martes, 25 de septiembre de 2012
Sabra, Chatila y “los sospechosos habituales”
Sabra, Chatila y “los sospechosos habituales”
por Marcelo Wio
20 de Setiembre de 2012
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Esta semana la gran mayoría de los medios en español han recordado la masacre de palestinos ocurrida en los campos de refugiados de Sabra y Chatila en el Líbano. Sin duda el recuerdo es necesario para prevenir actos similares en el futuro. Pero cuando la memoria selecciona una y otra vez ciertos hechos y deja a otros al costado de la historia, ésta se convierte en una estrategia más para atacar o desprestigiar a un país – sea éste cual sea-. Finalmente, al obviar otros sucesos similares (o aún peores, si cabe), se transforma a la memoria en un juez que aplica raseros diversos según las partes que intervienen; para dejar de ser memoria y convertirse en una herramienta política.
Contexto
Los medios de habla hispana han aprovechado para cargar las tintas una vez más contra Israel, dejando de lado la oportunidad de indagar en lo sucedido realmente. Salvo honrosas excepciones como en La Vanguardia, la guerra civil libanesa apenas es mencionada, al igual que la responsabilidad de los falangistas cristianos.
Llama la atención la manera en que se aborda un suceso que tuvo lugar en unas circunstancias particulares y que (salvo excepciones como La Vanguardia) casi ningún medio se tomó el trabajo de explicar: la guerra civil libanesa, con la posterior invasión siria, en 1975, que, según un artículo de Modechai Nisan, pretendidamente temía la partición del país entre cristianos y musulmanes o una toma total del mismo por parte de la OLP. El autor explica, además, que “una fuente de confianza sugiere que los sirios fueron responsables de la muerte de aproximadamente cien mil libaneses”. Un hecho no menor que no se menciona.
La entrada de Israel en dicho conflicto no se produce hasta 1978, tras una incursión terrorista palestina en el norte de Israel que se cobró la vida de 38 civiles israelíes, entre ellos 13 niños. Israel decide entonces tomar la zona sur del país para evitar dichas infiltraciones. Luego de dos meses, Israel se retiró del área para dejarla bajo custodia de las Naciones Unidas. Mas las acciones de la OLP continuaron y concluyeron con la entrada de manera más amplia de Israel en la contienda en 1982.
En el caso del artículo de Rosa Meneses en El Mundo del 16 de septiembre de 2012, el contexto que se brinda no sólo es inexacto, sino tendencioso. En el segundo párrafo asegura:
“El francés [Jean Genet] se encontraba en Beirut cuando, en septiembre de 1982, el Ejército de Israel entró en la capital libanesa y se producen las matanzas de Sabra y Chatila, dos campamentos de refugiados palestinos incrustados en la bella ciudad mediterránea”.
La evidente conclusión a la que llegará un lector que desconozca los pormenores del conflicto libanés es que, de buenas a primeras, Israel invadió el Líbano y produjo las matanzas. Recién es en el cuarto párrafo cuando menciona a los perpetradotes:
“Hoy se cumplen 30 años desde que, un 16 de septiembre, las milicias cristianas entraron en Sabra y Chatila para cobrarse venganza por una matanza ocurrida en Damour. La masacre se prolongó dos días. Aquél era un Líbano envuelto en furia y llamas, en una espiral del todos contra todos que fue la guerra civil que partió el país en mil pedazos entre 1975 y 1991”.
Una espiral que, para la periodista, no incluía a Siria (que ocupó el país desde 1975 hasta abril de 2005), y que interpreta de una manera muy particular, puesto que afirma, sin aportar ninguna fuente de información:
“Los israelíes incitaron a sus aliados en el Líbano, los falangistas cristianos, a tomar represalias contra los palestinos”.
Sin embargo, un informe de Online Ecyclopedia of Mass Violence, del Centre d'ètudes et recherches internationales y de SciencesPo. de París, indica que:
“La cuestión sobre si las fuerzas israelíes estuvieron o no involucradas, directa o indirectamente en la masacre, de la que se ha informado que fue llevada a cabo por los Falangistas, dividió (y aún divide) a los expertos legales y a las comunidades de la investigación. Varios entes han intentado describir en términos legales lo que ocurrió en los campos de Sabra y Chatila”.
Es decir, que los expertos aún no se han puesto de acuerdo en cuanto a los parámetros legales de lo ocurrido. Pero Rosa Meneses parece haberlo hecho sin problema alguno, sin fuente alguna.
Precisamente, respecto a la falta de fuentes, otro artículo, en este caso del ABC, firmado por Maria Iverski el 9 de septiembre de 2012, no le va a la zaga:
“Para el 15 de septiembre el ejército israelí ya había rodeado por completo los dos campos de refugiados mientras Ariel Sharon, ministro de Defensa, y el jefe de Estado Mayor y posterior director del Mossad, Rafael Eitan, se reunían con los líderes de las milicias falangistas cristianas comandadas por el controvertido Elie Hobeika”.
Ante todo, sería interesante saber la fuente de la cual surge la información de la reunión entre los israelíes y los líderes de las milicias falangistas. Por otra parte, una reunión entre ambas parte no implica necesariamente la planificación de una matanza, sino que bien puede tener como objeto la planificación de la búsqueda de terroristas. Los párrafos parecen quedar abiertos a las interpretaciones, en lugar de ser parte de un recuento fiel de los hechos.
