domingo, 24 de noviembre de 2013

Obama, ¿aliado o enemigo?

Barak Obama y Abu Mazen bajo la atenta mirada de Arafat Hasta hace cinco años atrás no tenía dudas. Desde la creación del Estado de Israel, el peor presidente que ha tendido Estados Unidos, en su relación con el nuevo estado, ha sido Jimmy Carter. Ese gran “honor” no fue solamente su comportamiento para con el aliado de toda la vida. sino también en cuanto a su política interna. No en vano el electorado no lo votó para un segundo mandato y tanto él como su partido fueron derrotados por Ronald Reagan. La gran mayoría de los presidentes americanos triunfan holgadamente cuando se presentan a un nuevo período, que será el último para el mismo de por vida, como aval a su tarea. No ocurrió esto con el manisero de Georgia, como era popularmente conocido, a pesar de haber logrado la firma del tratado de Camp David entre Egipto e Israel. Ese tratado, que aún perdura, fue un acuerdo respaldado por un fuerte costo económico de parte de EE.UU, ya que el gobierno de ese país, se obligó a entregar tres mil millones de dólares a Israel y dos mil millones aEgipto en forma anual y permanente, aparte de otros compromisos económicos como por ejemplo la garantía que si Egipto no vendía a Israel cierta cantidad de petróleo por 15 años, ellos abonarían la diferencia de costos. En enero de 2009 se sienta en el Sillón de Lincoln el primer presidente afro-norteamericano, como le gustaba que lo sindicaran durante la campaña electoral y, desde sus primeros pasos, el puesto que ocupaba Carter comienza a tambalear. Programa un viaje a Medio Oriente y se “olvida” de su eterno aliado. Propugna la democracia y no intenta llegar a la única seria de la zona. Luego insufla ánimo a los estudiantes en la universidad de El Cairo y prepara todo en bandeja para que los Hermanos Musulmanes puedan aspirar al poder, socavando las bases de un gobierno dictatorial, como el de Mubarak, pero que por lo menos no conducía al caos social y político. Ahí aprendimos que su nombre completo es Barak Hussein Obama, que tiene un hermano que se llama Obongo y una hermana que responde al nombre de Soetoro-Ng. Comenzamos a pensar que el realmente se convierte en el primer presidente afro-musulmán-americano. Al estallar el “invierno” árabe no duda en apoyar abiertamente en todos los casos las revueltas populares ayudando la implantación de gobiernos fanáticamente musulmanes, y en algunos casos hasta salafistas. Abierto opositor de la política del Ejercito en Egipcio, apoya al expresidente Morsi y cuando este se instala en el poder y disuelve el congreso, legisla con principios que nada tienen que ver con las reglas de la democracia pedidos por el pueblo. Al ser derrocado, nada opina sobre la represión que venía ejerciendo haciendo abuso del poder y censura al ejército que vuelve a tomar las riendas del país, para establecer normas que puedan desembocar en una nueva elección que lo más probable es que resulten ganadores los políticos que apoyen el proceder del mismo. Su primera medida es reducir el apoyo militar al mismo y de esa forma permitir que en su lucha con los Hermanos Musulmanes y las fuerzas de Hamas en el Sinai y Gaza vayan perdiendo eficiencia. Esta semana han visitado el país de las pirámides los Ministros de Relaciones Exteriores y Defensa de Rusia. Serguéi Lavarov y Serguéi Shoigó, han aterrizado en El Cairo y seguramente no para disfrutar de las magníficas ruinas de lo que fue el floreciente país de los faraones. Sus fines son ofrecer apoyo militar al Ejército Egipcio y consecuentemente desestabilizar una de las zonas que se encuentran dentro de un sistema de relativa paz. También en Siria la política de Obama ha sido zigzagueante. Primero determinó que USA no intervendría en lo que consideran un problema interno de un país. Luego fijó una línea roja. No se pueden usar armas químicas. Ese es el límite, dijo. Se usaron armas químicas y no cumplió su palabra. Divagó entre amenazas y excusas y decidió que el Congreso debía intervenir en la toma de la decisión. Por suerte, Vladimir Putin llegó para socorrerlo y logró un convenio en el cual el régimen de Assad aceptaba que una comisión técnica lo supervise y que destruya el material químico encontrado. En síntesis, EE.UU pierde fuerza y presencia en Medio Oriente y Rusia es llamada a ocupar su lugar. Mal en Europa con sus aliados por el problema de los espías y escuchas telefónicos, que si bien son determinados antes de su mandato no hace nada para detenerlos, retrocediendo en Medio Oriente y jaqueado por el Congreso que no vota las leyes que permita extender la deuda, pasa momentos muy graves. Su gran plan de sanidad se ha estancado y las últimas encuestas que lo castigan con una popularidad de solo el 34%, indican su franco declive. Su encono con el Primer Ministro de Israel es manifiesto y si bien sabemos que Benjamín Netanyahu no es asequible, Obama no ayuda a facilitar la conversación entre ambos. Su delegado deambula entre Jerusalén y Ramalha sin lograr nada concreto. Abu Mazen sigue exigiendo condiciones previas a las conversaciones y en Israel se siguen aprobando proyectos de expansión edilicia en la zona de Jerusalén. En fin nada de nada. Ahora, según versiones periodísticas, ni le atiende el teléfono. Obama está llevando a USA a un deterioro en las relaciones con los países aliados tradicionales e intenta dirigir todos sus esfuerzos para ubicar mejores vínculos con el sur de Asia. El camino está trazado. El resultado es incierto. Eso sí, ahora no tengo ya dudas que el ex senador por el estado de Illinois gana por goleada. Es el peor presidente de USA para con Israel y todos sus aliados. Para terminar debemos anunciar que existen dos medidas que nos llevan a la reflexión. Una mala y una buena. La primera es que a Obama aún le quedan tres años de gobierno y en esa etapa puede causar mucho daño a Israel. La segunda es que terminará su segundo mandato y no puede ser reelegido. Por Cont. Víctor Vaisman