jueves, 20 de septiembre de 2012
Cuatro personajes de Neviim que sirven como modelos de identificación
Cuatro personajes de Neviim que sirven como modelos de identificación
Ezequiel Eiben
10/9/2012
23 de Elul 5772
El siguiente escrito trata sobre cuatro personajes de Neviim que sirven como modelos de identificación para mi persona Reitero lo dicho en el anterior artículo de la serie (“Cuatro personajes de la Torá que sirven como modelos de identificación”): siguiendo con la enseñanza judaica de no hacer culto irreflexivo a la personalidad de nadie, ni adorar falsos ídolos, mis modelos desarrollados apuntarán a la identificación con características, aspectos o acciones concretas de los personajes de la Torá, y no a una aprobación insensata de todo lo que hizo o dijo alguno de ellos aunque estuviera cometiendo evidentes errores o inmoralidades.
Empezaré escribiendo sobre el Profeta Samuel (Shmuel). Lo que resalto de este personaje es la rectitud en vida, y su obrar en pos de la Justicia. Estas cualidades personales se describen en su libro Samuel I, donde también quedan destacadas por contraposición a características de los hijos del Profeta, quienes no siguieron su camino y “aceptaron sobornos y pervirtieron la justicia”.
Shmuel juzgó a Israel, se preocupó por el pueblo y actuó para su protección. Está escrito: “Y dijo Shmuel: “Reunidme a todo Israel en Mitzpá y rogaré al eterno por vosotros”. Esto fue pronunciado en una época donde los israelitas debían liberarse de los filisteos, y estos últimos atacarían a los primeros. Shmuel fue reconocido y solicitado: “Los hijos de Israel le dijeron a Shmuel: “No ceses de orar al Eterno nuestro D-os por nosotros para que Él nos salve de manos de los filisteos””. Shmuel estaba en la estima del Eterno, y por su clamor salvaría a Israel. El Profeta se convierte entonces en protagonista de la liberación de Israel, y a su buena actuación se le puede atribuir que los filisteos hayan sido derrotados y mantenidos a raya: “De tal modo que los filisteos fueron batidos y no traspasaron más la frontera de Israel porque la mano del Eterno estuvo contra los filisteos todos los días de Shmuel”. Haciendo las cosas que debemos hacer, teniendo comportamientos ejemplares, y protegiéndonos, podemos alejar a los enemigos de nuestras fronteras, y vivir sin ser sometidos por el mal.
Shmuel también brinda un mensaje de pureza, coherencia y sinceridad: “Y habló Shmuel a toda la casa de Israel, diciendo: “Si vais a retornar al Eterno con todo vuestro corazón, arrojad a los dioses extraños y a las aseras de entre vosotros y dirigid vuestros corazones al Eterno; servid solo a Él, entonces Él os librará de los filisteos”. Para una persona religiosa, la interpelación es completamente clara. Ahora bien, un laico o secular también puede extraer significado del párrafo, adaptando su contenido: hay que volver a nuestras ideas, a nuestras premisas, con toda nuestra mente; hay que arrojar las ideas falsas, las doctrinas perversas. La honestidad intelectual y la acción coherente, nos llevarán hacia adelante y podremos librarnos de los enemigos.
