miércoles, 19 de septiembre de 2012

Diez Días que conducen a Un Día…

SCRITO POR RAB. MORDEJAI MAARABI 0 COMENTARIOS BHN"V "Bein kese le-asor". Así denominó la tradición rabínica a este tiempo que estamos viviendo. 'Entre lo que está oculto y el día décimo' si nos atenemos a lo literal. Y es que estos días, únicos e inconmensurables querido lector, llevan consigo una huella singular. Un sentido particular. Un llamado general... Son días plenos. Son las primeras horas a ser contabilizadas en el arte del vivir que nos regala el año recién inaugurado. 'Kese', término que denota lo oculto –o al menos lo no visible-, se ajusta al tiempo del nuevo año. La luna en su renovación no dibuja su contorno en los cielos. Está allí, pero incógnita. Nos llama a redescubrirla. Nos invita a 'echar una mirada' hacia lo alto y conectarnos con Su hacedor. Pero algo más permanece 'oculto' ante nosotros... Nosotros, todos, que venimos de sumar un pedido .como cada año-, por la vida. Por los hechos de la vida, es decir, los hijos, la familia, los propios y ajenos que se incorporan en cada etapa cuando refundamos la vida. Hubo pedidos en esos días primeros. En las sinagogas y alrededor de nuestras mesas. Ahora quedan expectaciones. Espectar, es poder ver. Es poder detenernos en el teatro de operaciones de la vida, y observar. Allí, lo oculto que hablábamos... Y llegan estos días, los diez primeros del año, para regalarnos la posibilidad de ser los 'adelantados del continente humano' y descubrir nuestras 'tierras firmes', nuestros apoyos, nuestras certezas. Cada persona necesita de este tiempo para ser persona. Para imaginar un mundo con él. Un universo que lo incluya. Un D's Creador que vuelva a crearlo. Único, a 'Su imagen, según Su semejanza'. Porque después de celebrar la creación del hombre, debemos hallar los motivos que definan tal celebración. 'Bein kese...', nos movemos curiosamente entre lo invisible y lo que no termina de perfilarse. Porque la tarea es poder darle a ese ser que habita en cada uno de nosotros, el 'toque final'. De allí, lo imperceptible de este tiempo. Porque todo 'está por verse'. Para eso llegan estos días. Para descubrirnos. Para saber quiénes somos. Cómo somos. O tal vez, cómo verdaderamente queremos ser. La tradición los llamó 'aseret ieméi teshuvá' –'días días –etapas- para un volver sobre uno mismo'-. Inflexión y reflexión. Trabajos de repliegue y expansión de un cuerpo y un alma que necesitan –más que nunca- solidarizarse con el ser humano que habita entre ellos. Diez días –no más- parecen ser suficientes... ¿Lo son? No sé querido lector sin de cantidad hablamos. Pero en lo espiritual, puede resultar más que suficiente. Contar con un tiempo ya es halagüeño. Sumarlo a nuestra experiencia, es fenomenal... Entonces el 'kese' busca el abrazo del 'asor'. Lo que está en ciernes dentro de nosotros, busca su expresión. Busca su verdadero 'yo'. Su manifestación más genuina. ¿Cuándo, me pregunto mi querido interlocutor- es que podemos alcanzar dicha búsqueda? Creo que sólo cuando confrontamos el 'asor', el día décimo... Allí, el día nos espera, a cada uno, con su realidad –la deseada o no-, para poder vincularse con nosotros. Allí lo que descubrimos es otra verdad: nada necesitamos de lo habitual para ser nosotros mismos. Abstenernos de lo material, cambiar nuestros calzados y salirnos de la habitualidad, no preocuparnos por 'cómo vamos a ser vistos por los demás'; concentrar las fuerzas aún sin saber bien por qué; aspirar a sentir que la fe pueda nacer desde una lágrima o pueda aflorar desde la rebeldía; intentar, delinear con los ojos, una plegaria sentida de nuestro corazón... El día décimo...el último de un período especial. El primero de una etapa esencial en nuestra decisión de cambiar aquello que sentimos que debemos. Iom haKipurím es su nombre. La capacidad del 'perdón', su calificativo. ¿Perdonar qué, me pregunta? Ante todo, poder perdonarme a mí mismo. Por no haber comprendido mi lugar, por haber confundido mi meta, porque estoy a tiempo, si me doy cuenta. Y si no necesita de ese perdón, tal vez se lo deba a su esposa, o a su amigo; o a su hijo, o tal vez a su hermano. O a su marido...Por eso es Iom haKipurím, en plural. 'Kipurím harbé iesh kan...' –muchos, demasiados son los perdones que hay aquí- señalaron sabiamente nuestros maestros. De repente lo 'oculto' se hace visible. Todo parece aclararse cuando con el ocaso del comienzo del día, asoma una luz interior que nos hace ver. Y veinticinco horas después, la plenitud de otro día que comienza, me hace sentir libre por fin de las ataduras que me inmovilizaron hasta ayer. Y la libertad crece. Y la persona, madura. Y su saber vivir, promete. Y sus compromisos se tornan posibles. Hemos ganado la apuesta del hombre que dispone de sus días. Después de todo, diez días no más, nos sirven para cambiar toda una vida. ¡¡Shabat Shalom uMeboraj!! ¡Guemar Jatimá Tová! Rab. Mordejai Maarabi Rab. Oficial de la OLEI Erev Iom haKipurím 5773