Egipto entra en la recta final de las elecciones legislativas que acaban a principios de año inmerso en un clima de tensión tras las protestas contra la Junta militar que han sido reprimidas en el último mes dejando 60 muertos y más de 2.000 heridos. Esta violencia ha desvirtuado la imagen de los militares entre la población. “Hasta que dejen el poder habrá más problemas”, apunta Bahey El Din Hassan, director del Instituto de El Cairo para el Estudio de los Derechos Humanos (CIHRS, en sus siglas en inglés). Pero Egipto también afronta el distanciamiento de su población, dividida entre los que quieren continuar la presión y los que abogan por una tregua que permita el retorno de la estabilidad a las calles.
La pregunta que planea ahora sobre Tahrir, donde hoy siguen las protestas, y que se extiende más allá de las fronteras de Egipto, es si estos enfrentamientos entre los jóvenes que se alzaron contra Mubarak y el Gobierno militar que tomó las riendas del país harán descarrilar el proceso de transición. Desde que acabó la revolución ha habido más de 12.400 juicios militares a civiles. Esta degradación, afirma el director del CIHRS, “por la falta de justicia y la falta de confianza en la justicia, aumenta la inclinación hacia la violencia de los egipcios”. Los partidos políticos, por su parte, han tomado posturas dispares. Hay unanimidad en la condena de la violencia pero no a la hora de respaldar las protestas donde ha sido significativa la decisión de los Hermanos Musulmanes de ponerse del lado de la Junta Militar.
Los revolucionarios entienden que la hermandad, líder en el recuento electoral con un 36% en la primera vuelta y con más del 30% en la segunda, según resultados oficiosos, les ha dado la espalda. Para algunos esta es además la confirmación de que los Hermanos Musulmanes habrían llegado a algún tipo de acuerdo con los militares. “Los islamistas no tienen una posición clara y sólo se preocupan por cultivar éxitos electorales. Los liberales les defendieron en la época de Mubarak, especialmente en los juicios militares y los casos de tortura, pero desde marzo no les hemos visto criticar a la Junta por esos mismos abusos”, argumenta Hassan.
Este jueves el primer ministro Kamal Ganzury aparecía por segunda vez en una semana en rueda de prensa. Su discurso, sin embargo fue muy distinto al que lanzó el 17 de diciembre, nada más empezar la última ola de violencia en El Cairo. A los que antes llamaba "contrarrevolucionarios”, asegurando que “terceros”, sin determinar quiénes, estarían alentando el caos en el país, ahora los invita al dialogo y les pide dos meses de tregua. Sin embargo, los egipcios que van y vienen sin abandonar nunca Tahrir desde el 18 de noviembre, no lo ven tan claro. Reconocen abiertamente que fue un error dejar la plaza un día después de la renuncia de Mubarak, y no quieren tropezar dos veces con la misma piedra. Al mismo tiempo en la calle, lejos de la plaza y de otros centros de protesta en ciudades como Alejandría, muchos egipcios anhelan únicamente el retorno de la tranquilidad. La imagen de los militares se ha deteriorado, pero todavía gran parte de los egipcios cree que sólo ellos serán capaces de lidiar con un país de ochenta millones de habitantes, la mitad de los cuales vive por debajo del umbral de la pobreza, y cuyo índice de analfabetismo es del 30%, del 60% entre las mujeres.
"Los islamistas no tienen una posición clara y sólo se preocupan por cultivar éxitos electorales", dice el analista El Din Hassan
En un mes se cumplirá el primer aniversario del inicio de la revolución. Como respuesta a la crisis los jóvenes del 25 de enero, secundados por algunas fuerzas políticas, proponen celebrar en ese día las elecciones presidenciales, que los militares adelantaron, de una fecha indeterminada de 2013 a junio de 2012, sólo tras las protestas de hace un mes que dejaron 44 manifestantes muertos. Esta propuesta no ha gustado al Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ), de los Hermanos Musulmanes que considera que “un traspaso inmediato del poder no resolverá la actual crisis”. “Cualquier desviación respecto al calendario dará lugar a un caos mayor”, afirmó el secretario general del PLJ, Mohamed Katatni en un comunicado.
“Si la violencia continua el Ejército tendrá que ceder y adelantar las elecciones”, apunta por el contrario la doctora Hala Mustafa, investigadora del Centro Al-Ahram de estudios sociales y políticos. “Celebrar elecciones presidenciales cuanto antes es la mejor solución para acabar con esa violencia”, argumenta la doctora quien tampoco coincide con Bahey el Din Hassan. “La salida es sencilla, pero el CSFA no tiene voluntad política suficiente para afrontarla”, argumenta el director del CIHRS. “No creo que haya que adelantar las elecciones sino nombrar un Gobierno en el que la gente confíe y con poderes reales para preparar ese proceso”, afirma Hassan.
“En este momento hay muchos interesados en hacer descarrilar el proceso, los que tienen el dinero, los miembros del viejo régimen... Por eso debemos pararnos a pensar con amplitud de miras”, concluye Mustafa.
EL PAIS.COM
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.