Finalmente, se rescata de Shmuel una posición que tiene proyección en el ámbito político: su descontento con el pedido de Am Israel de tener un rey a semejanza de las otras naciones. Relata el libro: “Pero la cosa desagradó a Shmuel cuando dijeron: “Danos un rey para juzgarnos””. Nótese a continuación la claridad y previsión de Shmuel de lo que sería un rey para el pueblo: “Y Shmuel refirió todas las palabras del Eterno al pueblo que le había pedido un rey. Y agregó: “Ésta será la manera en que el rey reinará sobre vosotros. Tomará a vuestros hijos y los pondrá a su servicio, para sus carros de guerra, su caballería y correrán delante de sus carros. Y los designará como capitanes de millares y cincuentenas; servirán a arar su campo, a recoger su cosecha, a hacer sus instrumentos de guerra y los instrumentos de sus carros de guerra. Y tomará a vuestras hijas para ser perfumistas, cocineras, panaderas. Y tomará vuestros campos, viñedos y olivares, los mejores de ellos, y se los dará a sus siervos. Y tomará a vuestros siervos, a vuestras siervas, a vuestros mancebos más escogidos, a vuestros asnos y los ocupará en sus labores. Tomará el diezmo de vuestro ganado y vosotros (mismos) seréis siervos suyos. Y os quejaréis entonces de vuestro rey a quien habréis escogido y el Eterno no os responderá en aquél día”. Cualquier semejanza con lo que ocurrió, y con los políticos de la actualidad que se creen monarcas modernos con privilegios y derechos por encima del resto de la sociedad, no es casualidad. Hay que prestar atención a la descripción desarrollada por Shmuel: cuántas veces vemos gobiernos que utilizan a sus ciudadanos como carne de cañón para sus delirantes batallas, los obligan a hacer trabajos forzados, les expropian o confiscan sus bienes, y los ahogan con impuestos para financiar sus lujos y placeres oficiales. Lo mejor sería que no hubiera reyes hombres que someten a otros hombres. Pero los hubo.
El siguiente personaje es precisamente un rey, quizás el más conocido de todos, de quien veremos lo bueno: David. En el libro de Shmuel, cuando se refieren a él por primera vez, de entrada se lo resalta: “(…) He aquí que he visto a uno de los hijos de Isaí, betlemita, que es hábil en tañer, fuerte y valeroso, es también un hombre de guerra, hombre de discernimiento, de gallarda apostura y con quien está el Eterno”. Las habilidades y aptitudes mencionadas, llevaron a David a ganarse la aprobación de quien era rey antes que él: Saúl. También constituyen un breve pero completo resumen de quién era David y de lo que terminaría demostrando a lo largo de su vida: fortaleza para dirigir ejércitos, valentía para encarar asuntos delicados, hombre de guerra que obtuvo conquistas, y discernimiento para tomar decisiones.
Uno de los episodios más significativos de David en el cual se muestra su grandeza es el enfrentamiento con Goliat. Los soldados de Israel sentían miedo frente a este último, cómo está escrito: “Y agregó el filisteo (Goliat): yo desafío hoy a los escuadrones de Israel. Dadme un hombre para que combatamos. Y cuando Saúl y todo Israel oyeron tales palabras del filisteo, quedaron sumamente conturbados y aterrorizados. (…) Y todos los hombres de Israel, cuando vieron al hombre, huyeron de él, aterrorizados”. ¿Pero cuál es la reacción de David frente a tan amenazadora figura para Israel? Se cuenta: “Y le dijo David a Saúl: “Que no desfallezca el corazón de nadie a causa de él (Goliat). Tu siervo irá y se peleará contra este filisteo”. David sobresale del resto. Frente a una amenaza, no se queda sumido en terror, la enfrenta con valentía. Se ofrece para encarar un desafío no aceptado por nadie, con plena confianza en sí mismo. No se trata solamente de su triunfo espiritual personal, lo cual sin dudas es un gran mérito, sino también del aliento a los demás para que no desfallecieran sus corazones.
Valores, habilidades y acciones de David se van mostrando durante la historia, como el ser un excelente músico; no matar a su perseguidor Saúl teniendo la oportunidad de hacerlo para demostrarle que él no quería estar en su contra; recopilar la obra Tehilim para honrar a D-os; y rasgarse las vestiduras al enterarse de la muerte de Saúl, quien había sido su rey, y del hijo de éste, Jonatán, que amaba a David. El famoso rey de Israel tuvo aciertos y grandes errores, pero sin dudas algo especial tenía como para que la tradición indique que el Eterno estaba con él.
