miércoles, 10 de octubre de 2012

El País rectifica su error

El País rectifica su error por Marcelo Wio 3 de Octubre de 2012 Tras varias denuncias de parcialidad acerca del tratamiento dado a Gilad Shalit en dos artículos del diario El País, en un gesto que le honra, el periódico publicó una carta de ReVista de Medio Oriente y otra del Presidente de la Federación de Comunidades Judías de España. Además, el propio medio publicó una fe de errores. Sin duda un proceder que hay que destacar y alentar. Una nota amarga Pero, lamentablemente, no todos los columnistas parecen seguir la línea deontológica de El País. En el artículo del 29 de septiembre de 2012, titulado ¡Fuera del fútbol el conflicto Israel-Palestina!, el periodista John Carlin parece querer poner un poco de cordura: “... fue un mal precedente el del delegado palestino en España, esta semana, cuando se inventó un lío por la anunciada presencia de un ex soldado israelí en el Camp Nou para el partido entre el Barça y el Madrid la semana que viene”. Pero pronto se deja deslizar por una pendiente de sesgo y difamación: “El delegado palestino tuvo que asomar la cabeza; tuvo que demostrar que ahí estaba, firme, al pie del cañón; tuvo que denunciar el “trato de favor” no a Benjamín Netanyahu o su grotesco canciller Avigdor Lieberman, que sí chorrean sangre palestina por los poros...”. Más allá de la falta de respeto hacia el ministro de exteriores israelí, ¿a qué sangre palestina se refiere? ¿Estima, acaso, Carlin, que por haber sido un militar de elite – en el caso de Netanyahu - se sigue necesariamente que “chorree sangre palestina por los poros”? ¿Es una condición inherente a todos los militares? ¿O sólo se da en el caso de que sean israelíes? ¿Cómo han llegado ambos a “chorrear sangre”? ¿Por qué cuando habla de Mahmoud Abbas no dice lo mismo? Máxime, tendiendo en cuenta que según recoge un artículo de la revista Sports Illustrated el líder palestino fue el responsable de la financiación de la masacre de atletas israelíes durante las Olimpíadas de Munich en 1972. Sólo bastan unas pocas expresiones arbitrarias y gratuitas para que las buenas intenciones pasen a parecer tan sólo una excusa para incluir la propia visión sesgada de la realidad.