domingo, 14 de octubre de 2012

Las Maravillas de la Creación

Las Maravillas de la Creación 10/10/2012 Rabino Baruj Mbazbaz Las Maravillas de la Creación Rabino Baruj Mbazbaz Las personas que creen en la existencia de D’s se dividen en dos clases. Hay quienes basan toda su fe en la tradición que recibieron de sus padres y saben que ese fue el mismo camino que transitaron sus antepasados, y hay quienes se acercaron a la religión como consecuencia de una búsqueda y una investigación.La diferencia entre los dos grupos es la siguiente: El primer grupo tiene la particularidad de que por haber recibido esa fe de sus antepasados, su creencia suele ser tan fuerte que nunca se interesaron por comprobar su veracidad, pues nunca sintieron la necesidad de hacerlo, e incluso, investigaciones que intentan contradecir esa creencia, no pueden convencerlos de abandonarla. Pero este grupo se enfrenta ante un gran desafío: por no investigar y profundizar en su fe, ésta puede llegar a transformarse en una rutina. El segundo grupo posee la particularidad del asombro y el entendimiento, pues han llegado a reconocer la existencia de D’s a través de una gran investigación, y esto es lo que le da fuerza a su fe. Pero este grupo también tiene una prueba que pasar: ellos pueden llegar a caer en la confusión al enfrentarse con pruebas que contradicen su teoría. Entonces, ¿quién puede llegar a una creencia íntegra y verdaderamente fuerte? Quien pertenece a ambos grupos, pues, por un lado, él se apoya en la fe que recibió de sus antepasados, y por otro lado, eleva y renueva esa fe a través de sus estudios e investigaciones propias. Esta es la fe completa y buena (Jojmá Umusar, vol. II, pag. 50). Comenzando por Abraham Avinu y llegando hasta nuestra época, la emuná (fe) del pueblo de Israel en un D’s Único, Creador y Rector de todo el universo, fue transmitida de padre a hijo, de generación en generación. Y para que ésta sea íntegra, la Torá nos da la posibilidad de poder investigar profundamente cómo fue la creación del mundo, permitiéndonos así asentar esta fe en nuestra mente y nuestro corazón .Este es el motivo por el cual la Torá comienza explicando cómo se creó el mundo y Quién lo creó. Nuestra parashá describe claramente, paso a paso, la creación del universo. A pesar de que para nosotros es obvio que el universo tiene un Creador, a lo largo de toda la historia no faltaron personajes que trataron de renegar de la existencia de un Creador. El Midrash cuenta que un hereje se acercó a Rabí Akivá y le preguntó: ¿Quién creó este mundo?. Rabí Akivá le respondió que D’s es Quien lo creó. Este hombre le pidió que se lo demostrara mediante una prueba irrefutable. Regresa mañana - le respondió Rabí Akivá. Al día siguiente este hombre se presentó delante del Rab. ¿Qué es lo que tienes puesto? - Rabí Akivá le preguntó. Una prenda - le respondió el hombre. ¿Quién la fabricó?. El sastre - le respondió. No creo que un sastre haya hecho tu prenda. Demuéstramelo mediante una prueba concreta - le dijo Rabí Akivá. ¿Necesito demostrárselo?¿Acaso usted no sabe que el sastre la confeccionó? - le respondió el hereje. ¿Y acaso tú no sabes que D’s fue el que creó el mundo? - dijo Rabí Akivá. Después de esa respuesta el hombre se retiró en silencio. Sin embargo, los alumnos de Rabí Akivá no se conformaron con la respuesta de su maestro y le preguntaron: ¿Cuál es la verdadera demostración?. El Rab les respondió: Así como la casa manifiesta que un constructor la diseñó, la prenda - que un sastre la confeccionó, y la puerta - que un carpintero la hizo; así también toda la creación manifiesta que D’s es Quien la creó. Esta respuesta que parece tan simple es realmente la base de nuestra fe, y toda nueva teoría queda anulada al enfrentarse con esta afirmación. El versículo Y sabrás hoy, y lo asentarás en tu corazón (Devarim 4:39), nos enseña que además de tener la obligación de investigar y reafirmar la fe que recibimos de nuestros antepasados, debemos asentarla en lo más profundo de nuestro ser. Al observar el mundo que nos rodea, cada instante podemos palpar la existencia del Creador. Aquí presentamos tan sólo algunos ejemplos que nos demostrarán que es imposible que el universo exista sin que haya habido un Creador. El sol es una gigante esfera de gas, rodeada de gases candentes. Su perímetro es aproximadamente 1.200.000 km. Según los científicos, el sol es 1.000.300 veces más grande que la Tierra. En su contorno, la temperatura es aproximadamente 6000°C, sin embargo, en el centro el calor llega a 15.000.000°C. Por la infinita bondad del Creador, no todo el calor que se encuentra en el centro del sol es expulsado al exterior, sino que es absorbido dentro de él. De lo contrario, toda la humanidad se encontraría en peligro de existencia. La distancia entre el globo terráqueo y el sol es de 150.000.000 km., y los rayos del sol que llegan a la tierra son ideales para nosotros. Si la distancia fuese un poco más corta, todas las aguas se evaporizarían y nosotros seríamos antorchas de fuego en una gran fogata. Si el sol estuviese un poquito más alejado, seríamos como cubitos de hielo en un enorme congelador.¿Cómo llegaron el sol y el globo terráqueo a encontrarse a una distancia ideal dentro del infinito universo? La rotación y translación de la tierra: el globo terráqueo gira sobre su eje, a una velocidad de 1700 km./h. Esta velocidad nos marca la duración del día - 24 horas. Si la velocidad fuese menor, por ejemplo 170 km./h, la duración del día llegaría a 240 horas - 120 de luz y 120 de noche en un día promedio. Si el día durara 120 horas, el sol secaría toda plantación. Por otro lado, durante las 120 horas de oscuridad, las plantas se marchitarían pues el proceso de fotosíntesis se realiza con la ayuda de los rayos solares. La capa de ozono es una de las capas de gases que componen la atmósfera e impide que las radiaciones ultravioletas que llegan desde el sol, y que son nocivas para el ser humano, lleguen hasta la superficie terrestre. Acerca de todo esto, el Rey David en su libro de Salmos escribió: ¡Qué grandes son Tus obras, D’s; has hecho todas ellas con inteligencia! (Tehilim 104). Nuestros Sabios consideraron al ser humano como un micromundo, pues así como en el mundo entero podemos ver grandes maravillas de la creación, así también en el cuerpo humano. Con el simple hecho de analizar el funcionamiento de algunos de nuestros órganos - como el cerebro, el ojo, el corazón, el sistema digestivo y reproductor - podremos darnos cuenta de que allí se encuentra la mano del Creador. Y esto es lo que afirmó Iob: Mediante mi cuerpo puedo ver a D’s. De esta manera, la combinación de la fe que recibimos de nuestros padres con la fe lógica basada en la investigación y el análisis nos llevará a un conocimiento más profundo de nuestro Creador, y nuestra emuná en Él se asentará más en nuestros corazones. Publicite en Kashrut y Mitzvot, Contacto: kashrutymitzvot@gmail.com