lunes, 11 de marzo de 2013

La incertidumbre

Lieberman y Netaniahu corriendo contra reloj Al menos mientras se escribe esto, en Israel aún no hay gobierno nuevo. Netanyahu está conversando con uno y otro, y por supuesto que todos tiran para su lado. Lapid no quiere saber nada de los ortodoxos que no pagan impuestos ni hacen el servicio militar, lo que les hace un lastre para el resto de los israelíes. Los ortodoxos no quieren saber nada de hacer lo anterior, menos aún de soltar la educación y lo relacionado con el dinero. Ni tampoco quieren dejar espacio para un matrimonio civil, lo que dificulta los de los no judíos que viven en Israel, los que teniendo distinta religión quieren casarse, e incluso los que no están interesados en casarse por ninguna religión. El gibarizado Kadima estaría feliz de seguir con vida en un gobierno de unidad; Tzipi Livni, con su partido a su imagen y semejanza, Hatnuá, no quiere saber nada de su antiguo colega Netanyahu…,a menos que tuviera un cargo importante en un gobierno de éste. Si Netanyahu no logra formar gobierno en los cuarenta y cinco días que ya avanzan, corre el peligro de que el presidente Shimon Peres ordene otras elecciones. Además viene la discusión sobre el presupuesto de la nación, el que de no haber gobierno peligraría de ser o no aprobado. La verdad es que la política israelí siempre ha sido un enigma. Cualquiera que se de un paseo a la Kneset, el parlamento en Jerusalem, al escuchar las discusiones a gritos e insultos al por mayor, no se explica como es que funciona el poder legislativo que esos parlamentarios representan. Y no se saca nada en limpio con intentar hacer una encuesta callejera, pues cada israelí tendrá otra opinión, y al final todos quedarán gritándose unos a otros, y el encuestador se retirará con rapidez, sin haber sacado mucho en limpio. Cualquiera que llegue a Israel se encontrará con que es un país tan dinámico, que las situaciones cambian casi de hora en hora. Lo que pasa en la mañana no es lo que se ve en la tarde, especialmente en política. Los amores se transforman de súbito en odios, y viceversa. Entre los israelíes mismos hay tantas diferencias como ascendencias tienen. Están los ultras ortodoxos, que se reúnen con los enemigos de Israel que quieren destruir el país, como son los Iraníes, los grupos extremistas palestinos y otros. Estos personajes lo hacen pues están seguros de que sólo el Mesías puede recrear el país judío, de manera que el que hay es para ellos una herejía que debe ser destruida. No les importa lo que suceda a los habitantes de Israel, ya que para ellos no son judíos; con su intolerancia característica, sólo ellos mismos lo son. Por otra parte están los otros ortodoxos, para quienes sí el Estado de Israel es válido, pero siempre que no les hagan hacer su servicio militar, ni menos un trabajo civil que lo reemplace, por mucho que en rigor algunos sí cumplen. Tampoco les gustaría que les obliguen a pagar impuestos, ya que ellos, al estar estudiando la Torá todo el día (bueno, casi todo el día, después de todo deben ganar dinero de alguna manera, las donaciones de los millonarios judíos de la diáspora no alcanza bien para todos), mantendrían el judaísmo vivo, por lo que los demás deberían estarles agradecidos. Otro tipo de judíos que se encuentran en Israel son los auto denominados “progresistas”. En realidad son de pensamiento de izquierda, o al menos así se dicen ellos mismos. (Ya que las izquierdas y derechas sólo son usadas hoy en día por los que se dicen izquierdistas, dejaron de tener razón de ser como distintivo político). Consideran que Israel debería ser un país laico, que quien quisiera ser religioso que lo sea, pero sin obligación, separando la religión del estado por completo. Que tendría que ser un estado binacional, esto es, que todos los árabes palestinos que quisieran pudieran ser ciudadanos. Algunos llegan a decir que no tiene razón de ser que los judíos tengan un estado propio: ¿para qué, se preguntan? Es decir, que Israel podría ser tan igual a