lunes, 24 de septiembre de 2012
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Dos retratos del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad y el primer ministro Benjamín Netanyahu en la exposición Caras del Poder en Colonia, Alemania. / MARTIN MEISSNER (AP)
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El miércoles por la noche, cuando termine el Yom Kipur, el día del arrepentimiento para los judíos y en el que Israel se paraliza, Benjamín Netanyahu se subirá al avión rumbo a Nueva York para acudir a la Asamblea General de Naciones Unidas. El lunes en Jerusalén, el vice primer ministro israelí Dan Meridor explicó que el discurso de Netanyahu no está aún escrito, pero que evidentemente la intervención girará en torno dos temas: Irán y en un alejado segundo plano, los palestinos.
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Netanyahu tratará de convencer una vez más a los líderes mundiales de que el desarrollo del programa nuclear iraní supone una amenaza existencial de primer orden para Israel y que la comunidad internacional no puede bajar la guardia. Al contrario. Más sanciones, más presión internacional y si es necesario un ataque preventivo es la posición que defiende el primer ministro israelí.
El problema es que sus amenazas parecen no contar ni con el respaldo de la cúpula militar ni del espionaje de su país ni con el de su mayor aliado: Washington. Las diferencias entre Netanyahu y el presidente Barack Obama sobre cómo ejercer presión sobre Teherán han sido sonadas en los últimos meses. Tanto, que según la prensa israelí, cunde cierta molestia en la Administración Obama, que consideran las intervenciones israelíes, injerencias en el proceso electoral estadounidense. La incendiaria retórica con la que se ha estrenado el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, no se lo va a poner fácil sin embargo a Estados Unidos a la hora de intentar rebajar el tono israelí.
El lunes Meridor, quien es además ministro de espionaje y de energía atómica trató de minimizar las diferencias que separan a Obama y Netanyahu en un encuentro con periodistas, pero sobre todo explicó porqué al margen del ruido diplomático ambiental que rodea esta cuestión, Israel siente que está ganando al batalla; que su estrategia de escalada retórica está funcionando. “Es increíble lo que hemos conseguido con nuestra campaña, dijo Meridor, a quien a menudo se le considera la cara amable del Ejecutivo de Netanyahu. “Los americanos han enviado buques al Golfo, han endurecido sus declaraciones, la Unión Europea se ha sumado a las sanciones. Los líderes en Teherán son conscientes de todo esto”.
El jueves, además de Netanyahu, está previsto que el presidente palestino Mahmud Abbas se dirija a la Asamblea General. Tratará de recordar al mundo que existen y que su causa es fundamental para el futuro de Oriente Próximo, al margen de que en este momento no parezcan ser la prioridad política israelí.
El recordatorio se concretará en el anuncio de una nueva iniciativa diplomática. Abbas informará en su discurso de que los palestinos piensan pedir a la ONU el reconocimiento como Estado observante, el mismo que status que tiene el Vaticano. Los palestinos creen que cuentan con los apoyos necesarios para que el reconocimiento salga adelante, algo que inquieta a Israel y también a EE UU. Bajo la categoría de Estado, los palestinos podrían entre otras nuevas atribuciones acudir a la justicia internacional. “El día después del reconocimiento, la ocupación israelí seguirá, pero tendrá consecuencias”, advirtió el pasado jueves el negociador palestino Saeb Erekat antes de partir para Nueva York.