miércoles, 14 de diciembre de 2011

El enemigo del enemigo.




Por: David Alandete | 12 de diciembre de 2011

La lista aspira a ser el quién es quién del terrorismo internacional. No están todos los que son, pero son todos los que están. En total, 49. Cumplen sólo tres requisitos: son organizaciones extranjeras; deben cometer actos de terrorismo o tener la capacidad y la intención de cometerlos, y deben suponer una amenaza para la seguridad de los ciudadanos norteamericanos o para la defensa, las relaciones internacionales o los intereses económicos de EE UU. Y, a pesar de que en esa lista están ETA y Hamas, por ejemplo, les sorprenderá saber que no están dos de los peores enemigos de EE UU: la red Haqqani y los Talibán, responsables de los peores ataques contra EE UU en el pasado año. Hay un miembro, sin embargo, que está haciendo esfuerzos denodados por salir de allí.

Foto: EPA / EFE.Hillary Clinton pasa junto a miembros del MEK que piden la legalización / FOTO: EPA/EFE.

Se trata de la organización iraní Muyahidin-e-Khalq (MEK), de creencias islamistas y marxistas, que entró en la lista en 1997. Desde hace meses, vivimos aquí en Washington una campaña de dimensiones millonarias para quitar a MEK de esa lista. Los lobistas de MEK se han encargado de convencer a un plantel de poderosos políticos para que apoyen su causa: ex directores de la CIA y del FBI; ex fiscales generales; el general James L. Jones; el ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani, o el ex gobernador de Vermont Howard Dean, por ejemplo. El grupo organiza conferencias por las que paga a esos destacados analistas entre 7.000 y 37.000 euros por defender su causa, todo dentro de los márgenes de la legalidad.

Cuando una organización entra en esa lista de organizaciones terroristas, se prohíbe a cualquier ciudadano norteamericano prestarle apoyo material o económico. A sus miembros se les deniega la entrada en suelo estadounidense y, en caso de hallarse en él, se les puede deportar. Las instituciones financieras de EE UU que reciban fondos de esas organizaciones o sus miembros deberán congelarlos e informar de ellos al gobierno. La permanencia de una organización en la lista se reconsidera cada dos años.

A los ojos de Washington, MEK es un enemigo del enemigo: se opone al régimen de los ayatolás. Pero ha recurrido a la violencia para avanzar en sus fines. En el pasado mató a ciudadanos norteamericanos, aunque no ha cometido ningún acto terrorista en los pasados diez años. En 1979, en la toma de la embajada de EE UU por parte de la revolución islámica, se opuso a dejar en libertad a los rehenes norteamericanos. En la teoría y práctica del terrorismo no funciona la propiedad transitiva. En la guerra entre Irán e Irak de 1980, MEK se alió con otro enemigo, Saddam Hussein. Y aun peor: dentro de Irán, la oposición legítima, el llamado Movimiento Verde, detesta a MEK, por considerarlo demasiado radical en sus posicionamientos.

Foto: AP
Manifestacióm de MEK frentre a la Casa Blanca / Foto: AP.

El grueso de los miembros de MEK, unos 3.400, se halla en el exilio, en Irak. Allí huyeron tras la guerra iraní-iraquí. Tras la invasión de 2003, y la toma de poder por parte del gobierno legítimo de Nuri Al-Maliki (chiíta y, por tanto, simpatizante de Irán) fueron confinados a un campo protegido por el gobierno estadounidense, conocido como Camp Ashraf. Al-Maliki ha anunciado que desmantelará en campo a finales de año, justo cuando las tropas norteamericanas abandonarán finalmente el país. Varias incursiones militares en Camp Ashraf se han saldado ya con una cincuentena de muertos. Precisamente, esa es la intención de MEK: dejar de ser, oficialmente, un grupo terrorista, para poder entrar en EE UU y evitar una masacre en Irak.

MEK es, en estos días, un mar de fondo aquí en Washington. Protesta ante la Casa Blanca con frecuencia. Es sorprendente la cantidad de adeptos que es capaz de reunir. El pasado 15 de noviembre, en una comparecencia del Secretario de Defensa Leon Panetta ante el Senado, en la que detalló los planes de salida de Irak, la totalidad de los asientos para el público la ocupaban simpatizantes del grupo con camisetas amarillas (el color elegido como emblema) en las que se leía: “Quitadnos de la lista”. Se mantuvieron en silencio, pero lograron aparecer en un gran número de diarios e informativos de televisión. Su mensaje, y su petición han quedado claros en los pasillos del poder de Washington. Eso no quiere decir que lo tengan fácil.
EL PAIS.COM

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