El próximo personaje también se destaca por su valentía. Se trata de Gedeón (Guid´ón). Se lee en el libro de Shoftim (Jueces): “Y se le apareció el Ángel del Eterno quien le dijo (a Guid´ón): “El Eterno está contigo, varón fuerte y valiente”. Guidón desgranaba trigo cuando se produjo la aparición, y antes de ser sumamente reconocido por el pueblo, ya contaba con dichas cualidades, por las cuales el Ángel del Eterno se fijó en él. El muchacho demuestra no dar todo por sentado, ser un cuestionador, y estar sufriendo por su destino y el de su pueblo: “Y Guidón le respondió: “Oh, Señor, si el Eterno está con nosotros, ¿por qué entonces nos ha sucedido todo esto? ¿Y dónde están todas Sus maravillosas obras que nos refirieron nuestros padres, diciendo: “¿No nos ha traído el Eterno desde Egipto?”. En cambio el Eterno se ha desentendido de nosotros, entregándonos en manos de Midián””. La confianza del Eterno en Guidón, a pesar de las dudas del varón, se ve manifestada: “Y el Eterno, volviéndose hacia él, le dijo: “Anda con esta fuerza tuya y tu salvarás a Israel de manos de Midián. ¿Acaso no te lo mando yo?” (…)”. El Eterno lo observaba como el hombre fuerte que salvaría a Israel de sus opresores. Guidón no se veía a sí mismo de tal manera, y dudaba de sus posibilidades y de su condición: “(…) “¡Ay, Señor! ¿Con qué he de salvar a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre de la tribu de Manasés, y soy el menor de la casa de mi padre” (…)”. Guidón sigue dando muestras de no dar todo por sentado, de no absorber simplemente lo que sucede a su alrededor sin tratar de entender, criticar y comprobar. Leemos: “Y le dijo (Guidón): “Si he hallado favor a Tus ojos, te ruego que me des una señal de que eres Tú mismo quien habla conmigo (…)”. Esto habla muy bien de él, sobre todo cuando vemos que hay gente que se transforma en ciegos seguidores de “incuestionables” representantes del mesianismo político, autómatas que van detrás de falsos profetas vestidos con las ropas de líderes carismáticos, y masificados elementos útiles a promesas vacías y a la indefinición gris que mantiene en la ignorancia.
Finalmente Guidón triunfa en su batalla militar contra Midián, llega a ser solicitado por los hombres de Israel para reinar sobre ellos (aunque él no acepta por sostener que era el Eterno quien debía reinar), y en su tiempo hay cierta tranquilidad. Se lee: “Pero Midián fue derrotado ante los hijos de Israel y nunca más levantó cabeza. Y la tierra tuvo cuarenta años de descanso en los días de Guidón”. Un valorable mensaje de esta historia es la superación personal de quien dudaba de sí mismo y de donde provenía, que termina por transformarse en protagonista de la liberación de Israel y por cuyo obrar se gozó de un tiempo de paz y calma.
