domingo, 30 de septiembre de 2012
SUCOT
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Sucot, a diferencia del resto de las festividades de peregrinación, no conmemora ningún acontecimiento histórico puntual. En Sucot celebramos el cuidado de Dios por nuestros antepasados al hacerlos morar en cabañas durante la travesía del desierto, la llegada de la temporada de lluvias y la recolección de los frutos.
¿Por qué entonces no celebramos esta festividad en el mes de Nisán? ¿Acaso no dice la Torá: «En las cabañas hice habitar a los hijos de Israel cuando los saque de Egipto»?
Tal vez la respuesta sea que sólo quien atravesó la experiencia de los Iamim Noraim (Días Terribles), entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, y se apegó a los valores espirituales que emanan de ellos, puede vivir en paz el desapego del confort, salir de su casa, pasar a una frágil Sucá y recorrer los hermosos lugares que tenemos en Israel.
Sucot está en las antípodas de Pesaj, separadas exactamente por seis meses. Sucot al comienzo del otoño, y Pesaj al comienzo de la primavera.
Sucot, en cierto modo, es el anti-Pesaj. Y no sólo por estar en las antípodas del calendario hebreo. Pesaj es la festividad del confort; en su celebración nos tratamos unos a otros como si fuéramos reyes.
Sucot es todo lo contrario. Nos ensuciamos construyendo la Sucá con nuestras propias manos, nos mojamos (si llueve), vivimos siete días sin una casa firme y resignamos la intimidad que nos ofrece nuestro hogar.
Sucot es la festividad en la que nos apegamos a las cosas sencillas de la vida y, aun así, ejercitamos la alegría, entre otras cosas, paseando por el país.
Tal como nos dice la Torá: «Vesamajta Bejagueja Vehaita Aj Sameaj» («Y te alegrarás en tu festividad y serás feliz»). Sucot nos enseña que no somos únicamente lo que tenemos.
Un desafortunado probervio popular dice: «El dinero no hace la felicidad; la compra hecha». Mucha es la gente que vive la vida a la luz de ese refrán. Corre afanosamente detrás del confort y los placeres; es esclava del consumo y la holgura material. Halla felicidad en ello, pero su felicidad es - a menudo - una mera illusion óptica.
Sucot nos visita cada año con la felicidad en su estado más elemental, permitiéndonos experimentarla y sabiendo apreciar el Israel que tenemos.
¡Jag Sucot Sameaj!