viernes, 1 de marzo de 2013

goría Textos Tradicionales Rabinos o empleados Rabino Daniel Oppenheime

Rabinos o empleados Rabino Daniel Oppenheimer ..los líderes del pueblo no se pueden guiar por lo que al pueblo se le antoje, ni son votados por democracia. Su responsabilidad por el bienestar de la nación va más allá de lo que impongan las encuestas y la opinión pública. Es ese el rol de los dirigentes. No son empleados… Moshé bajó de la montaña luego de 40 días de haber permanecido en su cima y aprendido allí la Torá íntegramente. El último día, al recibir las Tablas de D”s, se enteró de la triste noticia: su pueblo había hecho el Eguel (Becerro de oro) y lo estaban festejando. Ante el manifiesto enojo de D”s, que podía llevar a la destrucción absoluta de sus hermanos, de inmediato Moshé comenzó a rezar por ellos y los salvó del acabóse. Ahora era el momento de bajar y enfrentar lo ocurrido in situ. La conocida determinación de Moshé de romper las tablas que acababa de recibir, no fue fruto de un arrebato de cólera por lo sucedido, sino una decisión claramente calculada a favor del pueblo de Israel y que finalmente fue agradecida por D”s Mismo (Dvarim 34:12, Rash”í). Los Sabios de aquel momento, entendiblemente querían evitar que Moshé destruyera las Tablas. Eran únicas, databan de los primeros días de la Creación e irrecuperables. “Si el pueblo había pecado” – sostenían – “se los podría encauzar hacia la Torá”. Sin embargo, Moshé prevaleció sobre ellos intelectual y físicamente (Midrash Rabá Shmot 46:2). Demostró mediante la argumentación de un Kal vaJomer (método de inferencia lógica utilizado extensamente en el Talmud - Shabat 87.), que Israel no merecía poseer las Tablas en tal escenario aun cuando ellos le discutían que debían ser preservadas a toda costa. Moshé destruyó las Tablas. Luego de – solitariamente - demoler y despreciar el becerro y de amonestar a Aharón por su intervención, era necesario juzgar a los culpables. Moshé se paró – nuevamente, solo - en los portones (el sitio de los tribunales) del campamento y exclamó: “¡Quién para D”s, (que venga) conmigo!”. La tribu de Leví lo acompañó y comenzó allí la enmienda y rectificación de lo acontecido. Tres mil judíos fueron ajusticiados por las cortes. Nuevamente, y otra vez sin ser acompañado – rezó por todo Israel durante cuarenta días para expiar lo pecado. Mediante estos actos (aparte de todas las actitudes de solidaridad), Moshé marcó la pauta para los futuros líderes del pueblo. Aquella misma soledad con la que Aharón y Moshé enfrentaron al Faraón para exigirle el éxodo de Egipto, fue la que lo enfrentó con el pueblo para remontar el mal que habían hecho. La historia de Moshé no concluyó allí: la Torá nos vuelve a contar cómo ciertos individuos intentaron desacreditar a Moshé y a su enseñanza. Koraj reunió a muchos líderes del pueblo y desafió demagógicamente a Moshé: “¡¿acaso no es todo el pueblo santo (no vivimos, acaso, en una democracia…)?! - ¡¿con qué derecho ustedes – Moshé y Aharón – se encumbran por encima del pueblo?!” (Bamidbar 16:3). A pesar de los intentos de Moshé por “calmar las aguas” y hacer entender que él no se había auto-elegido, Koraj y sus secuaces insistieron “hasta las últimas consecuencias”…. Koraj reunió a toda la nación (16:19), y nuevamente Moshé – solo – debió enfrentarlo (16:23). El trágico final de Koraj y el de sus seguidores es ampliamente conocido. Para la posteridad, nuevamente, Moshé legó una enseñanza que necesitó ser implementada en numerosas ocasiones: los líderes del pueblo no se pueden guiar por lo que al pueblo se le antoje, ni son votados por democracia. Su responsabilidad por el bienestar de la nación va más allá de lo que impongan las encuestas y la opinión pública. Es ese el rol de los dirigentes. No son empleados… (Esto no es un desprecio a la democracia - que sin duda es un sistema superior al de los déspotas y dictadores egoístas e indiferentes a las necesidades del pueblo, que llenan los libros de historia, pero que no deja de haberse convertido en el instrumento - legalizado por cierto - y respaldado por una constitución que reglamenta un “bien” y un “mal” inconstante y supeditado al hedonismo transitorio de la sociedad.) Volviendo a Moshé: ¿fue un “empleado” del pueblo? Por cierto que no. Su autonomía fue uno de los factores indispensables que lo habilitó para ejercer su cargo. Y quienes lo prosiguieron su conducta en todas las épocas mantuvieron aquella dignidad y coherencia para con su responsabilidad, sin dejarse llevar por la tentación de ganar aceptación ligera del público a costa de la honestidad a la verdad de la Torá. En situaciones sensibles, tales como la muerte de un ser querido, la tendencia natural de las personas sería “adecuar” la ley frente al dolor, la sensibilidad - o la falta de comprensión racional de los involucrados. Cuando los sentimientos de los protagonistas reflejan frustración y enojo, tales como los que se producen frecuentemente entre las partes que se acercan para concretar un divorcio, se torna aun más difícil mantener el equilibrio para la aplicación serena y correcta de la ley. Es en esos casos, cuando más se necesita el aplomo y las “espaldas responsables” de la autoridad que hace valer la ley Eterna frente a la sensiblería temporal, y la