miércoles, 3 de octubre de 2012

El fantasma de la Amia

El fantasma de la Amia Mientras sigue sin ser identificada la "conexión local" del atentado contra la Amia, en 1994, el Gobierno nacional inició un inconsulto diálogo con Irán, que ya generó reacciones adversas. 03/10/2012 00:01 , por Redacción LAVOZ0 La propuesta argentina de iniciar un diálogo directo con Irán sobre el atentado terrorista a la sede de la mutual israelita (Amia) de la ciudad de Buenos Aires, ocurrido el 18 de julio de 1994, en el que murieron más de 80 personas, ha creado un clima de perplejidad, sospechas, confusión y desconfianza dentro y fuera del país. Es que no se entienden las razones de este brusco viraje de la política exterior argentina, cuya máxima responsable es la presidenta Cristina Fernández. La jefa del Estado se encontraba en Estados Unidos, cuando el canciller Héctor Timerman y su par iraní acordaron la negociación. Fue un cambio totalmente inesperado. No hubo un anuncio previo, y tanto el Congreso nacional como la Justicia no habían sido informados. Fue como una jugada de diplomacia secreta en un tema fundamental para el país, en momentos en que la Presidenta discutía con los estudiantes de Harvard. Y la verdad es que parece una burla a los argentinos, que de pronto advirtieron que su Gobierno se acercaba al de Hugo Chávez en la actitud dialoguista con el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad. La gran diferencia es que Venezuela e Irán comparten la condición de potencias petroleras, y el caso Amia le compete exclusivamente a la Argentina. De hecho, la llamada “pista iraní” fue seguida por los sucesivos gobiernos de nuestro país desde 1994, desde Carlos Menem hasta Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Por eso resulta inexplicable este cambio de posición, sobre el que no hubo precisiones, ni siquiera indicios de sus razones, ni información alguna sobre si existen nuevos elementos que lo justifiquen o, al menos, lo fundamenten. El gobierno de Ahmadinejad siempre dijo estar dispuesto a colaborar con la Argentina para encontrar a los verdaderos responsables del atentado, aunque nunca aceptó que hayan sido ciudadanos de ese país, pese a que nuestro gobierno había pedido la captura de cinco funcionarios iraníes, entre ellos un ex agregado cultural en Buenos Aires y un jefe de la organización terrorista siriolibanesa Hizbollah, que también negó su participación en el atentado. Sin embargo, lo realmente grave es que la Argentina no ha dado un solo paso firme para identificar la “conexión local”, sin cuya participación hubiera sido imposible la explosión de la Amia. Un juez federal procesó y condenó a un grupo de argentinos, pero una cámara del mismo fuero anuló la sentencia por falta de pruebas, y todos quedaron en libertad. Eso significa que no hay ningún detenido en la causa Amia, lo que constituye una vergüenza para la Justicia argentina, daña inmensamente el prestigio de nuestro país en el mundo y mantiene muy abiertas las heridas causadas el 18 de julio de 1994 en la comunidad judía argentina y en el pueblo todo.EDITORIAL LA VOZ DEL INTERIOR