otros países que para un judío le daría lo mismo vivir allí o cualquier otro país. O sea, vivir como siempre fue durante los últimos dos mil años, sin país y como si se estuviera en la Diáspora. Entonces están de acuerdo con cualquier cosa que digan o hagan personas contra Israel, naturalmente que siempre que sean “de izquierda”. Se unen a las críticas contra el gobierno actual que consideran “de derecha”, y por lo tanto reaccionario. (¿Reaccionario a que? ¿Al progresismo que ellos dicen tener? Cuando la Unión Soviética se desmoronó justamente por reaccionaria y corrupta…).Aplauden cualquier crítica al gobierno israelí, y de donde venga. Denostan a los “asentamientos” como si fueran obra del diablo, olvidando que justamente comenzaron a construirse durante gobiernos laboristas, o sea de“izquierda”. (Porque los árabes no querían hacer la paz, lo que finalmente les decidió a usar esos territorios yermos y desocupados). Se unen a cualquiera que quiera hacer daño a Israel, ya sean políticos de otros países, militantes ultra izquierdistas que provocan a los israelíes, se juntan con árabes que marchan contra Israel, ruegan a universidades e instituciones extranjeras que boicoteen a Israel, sólo porque el gobierno actual es “de derecha”. Por otra parte, los partidos afines al gobierno actual israelí, a los que definen como derechistas (la prensa internacional dice “ultra derechistas”, como si anduvieran marchando por allí con camisas negras de los fascistas italianos, o las pardas de los furibundos antisemitas alemanes nazis), consideran a Israel suficientemente fuerte como para no tener que hacer mayores concesiones a los palestinos, a menos que estos acepten de una vez por todas que Israel es un país judío (tal como los países árabes son musulmanes sin ocultarlo), y que deben sentarse a la misma mesa para negociar cualquier acuerdo; de lo contrario, statu quo. Eso, sin tomar en cuenta a los afiebrados que creen estar en el viejo oeste estadounidense, donde “arabí met, arabí tov”(“árabe bueno es un árabe muerto”). El Israel que fuera tan popular en los años sesenta, gracias a que era gobernado por la “izquierda”, dejó de serlo desde el momento en que fue teniendo cada vez más éxito. Porque si no lo hubiera tenido, a nadie le habría interesado. Basta ver como los árabes palestinos, que han perdido durante generaciones la oportunidad que Israel les ha dado para crear su país; que dilapidan en armamento (basta ver los uniformes y armas nuevas que llevan los militantes de Hamas y otros) el dinero que les regala occidente, el mismo que odian tanto, que saltaron de alegría cuando mataron a miles en Nueva York con el atentado a la torres gemelas. Dinero que se pierde en los bolsillos de los dirigentes, pero que no ha servido para crear ninguna infraestructura que permita a sus territorios ni habitantes elevar su nivel de vida. Han logrado introducir en el sub consciente colectivo del mundo que son unas víctimas de una supuesta agresión constante de parte de los judíos. A tal nivel, que los medios de comunicación sólo dicen lo que hacen de mal los israelíes, verdadero o falso. En ningún medio se publicó, por ejemplo, que Israel está construyendo un hospital en la frontera con Siria para tratar a los refugiados de ese país; árabes por cierto. De manera que Israel se ha convertido en lo que fueron los judíos durante dos mil años, el país judío entre los no judíos, al que hay que perseguir, y ojalá “holocaustizar”. Así que de desaparecer Israel bajo las bombas, atentados o incluso ataque nuclear iraní, desaparecería el judío, el Israel judío entre los gentiles. El único problema sería encontrar un sustituto, quien entonces reemplazaría al país judío como causa de los problemas mundiales. Aunque es probable que seguirían culpando a un inexistente Israel de los males. Después de todo, cuando Shekespeare escribió su obra antisemita “El Mercader de Venecia”,en Gran Bretaña ya no había judíos hacía siglos, les habían expulsado mucho antes; y sin embargo seguían siendo los malvados