viernes, 1 de marzo de 2013

Cada uno con su becerrito de oro

Cada uno con su becerrito de oro Ariel se encuentra con Ruben - ¿Cómo estás tanto tiempo? - Bien, muy bien. - Te noto cambiado - Si, yo también - ¿Qué pasó con tu identidad judía Ruben? - Bueno, vos sabes, las cosas cambian. - ¿Cambian? Hay valores que no se modifican - ¿Y vos cómo lo llevas? - Ya me ves, trato con ayuda de Ashém hacer lo que mas puedo y lo llevo a la práctica. - Yo sin embargo me siento judío cumpliendo con los 10 mandamientos y no hacer mal a nadie, no matar, no robar. - ¿Ah sí? ¿Y el cuarto mandamiento, recuerda el Shabat para santificarlo? - Seguro que lo recuerdo, a mi manera - Y decime, ¿Tenés novia? - Si, Cris. - Pero ella no es de la cole - No, pero se quiere convertir - ¿Sabes que por conveniencia no es autentica la conversión? - Si, pero acá me la convierten - Claro seguro que te sale unos cuantos pesos ¿no? Sabes que eso no es comercio, es conveniencia - Bueno, ¿acaso hay algo gratis? - ¿Gratis? El alma estaba gratis antes de venir a la tierra, ahora tenemos que esforzarnos para elevarla. - ¿Elevarla? Si yo estoy bien así - Si, seguramente, físicamente lo estás, ¿Pero dónde quedó tu parte espiritual? - Bueno, como te dije, lo importante es no hacer mal a nadie - Es verdad, pero antes de eso no hay que hacerse mal a si mismo, justificándonos para acallar nuestra conciencia de una realidad judía que viene a través de varias generaciones y nosotros somos la continuidad de ese milagro que es el pueblo elegido por D´s. Tomar las cosas a la ligera sin darle el valor que realmente posee nos trae a la larga desilusiones, frustraciones y arrepentimientos. Por eso, nunca es tarde para reconocer nuestros propios errores y volver a iniciar la vida vivenciando el verdadero judaísmo que es lo que nos va a llevar a un final que es principio de nuestra existencia. Elías Dayé