jueves, 25 de octubre de 2012

LEJ LEJÁ- Un viaje de Primera

B.H.N."V. Un viejo relato nos traía a un viajante judío –cuentenik-, transitando los difíciles caminos de una Polonia un tanto incomprensiva y distante. Este hombre sacaba su pasaje de tren hacia Varsovia, la gran capital, y como de costumbre, tras hacer la cola, compraba su pasaje en segunda categoría. Un judío y cuentenik, no podía viajar con los grandes señores... Y así lo hizo durante años. Madrugaba hacia la estación del ferrocarril, y siempre con sus paquetes en mano, se paraba en la larga fila de pasajeros para comprar su boleto. Regresaba por las noches frías del invierno, muy tarde a su hogar, para compartir la mesa con su esposa e hijos. Y compartir el "pan de la opresión y de la pobreza", aunque no fuera Pesaj...Siempre, llegaba a tiempo para alcanzar su tren. Aquel que lo llevaría a su destino. A su parnasá –sustento- diario...Jadeante a veces por las corridas, pero seguro que el esfuerzo le depararía hacia le final del día, su merecido. Pero un día, las largas colas y las innumerables filas de atosigados pasajeros, se dieron cita en la estación. Nuestro hombre corriendo entre las filas intentó –y sin éxito- alcanzar las boleterías. Cuando por fin llegó a una de ellas, los boletos en la segunda categoría se habían agotado...Un sudor frío corrió en él y una angustia mayor se apoderó del pobre iehudí. Si no trabajaba ese día, su familia no comería. Pasado ese momento, escuchó al vendedor decirle: -Solo quedan boletos en primera...¿Un judío viajando en primera clase? ¿Y qué dirán los señores? Su gran necesidad no le permitió pensar y mucho y con sus últimos centavos, adquirió el boleto para su viaje. Ascendió al tren y ante él, pisos alfombrados, asientos finamente decorados y poltronas de terciopelo; paredes de madera rebatidas en oro...en fin, un lujo inimaginable. Nuestro iehudí tomó asiento en su lugar, y temeroso por la extrema lujuria que presentaba, se refugió en su asiento hasta casi querer pasar imperceptible. Señores y terratenientes, oficiales y dignatarios se paseaban por el vagón. Hasta que de pronto, el inspector solicitando los respectivos boletos se hizo presente. El iehudí sintió más temor. Se encogió más y más en su asiento. Pero el inspector lo vio. Y pensó para sus adentros: 'A mí, judío, no me vas a engañar'. 'Podrás esconderte, pero yo ya te he visto'. 'Ahora veremos cómo te echaremos de aquí...', etc. Lentamente el inspector se acercó al iehudí, y éste cada vez más se encogía temeroso en su asiento. Cuando lo enfrentó, casi increpándolo le dijo: '¡A ver judío, dame tu boleto! '¡De seguro te has infiltrado aquí como las ratas!' '¡Ya te habré de dar tu merecido!' y más, y más acusaciones...Nuestro iehudí, con el último respiro, extendió su mano temblorosa y acercó su boleto, el que había comprado con todo su dinero, al inspector...Grande fue la sorpresa de éste al ver que, efectivamente, el pasajero en cuestión, poseía su boleto oficial, con asiento propio y ¡en primera clase!...Entonces, el inspector que tanto le había acusado y menospreciado, se dirigió al iehudí y le dijo: ¡Judío, judío, si tienes boleto de primera, ¿por qué viajas como de segunda??!! Hoy, durante este Shabat, iniciamos nuestro viaje por la vida de las naciones, viajando en primera clase. 'Lej Lejá' significa el paso obligatorio de Abram, todavía un 'perseguido', una suerte de 'refusnik' moderno, hacia una tierra que lo vería nacer como pueblo, como padre, como benefactor de toda una humanidad. Este viaje de Abram presupone muchas –demasiadas- incertidumbres para él. "Todo el mundo estaba de un lado –'ever'-, y Abram era él mismo, 'un lado –ever- del mundo'", afirman nuestro sabios. Y con Abram aprendimos a viajar en primera y como de primera. A no dudarlo, si nos permiten la comparación. Pues a través de su caminar, de su recorrer y de su fe inconmovible en El Creador, Abram señala el camino para sus hijos. De acuerdo al Midrash, hubo de pasar por el tormento de un horno de fuego –la hoguera-, la discriminación, el aislamiento, el maltrato y el desprecio. Pero su rumbo se mantuvo inconmovible. Había una tierra y lo sabía. Había un destino y él formaba parte del mismo. Ya su padre Teraj había iniciado el camino hacia la tierra, pero se detuvo en su marcha. Abram retoma con su 'Lej Lejá' una tradición milenaria, que había recorrido, desde los días de Adám haRishón, los secretos inconfundibles de la Voluntad Divina y del deber hacer del hombre: llegar a un lugar, en una tierra, desde donde el hombre alcance su verdadera dimensión del perdón pero también se encuentre a sí mismo –su esencia, terrenal y celestial-. La tierra por redescubrir es Israel. El lugar: desde donde se tomó el polvo que conformó al ser humano...El lugar del 'mizbeaj' –altar-. "Adán nibrá mimekom caparató" afirmaron los sabios. En el momento de ser creado el hombre, la materia de su cuerpo fue tomada desde el lugar desde donde habría de alcanzar su perdón. Y ese perdón significaría la reconciliación con D's...Con Abram llegamos a esa estación en la vida: la de reconciliarnos como hombres con D's; la de hacer crecer, como judíos nuestra amistad con él; la de emprender nuestro viaje diario por la vida, sin temor alguno, y viajando, por sobre todo, en primera...NOTI OLEI ¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!