jueves, 17 de octubre de 2013

El Confidencial, Carlos PrietoCuando el número de teléfono de Mengele salía en la guía telefónica

Se estrena 'El médico alemán' El actor catalán Àlex Brendemühl interpreta a Mengele en el filme Carlos Prieto Parece un chiste de Gila, pero es real. A principios de los años cincuenta, uno podía contactar con Josef Mengele -antiguo médico del campo de concentración de Auschwitz, criminal de guerra e icono maléfico de los experimentos genéticos nazis- llamándole por teléfono a su casa de Buenos Aires. Su número aparecía en la guía telefónica bajo el nombre de... José Mengele. O el exilio dorado latinoamericano de los matarifes nazis, cuyas paradojas refleja ahora la directora argentina Lucía Puenzo en El médico alemán, que se estrena hoy en nuestros cines. El filme, una coproducción española que representará a Argentina en los Oscar, mezcla realidad y ficción para describir el viaje de Mengele a la Patagonia en 1959, donde acabará experimentando con los hijos de una familia que le aloja en su hostal. Mengele huye y entra en Latinoamérica con relativa facilidad gracias a un pasaporte expedido por la Cruz Roya y el Vaticano" Su nombre aparecía en la guía como José Mengele. Es alucinante. Increíble. Lo que pasa es que, cuando Mengele llegó a Argentina, la culpabilidad de los médicos durante el nazismo no estaba tan clara como zanjaron los juicios que vinieron después. Mengele huye y entra en Latinoamérica con relativa facilidad gracias a un pasaporte expedido por la Cruz Roya y el Vaticano. Hasta tenía una empresa registrada. Vivía con mucha tranquilidad", recuerda Puenzo, que pasó esta semana por Madrid para promocionar su filme, donde adapta una novela propia: Wakolda (Duomo, 2013). Al actor catalán Àlex Brendemühl, que interpreta a Mengele en el filme, también le resulta chocante la facilidad con que la que el científico nazi fue saltando de país en país sin que nadie le echara el lazo. "Hay algo entre sorprendente y aberrante en el hecho de que en toda América se recibiese a criminales de guerra con los brazos abiertos e incluso se utilizase su bagaje cultural y científico para sacar provecho. Esta pasividad oportunista fue responsable en parte de que se crearan comunidades de nazis que no sólo no pagaron por sus crímenes sino que pudieron seguir desarrollando su ideología con plena libertad. De Mengele, por ejemplo, se dice que acabó siendo médico personal de Alfredo Stroessner [dictador de Paraguay entre 1954-1989]. Más legitimidad imposible", cuenta Brendemühl. No fue hasta finales de los años cincuenta cuando a Mengele se le empezó a complicar un poco la vida en Argentina. Israel comenzó a tomarse la caza de los nazis como una cuestión de Estado. Y el Mossad dió su gran golpe militar y propagandístico al detener a Adolf Eichmann, responsable directo de la Solución Final, en Buenos Aires. El posterior juicio a Eichmann en Jerusalén dio lugar al celebérrimo ensayo de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal. Fue en esa época cuando se gestó la actual consciencia sobre los horrores del Holocausto. "Cuando el Mossad llegó a Buenos Aires a buscar a Eichmann se enteraron de que Mengele también andaba por ahí. Hubo toda una discusión en la cúpula del Mossad sobre si ir a por los dos a la vez o no. Unos temían que Mengele se escapara si no iban a por él del tirón, como así ocurrió, mientras que otros alegaban que había que ir primero a por Eichmann porque era más culpable que Mengele. Si hubieran ido a por los dos, quizás les hubieran atrapado", aclara Puenzo. El hecho es que Mengele acabó huyendo a Paraguay y nunca fue detenido. Murió en Brasil en 1979. Pero el desconocimiento global de la brutalidad del Holocausto no fue la única causa del sosegado exilio latino de los altos cargos nazis. También ayudó el contexto político local. A dos niveles: tanto el apoyo de los gobiernos latinoamericanos como el de un sector de la burguesía local, impulsado en ambos casos por las poderosas redes de la comunidad alemana en Latinoamérica. Parte de la acción de El médico alemán transcurre en un colegio alemán de Bariloche convertido en centro cultural de simpatías nazis. "Toda esa trama es real. El colegio cerró unos años durante la II Guerra Mundial. Cuando lo reabrieron ocultaron bajo tierra toda su documentación fotográfica nazi. Parte de la comunidad alemana de ciudades como Bariloche y Córdoba recibió a Mengele y a otros exiliados nazis como a héroes. Los ayudaban a escaparse, etc.", aclara Puenzo. "Es importante recalcar que todo esto no ocurrió sólo en Argentina. Los virajes políticos de los continentes suelen ser muy acusados. Ahora casi todos los gobiernos latinoamericanos son progresistas y de izquierdas y van de la mano, pero entonces había mucha dictadura militar. Quizás el gobierno de Perón en Argentina, que hizo algunas cosas buenas, se dejó arrastrar por la corriente; no obstante, ni el peronista más acérrimo defiende ahora la política de puertas abiertas a los jerarcas nazis. Pero hay que entender que no fue solo cosa de los gobiernos locales. Lo de evaporar al exilio nazi en un continente fue un mecanismo muy complejo en el que también jugaron un rol el Vaticano y la Cruz Roja con el tema de los pasaportes", añade la directora. Lo mejor de El médico alemán, no obstante, es la capacidad fabuladora de Puenzo, que profundiza en la ambigua relación entre Mengele y una adolescente con problemas de crecimiento con la que experimentará. La directora argentina consigue llevar la historia de Mengele a su terreno, el de la lucha de los adolescentes contra su propio cuerpo y la discusión sobre los estrechos límites de la normalidad, que trató antes en la estupenda XXY (2007). "Veo los ecos entre ambas películas muy claramente", admite la directora. Ahora Puenzo puede hacer historia con esta notable mezcla entre mirada personal y episodio histórico morboso llamada El médico alemán. En 1986, su padre (Luis Puenzo) consiguió el primer Oscar para Argentina con la emblemática La historia oficial. La hija está ahora bien colocada para luchar por la estatuilla dorada dentro de unos meses. Atentos.