viernes, 8 de marzo de 2013

Movernos para conmovernos…

Parasaha VAIAKHEL - PEKUDÉ / SHABAT HAJODESH B.H.N.” V. Shabat de conclusión. Shabat de renovación. Dos instancias que se entremezclan en el ir y venir de nuestro recorrido bíblico que propone revisar y volver a encontrar el desafío del ser judío cada día. El Libro de Shemot llega a su fin. Tanto como el mes de Adar. Una nueva lectura nos aguarda. Un nuevo mes nos espera. Allí la ‘revisión’ y allí también el desafío. Lo constante parece ser el eje de la vivencia humana cuando se confronta con los rollos circulares de la sagrada Torá. Lo que se renueva, es el punto de partida que inaugura la llegada de un tiempo donde todo es como antes y nada es como antes… Las estadísticas finales de la monumental obra del desierto son enumeradas en ‘Vaiakhel y Pekudé’, las dos últimas parashiot de nuestro segundo Sefer. ‘Shabat haJodesh’, es el nombre del cuarto y último shabat especial de este mes que nos conduce con alegría sin fin y dignidad a la cabeza hacia la meta deseada: sentir la libertad física y coronar la ‘gueulá’ espiritual… Es un Shabat que moviliza, a no dudarlo. Mueve las fibras íntimas de una nación convocada a construir en medio de la nada, el todo. Y a su vez, nos conmueve porque nos lleva de la mano hacia un tiempo definido como ‘nuestro tiempo’ –“hajodesh hazé lajem”, este mes es para vosotros-, nos anuncia El Todopoderoso en la antesala de la portentosa liberación de Egipto. El ‘Mishcán’, objeto de dedicación popular e inspiración artesanal, es construido y concluido en neustro relato semanal. ¿Puede el hombre ser la Casa de D’s? No sólo puede, sino debe…Para alcanzar semejante definición requiere de una movilización decíamos. Y nuestra parashá, lo explicita con conceptos simples: “Vaiabóu col ish asher nesaó libó ve-jol asher nadbá rujó…”. Hermosa imagen. Por delante de nosotros desfilan -en plural- un hombre singular… ¿paradojas del lenguaje? No… ‘Ish’ es la condición que iguala y exalta la condición humana. De la misma raíz conjugamos lo masculino y lo femenino. De la misma raíz, definimos el origen: ‘esh’, fuego, vida, calor de dar, de brin-dar… ¿Quiénes vinieron hacia el Mishcán? Todos aquellos que tenían el fuego encendido de su humanidad: Esh, Ish, Ishá…Un pueblo lleno de entusiasmo, de fervor, de aliento… Es curioso querido lector, pero el lenguaje del paraíso –nuestro Ivrit- nos permite ver la idea. El verbo que habla del entusiasmo y del fervor, se pronuncia: ‘mitlaheb’… ‘Hitlahabut’ es efervescencia, calor, fuego interior. Verbo y nombre que portan en su esencia una palabra, simple, tanto como elocuente: ‘Lahab’, que significa: Llama, una llama de fuego, que se aviva y que revive cuando se la alimenta, para crecer y crecer, iluminando más, dando más vida… Un pueblo se moviliza. Inquieto como el fuego en su querer elevarse para tocar los cielos. Así sus hombres y mujeres. Nuestra Torá nos lo explica a partir de lo que se enciende en cada uno. Del combustible espiritual imprescindible para ser promotor de un milagro…Porque convengamos que construir una Casa para D’s en medio del desierto, no deja de asemejarse a un milagro, ‘Nes’ en hebreo. Allí una primera conexión con nuestro ‘Shabat del Mes’, cuando ‘Nisán’ se avecina para traernos otro milagro: el de nuestra edificación como pueblo libre, como redimidos –‘gueulím’-, con las manos libres para traer y un corazón de fuego para allegarse… ‘Y vinieron todo hombre cuyo corazón lo elevó y lo transportó, y todo aquel cuyo espíritu le movió a dar de sí…’. Así se nos presenta en resumidas cuentas, ‘las cuentas finales del Mishcán’ –“Pekudé haMishcán”- al decir de nuestra última parashá. Un corazón que nos eleva y un espíritu que nos mueve…Hace poquitos días atrás, el oro era un becerro, y el fervor se ahogaba entre unos pocos que entendían que ese debía ser el camino. El final de nuestro Libro nos devuelve un orden. Vaiakhel, el sentido mismo del congregarnos –“Kahal”- y volver a expresar la unidad aún dentro de la diversidad. Porque “así como sus rostros son diferentes, sus pensamientos son muy distintos”… Lo que nos iguala es la condición humana, ese fuego depositado dentro. ‘Neshamá’ la definen los sabios. Lo que poseemos en común…Y que debemos adiestrar, alimentar –como al fuego-, para que crezca en nosotros. Y así, el corazón abandone los impulsos y se deje llevar por lo noble; y que nuestro ruaj –esa condición espiritual- nos mueva y nos conmueva… Finalizamos Shemot encendiendo un fuego íntimo que pone en marcha al hombre, a lo humano que habita en nosotros. Constructores de nuestro destino. Dimensionando el espacio, tal como D’s lo estableció en el mundo de la Creación: “Ve-ha-aretz natán li-Bnéi Adám”, -la tierra nos la dio a nosotros-. Abrimos las puertas del Mes de Nisán, que también él nos moviliza. Preparar nuestras casas -¡cuidar hasta el mínimo detalle eliminado el jametz, lo que leuda!-. Un mes que nos pone de pie para caminar la historia. Porque “en Nisán fueron redimidos, y en Nisán serán redimidos en el futuro”. Abrimos las puertas del Sefer Vaikrá, libro que se ocupará del hombre en su intento de acercarse a D’s. Encendiendo el fuego de la Fe. Movilizando lo más profundo del ser… ¡¡Shabat Shalom uMeboraj!! ¡Jodesh Tov! Rab. Mordejai Maarabi Rabino Oficial de la OLEI.