Por último, me voy a referir a Sansón (Shimshón). Este personaje demuestra que no se queda pasivo al ser lastimado, sino que busca recuperarse y vengar las heridas. En el libro de Shoftim se cuenta que cuando Shimshón organiza un banquete y propone un enigma a unos asistentes, estos últimos terminan extorsionando a la mujer del anfitrión (hija de filisteos), amenazándola de muerte, para que le sacara la respuesta a su marido y se las rebelara. Cometen trampa los aludidos y responden el enigma; a lo que Shimshón dice: “Si no hubierais arado con mi vaquita, no habríais descubierto mi enigma”. Lleno de ira, Shimshón sube a la casa de su padre, y su mujer termina siendo dada a un compañero que había sido su amigo. En época de cosecha, Shimshón vuelve para visitarla, y en boca de quien fue su suegro se entera de la terrible verdad. Shimshón reacciona contra los filisteos y hace consumir con fuego las hacinas y mieses por segar, las viñas y los olivares. Los filisteos al ver lo sucedido, queman a la mujer y al padre de ella. Lo que sigue se cuenta del siguiente modo: “Y les dijo Shimshón: “Ya que habéis hecho un crimen como éste, juro que no me detendré hasta tomar venganza de vosotros”. Y los hirió dejándolos tendidos pierna sobre muslo con gran matanza (…)”. Shimshón actuó de manera que quienes buscaron lastimarlo, pagaron un alto precio. Sufrió primero al perder a su mujer y luego cuando esta es asesinada por los filisteos, pero no se quedó quieto, sino que recurrió a la represalia. Hay personas que frente a las desgracias se derrumban y permiten que sus verdugos sigan hiriéndolos; la lección de Shimshón es precisamente la opuesta: sobreponerse y retaliar a los enemigos. La filosofía de Shimshón es explícita en el siguiente pasaje: “Entonces tres mil hombres de Judá bajaron a la hendidura de la roca de Etam y le dijeron a Shimshón: “¿Sabes tú que los filisteos nos gobiernan? ¿Qué es entonces esto que nos has hecho?”. Y él les respondió: “Como ellos me hicieron a mí, así les he hecho a ellos””. Ni el hecho de que los asesinos pertenecieran a los filisteos (que gobernaban a Israel), detuvo la sed de revancha de Shimshón; él prosiguió aunque sus actos desafiaran a la autoridad de quienes sometían a su pueblo.
Aquí es bueno efectuar una aclaración: no estoy a favor de la violencia como método para tratar con las personas; sino de represalias contra agresores. Tampoco sostengo que las represalias dentro de una sociedad también incluyan deliberadamente como blanco adicional a quienes no iniciaron el uso de la fuerza física, porque contra estos últimos la supuesta represalia no sería tal, sino lo contrario: un inicio de la fuerza. Quien expresa de manera cristalina el derecho a la legítima defensa y la retaliación es la filósofa Ayn Rand, que escribe: “La consecuencia necesaria del derecho del hombre a la vida es su derecho a actuar en defensa propia. En una sociedad civilizada, la fuerza únicamente puede usarse como represalia, y sólo contra quienes inicien su uso. Todas aquellas razones por las cuales la iniciación del uso de la fuerza física es un acto de maldad, convierten su uso como represalia en un imperativo moral. Si alguna sociedad "pacifista" renunciase a las represalias mediante la fuerza quedaría indefensa, a merced del primer malhechor decidido a seguir el camino de la inmoralidad. Una sociedad así obtendría lo opuesto a su intención: en lugar de abolir la maldad la apoyaría y la recompensaría” (1).
Para concluír, nuevamente observamos en Neviim y sus personajes lo que ya estudiamos y comprendimos en la Torá sobre los suyos: no se presentan dioses humanos, sino hombres con aciertos y errores. Los estudiosos debemos reflexionar acerca del obrar de cada uno descripto en los pasajes de Neviim a los fines de extraer lo bueno y desechar lo malo; aprender de las virtudes y aciertos, y no repetir los vicios y errores. Es importante aclarar esto ya que el encaminarse al armado de modelos de identificación con valores tiene un verdadero significado moral cuando los construimos con ahínco en base a las virtudes y logros de los personajes seleccionados, y teniendo en cuenta sus buenas ideas; y no cuando nos tapamos los ojos con una venda y nos limitamos a seguir ciegamente a personas, más allá de sus ideas, absorviendo y haciendo caso aún a sus arbitrariedades, inmoralidades y bajos caprichos.
Fuentes:
La Biblia. Hebreo-español. Versión castellana conforme a la tradición judía por Moisés Katznelson. Editorial Sinaí.
1- Rand, Ayn; “La virtud del egoísmo”, Editorial Grito Sagrado.