Pero más interesante aún, es el nombre que aparece: Elie Hobeika, que nombra de pasada sólo como “controvertido”. Aunque la propia Iverski, tres días después, en otro artículo en ABC afirma:
“Hobeika, el gran señor de la guerra y responsable directo de las milicias cristianas falangistas que ejecutaron la matanza de más de 2.000 palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila...”.
¿Qué ha sucedido en un lapso de tres días Hobeika ha pasado de ser “controvertido” a “gran señor de la guerra y responsable directo de las milicias cristianas falangistas que ejecutaron la matanza de más de 2.000 palestinos”? ¿Y cómo pasa a ser quien “ordenó 1982 la matanza de Sabra y Shatila”? ¿El 9 de septiembre no contaba con esa información y tres días después daba con ella? No se trata de un personaje secundario, menor, sino que fue quien, según la propia periodista, ordenó la matanza, y que una vez finalizada la guerra, ocupó varios ministerios.
Investigación
Es interesante remarcar que, aunque este hecho no se resalte (o ni siquiera se mencione), Israel fue el único sitio donde se llevó a cabo una investigación seria - según el informe de Mass Violence, la llevada a cabo en el Líbano nunca publicó sus conclusiones, “ya que las autoridades libanesas quería apoyar a la ‘reconciliación nacional'”; Naciones Unidas sólo emitió condenas -. La Comisión Kahan fue la encargada de llevar a cabo la indagación sobre los eventos acaecidos en los campos de refugiados de Beirut. El informe, de 1983, señala:
“La Comisión determinó que la masacre... fue perpetrada por una unidad Falangista actuando por su cuenta, pero su entrada [a los campos] era conocida por Israel. Ningún israelí fue directamente responsable de los eventos que tuvieron lugar en los campos. Pero la Comisión afirmó que Israel tuvo una responsabilidad indirecta por la masacre debido al hecho de que las fuerzas controlaban la zona, el Sr. Beguin fue considerado responsable por no haber ejercitado una mayor implicación y conciencia en la introducción de los Falangistas en los campos; el Sr. Sharon fue considerado responsable por ignorar el peligro de un baño de sangre y una venganza cuando aprobó la entrada de los Falangistas en los campos, así como por no tomar las medidas apropiadas para prevenir la matanza...”.
La Comisión recomendó la renuncia del Ministro de Defensa, Ariel Sharon; que el Director de Inteligencia Militar no continuara en su puesto y el despido de otros oficiales de alto rango. Fruto de este informe, Ariel Sharon renunció a su puesto el 11 de Febrero de 1983.
Cifras controvertidas
Una masacre como la de Sabra y Chatila no puede ser relativizada en función del número final de víctimas. Que hayan sido 700 ó 3.500 no resta un ápice de crueldad a lo sucedido. Sin embargo, la labor periodística sí obliga a los periodistas a ofrecer todos los datos, para que los lectores cuenten con toda la información. En este caso, el ABC asegura rotundamente que “aunque el número de víctimas nunca ha podido ser establecido con exactitud se estima que entre 2.000 y 3.000 palestinos murieron masacrados”. ¿Quién lo estima? ¿Cuáles son las otras estipulaciones?
Al respecto, en su artículo de La Vanguardia, Tomás Alcoverro, quien fue testigo directo de la guerra civil libanesa (y como testigo y periodista aporta una valiosa explicación de lo sucedido) escribe:
“Los habitantes de Sabra y Chatila contaron que hubo 5.000 muertos. El periodista israelí Kapeliouk estimó que fueron 3.000. La comisión Kahane, en su informe basado en datos del ejército israelí, estableció el número de víctimas entre 700 y 800. Ahora se calcula que fueron alrededor de 2.000 y que casi la mitad eran libaneses musulmanes que convivían con los palestinos.”
Memoria selectiva
Una masacre no puede sin duda borrar otra, pero es llamativo el silencio mediático cuando la supuesta responsabilidad no puede ser atribuida a los “sospechosos habituales”. ´
Por ejemplo, el mismo año, 1982, era testigo de otra matanza, en la ciudad de Hama (a la que sólo se hace una referencia tangencial relacionada con la situación siria actual). El diario The Guadian publicó el 1 de agosto de 2011 una nota donde dice:
“La ciudad siria de Hama fue escenario de una masacre en 1982, cuando el presidente, Hafez al-Assad, padre del actual presidente, Bashar al-Assad, arrasó la ciudad para aplastar una revuelta suní, masacrando a unas 20 mil personas de su propio pueblo”.
Incluso en los mismos campos de Sabra y Chatila, unos años después, hubo otra masacre que fue completamente ignorada por casi todos los medios. Un informe del Palestinian Return Center, con sede en Londres, lo resumía así:
“... entre 1985 y 1987 el Movimiento Amal, una importante milicia chií, apoyada por Siria, atacó diversos campos palestinos en Beirut y en el sur del país para deshacerse de los combatientes pro-Arafat de la OLP... Se estima que como resultado de los combates el 80% de los hogares en el campo de Chatila fue destruido; 50% en Borj El Barajneh, y Sabra fue prácticamente destruida en su totalidad. Se calcula que unas 2500 personas murieron en este período”.
Sin embargo, pocos medio se han hecho eco de estos acontecimientos.
Los mismos escenarios, las mismas víctimas. Lo único que cambia es la imposibilidad de vincular ni directa ni indirectamente a Israel.