viernes, 1 de marzo de 2013
PARASHA DE LA SEMANA
Parashat Ki Tisa
B.H.N.”V.
Impaciencia. Incertidumbre. Inseguridad. Cuántos estados de ánimo son necesarios para explicar, para muchos de nosotros, lo inexplicable. Porque al arribar a la presente perashá, muchos de nuestros pensamientos, conjeturas y afirmaciones, parecen esfumarse o simplemente derrumbarse ante los hechos...
Hablamos por cierto de algo conocido. Pues, así como no podemos dejar de saber acerca de los 'Diez Mandamientos' y del Monte Sinaí, la Revelación maravillosa del Creador ante Su pueblo, tampoco se escapa de nuestras retinas -más allá de no haberlo vivido ni visto-, la figura del Becerro de Oro -Éguel haZahav-, que le sucedió en los acontecimientos.
Parecería ser que ambas imágenes van juntas y se encaminan decididas "a competir por un lugar entre nosotros". Y seremos nosotros, en definitiva los que debamos resolver la dura y compleja ecuación que nos proponen los tiempos: Habremos de aferrarnos a Lo Eterno, a la Gloria y Majestuosidad que presentan las Tablas de Piedra, el Testimonio de la Ley Divina, o nos dejaremos atrapar y seducir por lo que brilla y resplandece ante los ojos, consumiendo lo más precioso que poseemos, es decir, la capacidad de discernir y de elegir entre libertad o idolatrías??
Tal es la situación que enfrentamos en "Ki Tisá", una de las últimas secciones del Libro de Shemot, que nos antepone frente al riesgo mismo de caer presos de nuestras propias indeficiones, de nuestras continuas inseguridades, de nuestras constantes dudas e irreflexiones...
La perashá nos presenta a un hombre, el más grande entre los Profetas, viviendo la Gloria en lo alto de una montaña, casualmente las más baja entre las montañas; y por otro lado, a su pueblo, en lo más bajo de la ladera, transitando las horas más dramáticas de su existencia, al cuestionarse si su líder, que ha ascendido a esa montaña hace ya 40 días, los ha abandonado para siempre.
Un hombre en la soledad de las alturas, ligado a lo Eterno, al Eterno; su pueblo, en la complejidad de las sociedades, atándose a lo pasajero, a lo temporal, a lo reductible...
Tal la paradoja que se nos presenta en esta nuestra perashá. Situaciones humanas, con resoluciones humanas. Nada más pero nada menos...
"Lej red ki shijet ameja..." le dice el Todopoderoso a Moshé nuestro maestro. 'Ahora ve y desciende, porque tu pueblo se ha corrompido...' son las Palabras que se escuchan en los Altos y recónditos Cielos. No hay razón para permanecer en lo elevado parece decirle D's a Moshé, cuando una nación, allí abajo está perdiendo su razón...
El Midrash que cita Rashí es un poco más crítico: 'No hay motivos para la grandeza del líder, cuando su pueblo se ha empequeñecido...'. Todo cuanto le corresponde a Moshé, ha sido a causa del pueblo judío.
Y ahora este pueblo está danzando en torno a un ídolo de oro, construido hace instantes, no cabe lugar para la grandeza de un líder ni para hechos de grandeza...Interpretación cruel y realista. Es difícil ser un conductor para nuestra Torá. Pero dicho título es en cuanto haya a quién dirigir y hacia dónde dirigirlo. La realidad que muestra el pueblo hebreo, a los pies del Monte Sinaí, deja mucho que desear. No hay motivos par perpetuar la figura de su líder se nos insinúa...
Y entonces sobrevendrá la imagen señera de ése líder. Para Moshé Rabenu no cabe la desesperación. Sólo la espera y la plegaria. La súplica de la compasión y el pedido de perdón para su pueblo. Es lo que D's está esperando. Retornar a la grandeza significa poder descender hasta el peldaño mas bajo, y volver a empezar, lentamente a rediseñar la figura desfigurada de un rostro desesperado, que solo concibe becerros, fulgores, desesperanzas y frustraciones...Y Moshé Rabenu tiene tiempo. Y apela. Y ruega. E implora. Y no se da por vencido. Allí la figura y el contorno del hombre que sabe dejar las alturas para volver a conjugarse en verbos terrenales y en las posibilidades humanas del perdón y del retorno.
Antes que todo esto tenga lugar, Moshé descenderá y con él las Tablas. El destino final de esas primeras tablas será la ruptura. Piedras y más piedrecitas que se hacen añicos en medio de las incontables voces de estruendo en torno al becerro. Nadie puede necesitar Tablas de Pacto, de Palabras de Vida, de Principios, cuando se esta viviendo el fin, la muerte, la idolatría feroz y mutilante...Fuimos testigos, de cómo las Tablas se pulverizaban en pedacitos ante nuestros propios ojos. Toda nuestra existencia perdía razón de ser. Perdía la razón en última instancia...
Pero llegará también el perdón de la mano de Moshé, decíamos...Y nuestra perashá nos lo presenta como una suerte de bálsamo revivificador. Porque eso es el perdón, en última instancia. La capacidad de volver a aceptar al otro en sus condiciones...
“Si he encontrado favor a Tus Ojos, enséñame Tus Caminos, para que Te Conozca y siga hallando favor Contigo...”, implora Moshé al Todopoderoso. En su búsqueda en pos de la Gloria de HaShem, ocurrida después de la traumática experiencia de hacer pedazos las Tablas de la Ley, Moshé recibe la orden de reemplazar las Tablas quebradas. “Dijo HaShem a Moshé: alísate dos tablas de piedra como las primeras y escribiré sobre ellas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste". Los sabios talmúdicos asociaron con el texto una idea llamativa y atrevida: “que quebraste” -asher shibarta-, ¡¡iashar kojajá she-shibarta!!, dijeron. Que mereces ser alabado por haberlas quebrado.
La destrucción de las Tablas de Piedra fue en realidad una acción deseable. Sin ella jamás hubiéramos podido apreciar el valor de las mismas. Sólo cuando están hechas añicos se plantea la tarea de escribir nuevas tablas a partir de los mandamientos fragmentados. “Recibimos la Torá, afirma el Rabino Soloveitchik Z"L, sólo después de haber sido rota y haber hallado la fuerza para juntar de nuevo los pedazos...”.
¡¡ Shabat Shalom u-Meboraj !!
Rab. Mordejai Maarabi
Rab. Oficial de la Olei