en el subconsciente colectivo. Siria tiene una guerra civil con el triste récord de decenas de miles de muertos. No hay manifestaciones contra lo que sucede allí, la izquierda mundial ni lo comenta, los musulmanes no hacen marchas multitudinarias. Seguramente han analizado el conflicto, y se han dado cuenta de que no hay ningún judío allí, de manera que no es necesario criticarlo. Para Israel lo de Siria es un enigma; no está claro que es lo malo y que es lo más malo. Porque el gobierno de Assad ha sido el ejecutor de las políticas antisemitas de Irán, el que envía de parte de los iraníes y por sí mismo el armamento a Hamas y a Hezbalá, que es usado contra Israel y sus ciudadanos, y contra los judíos del mundo, al menos en el caso del segundo de ellos, como se sabe de su participación en el atentado de Amia y de la Embajada de Israel en Buenos Aires. Los iraníes mandan sus tropas de elite a Siria para ayudar a Assad (si lo perdieran se arruinaría su dominio indirecto en Líbano con Hezbalá, y sobre Hamas). Rusia le envía armamento, los chinos se hacen los suecos, el mundo protesta débilmente, como para que no digan que no lo dijeron. Pero los que Assad llama“rebeldes”, o “terroristas” también están siendo ayudados por extranjeros. Muchos militantes de grupos extremistas palestinos ya están en Siria con los que combaten al gobierno; también los de Al-Quaeda (al menos los que quedan), muchos árabes sunitas de países como Arabia o Jordania, que quieren ver caer el país dominado por los odiados chiitas. Muchos ministros y altos oficiales sirios se pasan al lado de los rebeldes, y es lógico, de no hacerlo podrían verse capturados por los vencedores, que pareciera que serán estos, y perderían la oportunidad del“gatopardismo”, de seguir siendo parte del gobierno que venga. Irán mientras tanto sigue con el desarrollo de su programa nuclear que le llevará a tener una bomba atómica en muy poco tiempo. Al igual que sucedió con Hitler, todos protestan, prometen sanciones y castigos que no llevan a cabo, y el plan sigue adelante ante la desesperación de Israel. Estados Unidos hace lo imposible para frenarlo e impedir que ataque a Irán, sólo porque eso subiría el precio del petróleo, y con ello los costos para el nivel de vida estadounidense. También eso afectaría el equilibrio mundial, aunque para Israel consistiría que Irán no podría seguir tras Hezbalá y Hamas, liberando con ello el peligro existencial del país judío. Al menos por un momento, ya que como se dijo antes, Siria es un puzle, tal como lo ha sido Egipto antes de ser secuestrado por el fundamentalismo musulmán. Pues ahí hay otro enigma, lo que sucederá finalmente en Egipto. Tal como en otros países de lo que en su momento denominamos el “invierno árabe”, dudando por completo de la capacidad de estos de llegar a una democracia occidental, los fundamentalistas musulmanes capturaron los gobiernos, especialmente en Egipto. Seguramente muchos árabes son proclives al fundamentalismo, pero quizás la explicación más razonable podría ser que la Hermandad Musulmana, fundamentalista, era la única que estaba organizada, por lo que fue la que pudo presentarse con disciplina de sus miembros a las elecciones. Es similar a lo que ocurrió en los países europeos que la Unión Soviética liberó de los alemanes durante la última guerra mundial; los comunistas eran el único partido organizado para participar en elecciones, si es que había otros partidos (y si es que hubo elecciones). Egipto no ha roto la paz con Israel sólo porque perdería la ayuda generosa de Estados Unidos (dinero contante y sonante) que les da para que no muevan el bote y pudieran producir un conflicto que haga subir el precio del petróleo en el mundo. En Jordania el rey ve que si no abre las oportunidades su mandato podría peligrar. Ha llamado a elecciones para dar una pincelada democrática a su gobierno, pues teme la llegada de los fundamentalistas. Después de todo, su gente es la minoría beduina colocada en el trono por los británicos, y el pueblo jordano