Turquía aumenta la presión contra Siria. El ministro turco de Exteriores, Ahmet Davutoglu, ha anunciado la imposición de sanciones económica al régimen sirio que, en palabras del ministro, "ha perdido la última oportunidad al rechazar la propuesta de la Liga Árabe de enviar observadores". Las medidas anunciada por Davutoglu, que no ha querido contestar a las preguntas de los periodistas, incluyen la suspensión de la cooperación estratégica entre los dos países hasta que "un Gobierno legítimo en paz con su pueblo esté al cargo de Siria"; la congelación de las relaciones con el Banco Central Sirio y de los bienes financieros de los miembros del régimen; la prohibición de la venta de armas y la congelación de las líneas de crédito con Siria.
Turquía no quiere contemplar una intervención armada en Siria, aunque sí se ha abierto a la posible creación de un corredor humanitario en los 800 km de frontera que ambos países comparten. Pero la imposición de las sanciones refuerzan aún más el aislamiento de Damasco. El martes en una nueva jornada de violencia, al menos doce civiles fallecieron en las provincias de Homs y Rif Damasco, en el centro y oeste del país, según informa el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Ankara repite que las sanciones no afectarán en ningún momento a la población civil, y por eso no suspenderá los vuelos comerciales, ni aplicará medidas que puedan perjudicar el comercio en la frontera o causar daño a los ciudadanos, por lo que el corte del suministro de agua y electricidad está fuera de la mesa, según el Gobierno turco. Las medidas aprobadas se suman a las sanciones impuesta en mayo por la Unión Europea y a las que anunció el pasado domingo la Liga Árabe.
Lejos de la imagen de unidad que el Ejecutivo turco intenta proyectar, el resto de los partidos políticos se muestran descontentos con las continuas amenazas por parte del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. El líder del principal partido de la oposición, Kemal Kiliçdraoglu, ha acusado a Erdogan de ser un “peón de Estados Unidos” y ha instado al Gobierno a explicar “por qué se está acabando la paciencia de Turquía”. El resto de los partidos critican la actitud temeraria del Ejecutivo que “parece que quiere empezar una guerra por su cuenta”. Turquía ha mantenido hasta ahora estrecha relaciones comerciales con Siria, unos intereses económicos que en 2010 alcanzaron los 2.500 millones de dólares y un conflicto armado en el sur del país que podría incrementarse si Siria, con una importante población kurda, entrara en una guerra civil.
De momento las declaraciones de Erdogan ha reportado a su país pérdidas millonarias y una creciente enemistad con Siria, cuyos ciudadanos podían entrar en Turquía sin necesidad de visa desde 2009. Hace pocas semanas, manifestantes sirios atacaron las legaciones diplomáticas turcas en Alepo y la semana pasada un convoy de peregrinos turcos fue atacado por soldados cerca de Homs. El Gobierno turco, por su parte, niega cualquier influencia de las naciones extranjeras en sus decisiones y afirma que están listos “para cualquier escenario”.
El establecimiento de un corredor humanitario está, no obstante, sujeto a varias condiciones. En primer lugar al apoyo internacional. En segundo, al temor por una posible avalancha masiva de refugiados sirios a Turquía, similar a la que ocurrió en 1991 con Irak durante la Primera Guerra del Golfo. “Si cientos de miles de personas empiezan a llegar a las fronteras de Irak, Líbano y Turquía, no solo nosotros, sino también la comunidad internacional puede verse obligada a imponer una zona de seguridad”, aseguró Davutoglu durante una entrevista en el Kanal 24.
El Pais.com
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