justicia frente a la parcialidad y el apasionamiento de las personas. Rav Rafael Hamburger (1724-1804), el nuevo rabino de Hamburgo acababa de llegar a la ciudad que lo había elegido para ese digno cargo. Luego del recibimiento oficial, el rabino se dirigió a su nueva casa para descansar del largo viaje. No había pasado una hora cuando una mujer local golpeó su puerta: “Tengo una diferencia económica con el R. Natan el Parnas (equivalente al presidente) de la comunidad a raíz de negocios que hicimos. Yo sé que Ud. recién llega y lamento molestarlo en este momento inoportuno, pero dado que necesito el dinero con urgencia, le pido su intervención inmediata”. El Rabino llamó al asistente que le habían asignado y le solicitó que llamara a R. Natan de inmediato para que concurra al Din Torá. El asistente no podía creerlo: “Rabino: Ud. recién llega. Creo que no sabe quién es R. Natan. Tenga paciencia. No lo desafíe. Puede rescindir su contrato y quitarlo del puesto…” “Haz lo que digo” – dijo el Rabino – “Ve a lo de R. Natan y dile que venga”. El asistente fue y volvió. Con una mueca en la cara, reportó la respuesta: “R. Natan se sorprendió por Su arrogancia y le manda decir que sea más prudente en convocar a ciertas personas a un Din Torá”. “Vuelve y dile que yo exijo que se haga presente de inmediato” – dijo el Rav con firmeza - “esta señora tiene derecho a un Din Torá, y yo, el Rav, tengo la autoridad y responsabilidad de demandar su asistencia”. “No puedo creer que quiera poner en juego un puesto que no llega a tener siquiera un día. R. Natan sin duda si librará de Ud.” – insistió el asistente. “No le tengo miedo. ¡Dile que debe venir!” – repitió Rav Rafael. Nuevamente el asistente salió, y retornó después de un rato: “R. Natan está tan enojado que le manda decir que si Ud. quiere se puede marchar ya. Para mañana convocará una reunión para echarlo”. El Rav se mantuvo inflexible: “Manifiéstale que si no comparece ya mismo, lo declararé en Jerem (excomulgado de la comunidad). Lo estaré esperando”. Pasaron unos muy tensos minutos. Se abrió la puerta de la casa de Rav Rafael y entraron sonrientes la señora, R. Natan y el nuevo asistente del Rav: “Mazal Tov, Mazal Tov, Ud. ahora es el nuevo Rabino oficial de Hamburgo” – exclamaron todos juntos. R. Rafael los miró asombrado: “Qué me están diciendo?” “Todo esto fue únicamente una prueba” – explicó el asistente – “Ud. es nuevo y no sabíamos cómo reaccionaría ante las presiones. No hay Din Torá. Era todo una simulación”. “Sin embargo, si Ud. hubiera cedido ante la intimidación” – dijo R. Natan – “hubiésemos sabido que no podría cubrir el puesto de Rav de Hamburgo. Ud. demostró su integridad. ¡Mazal Tov!” (“The Maggid speaks” de Rabbi Paysach Krohn– Artscroll/Mesorah) Cuando se tilda de “empleado” a cualquier Rav consciente por hacer cumplir las leyes de la Torá que incomodan a algunos, no solamente a aquella autoridad se está despreciando (lo cual no es poca cosa), sino a la Torá misma y a todos los maestros de todas las épocas que mantuvieron su honradez espiritual e intelectual, para hacer llegar la Torá íntegra e incólume a nuestras manos. Ni las persecuciones y torturas de los enemigos, ni el pillaje de libros judíos, ni las expulsiones, ni la pobreza material, ni las amenazas de los propios judíos reformistas que se aliaron con los gobiernos de turno en el siglo XIX utilizando la fuerza pública para cerrar los Jadarim y Mikvaot de Alemania - hicieron perder el espíritu judío de quienes determinaron aferrarse a la Torá. Tampoco lo podrán hacer ahora aquellos que amenazan con hacer valer la justicia nacional para precisar cuestiones internas - netamente judías - concernientes a la Halajá. ¿A Ud. le llama la atención que tilden públicamente cuatro (¡!) veces de “empleado” al Gran Rabino por defender la Halajá? No se asombre. “Kol haPosel – beMumó posel” (todo el que descalifica, lo hace desde su propio defecto – Kidushin 70.). Aquellos que viven permitiendo todo lo que la Torá prohibe por exigencia de sus “empleadores” y la opinión pública, llámese matrimonios “interconfesionales”, vida “en pareja” prematrimonial, homosexualidad – y todo lo que el público vaya permitiéndose – no podrán hacer otra cosa que proyectar su pobre auto-imagen hacia quienes sostienen la ley de laTorá. ¿Es de asombrarse que estén dispuestos a denunciar a una Institución judía con más de un siglo de trayectoria, y dejar librado a la decisión de la justicia nacional – de la cual aparentan pertenecer al grupo selecto que confía ciegamente en su equidad y honradez, a pesar que declaran frecuentemente lo opuesto en las manifestaciones públicas callejeras – mostrándola más justa que nuestra Torá? Tampoco se extrañe de eso. Es su ideología que repite el molde de los judíos helenistas que profanaron el Bet HaMikdash identificándose con el gobierno griego – en lugar de hacerlo con nuestras verdaderas enseñanzas. Una cosa estése seguro: helenistas, reformistas y la ideologías similares – una parte triste de nuestra historia del exilio – pasaron y desaparecieron. Lo mismo sucederá con toda copia de este fenómeno. Pero la Torá – tal como lo sabemos desde el noveno de los Aní Maamin – es Eterna. Fuente: Ajdut Informa Nº575 Publicite en Kashrut y Mitzvot, Contacto: kashrutymitzvot@gmail.com