con un propósito y nos alienta en cada amanecer a ver el nuevo día.
La sensación de ‘destierro’ avanza. No encontramos nuestro lugar y todo parece haberse perdido en medio de una nebulosa cada vez más densa, que nos detiene hasta la parálisis, de movimientos y emocional. Todo parece estar detenido y nada nos conmueve. Nada nos moviliza ya en la vida…
Desilusión, pérdida de objetivos, vacío existencial, nada por recibir; nada ya tengo para dar. Todo parece anularse a cada paso, todo parece empequeñecerse a medida que me acerco. Distorsión de mi presente, olvido amnésico de mi pasado, incertidumbre y desesperanza ante mi futuro.
“Vehaiá ki tavó el haáretz” –‘y será cuando vinieres a la tierra’- son las palabras que inician nuestro recorrido semanal de la Torá. Hay un tiempo de venir al ‘continente’, a lo que nos contiene y da sentido y protección. El pueblo judío es en tanto y en cuanto posea la tierra. Disponga de un palmo de continente bajo sus pies. Igual para con cada persona. Se es, en tanto y en cuanto nos paremos sobre un palmo de tierra. Allí nace al condición humana, entendían los sabios.
“Virishtá veiashabta bá” –‘la heredarás y te asentarás en ella’-. La tarea primaria del hombre con su continente es poseerlo. Es asentarse en él. Heredar desde el esfuerzo y sentarse para percibir su proximidad con la tierra –su origen, su destino, su derrotero en la vida-.
“Vehaiá” afirmaban los sabios, “Lashón simjá”. Hay un sentido especial de alegría y regocijo en la expresión ‘vehaiá’ enseñaban. Claro, es comprensible. Tener tu palmo de tierra es felicidad. Es ser hombre-continente. Lo tiene todo, en potencia y en acción. Nada de lo que acontezca en él pasará indvertido. Porque parte del todo. La Tierra y la alegría. El esfuerzo por heredar, el trabajo de sentarse y asentarse.
“Velakajtá mereshit col perí haadamá”-‘tomarás de las primicias de todos los frutos de la tierra’-. Ser continente es poder dis-frutar. Tener a mano los frutos y consagrarlos. Los primeros frutos me hablan de cosas tempranas. De horas tempranas. De no postergaciones.
Los primeros frutos son en sí el primer y el mayor de los esfuerzos. Allí la Torá, sabia, me invita a darlos. A elevarlos. En ese estado inicial de alegría, de regocijo. Porque sólo la persona que sabe de esfuerzos –grandes y desmedidos- es la que puede compartir. La que sabe compartir.
Nuestra Torá pone su acento en la primera mitzvá a ser tenida en cuenta al llegar a la tierra. Así para el pueblo judío. Y creemos, humildemente, que en la proyección individual, se trata de lo mismo. El esfuerzo de lo que hacemos se medirá por nuestra capacidad de ofrendar nuestro esfuerzo. A los demás. A D´s también.
Nuestra vida de relación nos debe conducir hacia esos encuentros de ‘ida y vuelta’ con los demás y también con D´s. Temprano en la vida. Como primera medida de la acción. Compartir las primicias…
Explicaba el Rab Moshé Tzví Neria Z”L que “el sentido sobresaliente que hay en la separación de las primicias para ser traídas al Santuario es que el principio es santidad para D´s, tanto el primer fruto de la tierra, el primer fruto de nuestra aptitud, como el primer fruto de nuestras fuerzas. Todos los bicurím, sagrados serán”.
Si pudiéramos concebir la vida como un principio permanente –una primicia continua-, nos sería más fácil tal vez superar los ‘destierros’ y nuestras frustraciones cotidianas. No empezar una vez al año. Comenzar una vez cada día…
Y si eso se puede aplicar a los aspectos materiales, ¡cuánto más lo serán los temas del espíritu! ¿Verdad? ¿Cuándo arrancar con los ‘bicurím’ del alma? ¿Cuándo preparar a mis hijos –empezando por mí- a tomar los primeros frutos de mi tierra sembrada por el conocimiento y las tradiciones heredadas, sobre las cuales me asenté, y que requieren de terrenos fértiles para seguir creciendo?
Allí aparece la mitzvá de los bicurím en nuestros días. También las primicias de la juventud –de los días de la infancia y la adolescencia-, deben ser llevadas a la santidad, al sentido de la santidad en nuestros días.
Frente a un nuevo año, muchas cosas se nos mueven. Es cierto. Seremos nosotros los que movilicemos –si es que queremos-, qué traer, qué sembrar, que grado de prematurez –en sentido de las ‘primicias’- necesitará el judaísmo que vive entre nosotros para ser relevante, para ser referente, para ser viviente.
“Vehaiá”, es verbo escrito en pasado pero que se traduce como futuro. Cuando cabe la sensación de bienestar y alegría, el presente no paraliza sino que moviliza. Entonces el pasado es certero y el futuro es seguro. Porque los primeros frutos crecen cada año. Y cada año son recogidos y su tiempo para ser elevados es de casi todo un año…Porque cuando tenemos tiempo, y tenemos continente, siempre hay vida de sobra.
Entonces los conflictos se superan. Y las crisis se resuelven. Cuando actuamos temprano. Bien temprano. Como las primicias…
¡¡Shabat Shalom Umeboraj!!
Rab. Mordejai Maarabi – Rab. Oficial de la Olei
Ra’anana, Israel