es árabe palestino; ya que Jordania es realmente el país que los palestinos tienen, el resto, lo que pretenden de Israel es, como dicen en occidente, “un bonus”, un premio adicional. Nadie dice nada de los reinos sunitas. Arabia Saudita, Oman, Quatar, y todos los otros, son cualquier cosa menos democráticos; pero eso no le interesa a nadie en occidente, siempre que les fluya el petróleo. En Arabia no se pueden construir iglesias cristianas– ni que hablar de sinagogas, judíos no se permiten allí, a menos que sean estadounidenses comprando petróleo -, pero Estados Unidos igual le ha vendido una buena cantidad de aviones de guerra de última generación. ¿Acaso se preparan para alguna eventual ofensiva de parte de Irán? En lejano oriente la mayoría de los países no son democracias. Seguramente eso está en el espíritu de sus habitantes, tan diferente a lo occidental. Los conatos de cambio son tan drásticos y rápidos que casi no alcanzan a verse, como sucede en China. Roces constantes y duros se producen, Corea del Norte amenaza como siempre con su armamento nuclear, con la prepotencia de no notar que este comportamiento podría hundirle: otros tienen más bombas nucleares que ellos. Sus tradicionales protectores chinos parecen estar perdiendo la paciencia con estos. Rusia sigue con el sueño del Imperio y la dictadura disfrazada. Putin endurece posiciones gracias al gas con que provee a Alemania y otros. Si no fuera por Rusia, el conflicto en Siria quizás habría terminado hacía rato con Assad refugiado en algún lado. No toma la misma posición que la anterior Unión Soviética respecto a Israel, quizás porque no requiere tanto el petróleo árabe, para eso tiene el iraní. Pero no puede durar para siempre su posición hacia Siria e Irán, occidente le presiona, y no es omnipotente. Los europeos están demasiado preocupados con las crisis económicas de sus países miembros como para querer conflictos. Con la espada de Damocles sobre sus cabezas, representada por la agitación de poblaciones desesperadas por la falta de trabajo y oportunidades, están haciendo lo imposible como para salir airosos del paso. Eso implica que les importe poco lo que Irán hace al amenazar a Israel, pues tienen cosas más importantes para preocuparse que hacerlo por un país pequeño, y más encima judío. En Sud América no faltan los enigmas. Argentina, o más bien su gobierno, sin avergonzarse por su actitud, ha bajado sus pantalones para que Irán haga lo suyo con el país. No hay que hurgar mucho para entender que se trata una vez más del dinero: Argentina exporta a Irán unos mil quinientos millones de dólares anuales en soya y otras cosas, y ha importado en petróleo unos diez mil millones de dólares. Punto y final. Tal es la desfachatez del gobierno argentino en su búsqueda del beneficio económico, que ha acordado investigar con Irán el atentado que los iraníes hicieron en Buenos Aires en la mutual israelita Amia, y en la Embajada de Israel: el gato cuidando las sardinas. Peor aún, el canciller argentino, Timermann, es un judío de tal calaña, que no le ha importado juntarse con los asesinos de sus compatriotas judíos con tal de seguir usufructuando del poder y el dinero que de seguro le otorga su cargo, ya sea lícito o corrupto. Tal como en otros lados, la oposición sigue mirando lo que pasa sin la capacidad de organizarse para botar a la presidenta que se repite el plato. Lo más patético de la política internacional es lo que ocurre en Venezuela. El presidente Chávez, reelegido gracias a artimañas que la mayoría parlamentaria de su país apoya, está oculto tras las cortinas del hospital militar de Caracas, sin que se le permita a nadie saber si realmente esta vivo o muerto, o quizás mantenido con vida mediante máquinas. El vicepresidente Maduro, ex chofer de tranvía elevado al cargo por su incondicionalidad al presidente, enseña cartas, da instrucciones, todo de parte de un inexistente Chávez, asegurando que vienen de él, como si se tratara de un santo laico. Lo que sucederá es un misterio, si habrá elecciones o no, si la oposición podrá organizarse para botar este socialismo trasnochado, y si un gobierno nuevo, sea cual sea, volvería a tener relaciones con Israel y dejará de lado su antisemitismo pro árabe. La pregunta es que cuando Chávez muera – a menos que antes de que esto salga ya haya sucedido -,que es lo que pasará con sus incondicionales. Esto es, los que reciben el dinero de su parte: Cuba, Bolivia, Argentina, y otras regalías como ser Ecuador e incluso Uruguay. Ese “chavismo” de exportación, amante de lo iraní y del anti israelismo, pero más que nada del dinero venezolano, ¿continuará fluyendo? ¿O un nuevo gobernante terminaría con su antisemitismo y con la ayuda a otros en lugar de hacerlo a su pueblo, gracias al precio del petróleo? Esta claro que los gobiernos anteriores a éste, los llamados de derecha en Venezuela, trabajaron más que nada para llenar los bolsillos de sus presidentes y allegados. Pero, contra lo que pregonan, Chávez ha hecho lo mismo; sus parientes viven como reyes gracias a la corrupción, ostentan cargos inmerecidos. Venezuela siempre fue un país que vivió del petróleo, y que poco hizo para diversificarse y elevar el nivel de vida de su población; este gobierno ha hecho lo mismo, al parecer está en el inconsciente venezolano. Lo que viniera afectará a Latinoamérica ya que Cuba dejará de ser sostenida por Venezuela, lo mismo podría decirse de Bolivia; Argentina dejará de recibir ayuda soterrada, y se producirá un vacío político debido al hoyo que lo “bolivariano” (sea lo que quiera decir eso) dejará al desaparecer. Probablemente seguirán sus partidarios hablando de eso, el bolivarianismo, tal como aún en Argentina sobrevive el peronismo (que nadie tiene idea a estas alturas de que se trata). Por el momento Chávez es como el mago de Oz, manejando oculto sus redes, o quizás es más bien como un Gran Hermano Orwelliano, que aparece en todas partes retratado e incluso hablando en pantallas de televisión, pero nadie lo ve personalmente, y al final no existe. Nada es perdurable. Lo orgánico, verduras, carnes, nacen, crecen y finalmente mueren, pudriéndose. Cualquiera que crea que las cosas y circunstancias son eternas está equivocado. Toynbee, el historiador, decía que las civilizaciones y los países son semejantes a los organismos vivos; que también crecen, llegan a un clímax, y luego se desmoronan hasta morir, desapareciendo. Esto es verdad en todo orden de cosas, pero hay una salvedad: lo que no crece, efectivamente muere. Pero entonces habría que seguir desarrollándose para sobrevivir. Esto se da en las empresas y en los países. Israel nació de la precariedad. Se les dio un país a los judíos debido a la vergüenza del mundo occidental de no haber actuado durante su asesinato en el Holocausto; pero nadie pensó jamás que pudieran crearlo, estaban seguros que los países árabes invasores les destruirían. Después se ha desarrollado a pesar de los fedayines egipcios, de los terroristas palestinos, de los Baader Meihof alemanes, del antisemitismo internacional. Ganó cada guerra en la que fue atacado por los inconcebiblemente porfiados regímenes árabes, y tras cada una Israel ha sabido recrearse como nación. A pesar de sus dificultades externas e internas, Israel se ha convertido en lo que Herzl predijo, una luz entre las naciones; por lo menos en cuanto a su aporte científico, social y cultural. Ha seguido reinventándose, crece, y ha aportado al pueblo judío la oportunidad de finalmente dejar el ghetto para salir al mundo con la frente en alto. Pero igual sigue la incertidumbre ante el futuro. Antisemitismo creciendo, el izquierdismo, en especial el israelí mismo y de infaltables judíos, el incombustible odio árabe, ahora organizado gracias al triunfo de los fundamentalistas musulmanes. Incertidumbre que no sólo incluye a Israel, sino a todo el mundo. Y más que nada al pueblo judío, que pareciera ser la muestra estadística de la dirección que podría tomar el ser humano en su lucha por sobrevivir. http://www.anajnu.cl/laincertidumbre.htm