viernes, 29 de noviembre de 2013

PERASHAT VAIESHEV

20 de Kislev de 5774 / 23-11-2013 Encendido de velas de Shabat 19:23 hs. en Buenos Aires LA FUERZA DE UNA SIMPLE MONEDA “¡Ah! ¡El avaro!”, es lo que exclamaban grandes y chicos cuando se lo nombraba. Con el calificativo de “avaro”, en toda su dimensión, era conocido Yerajmiel entre los Yehudim de la ciudad de Barditchub. Ningún pobre o necesitado se molestaba en tocar la puerta de Yerajmiel, el avaro. Cualquiera sabía que de ahí iba a salir con las manos vacías. Siempre que se organizaban las colectas en Barditchub, todos, quien más quien menos, aportaban su peculio. Pero con Yerajmiel la cosa no cambiaba, por más que s ele explicaba que se trataba de una emergencia. Lo único que atinaba a hacer era meter la mano en una bolsa, y sacar de allí una insignificante moneda (siempre la misma), que jamás fue aceptada como caridad. Cuando se le reclamaba que él podía aportar mucho más, Yerajmiel sacaba de su casa a quienes – decía – no tienen derecho a meterse en mi vida privada. Así pasó el tiempo, y Yerajmiel quedó viviendo solo y desamparado, sin que nadie se apiade de él, siquiera para dirigirle la palabra. Cierta vez llegó a la ciudad Rabenu Shniur Zalman MiLadi ZTz”L, el gran “Bá-al Hatania”, que estaba realizando una campaña de recolección de fondos para “Pidión Shebuim” (Liberación de prisioneros Yehudim). Los habitantes de Barditchub consideraron esta visita como un honor histórico: no siempre se goza del privilegio de contar con la presencia de alguien tan grande. La recepción que le tributaron fue impresionante. Cuando el Rab se dirigió al público, se refirió a su misión, y recordó que la Mitzvá de Pidión Shebuim es tan grande, que nadie del Am Israel puede permanecer al margen de ella. Todos los asistentes respondieron de manera amplia y generosa, y se ofrecieron a acompañar al Rab para visitar, casa por casa, cada una de las familias de la ciudad, para que todos, sin excepción participen de la Mitzvá. En el recorrido, pasaron por la casa de Yerajmiel. La comitiva siguió de largo, sabiendo que en ésta, como en todas las anteriores ocasiones, iban a perder el tiempo. El Rab quiso saber porqué no se habían detenido. Le hablaron sobre la personalidad del tan detestable de Yerajmiel; que además de avaro, se burlaba de todo aquél que venía a pedirle su dádiva, ofreciéndole una simple moneda que, como nunca se la aceptaban, siempre era la misma. Por lo visto, dicho argumento no convenció totalmente al Rab, pues les indicó a los que lo acompañaban que llamen a la puerta. - Entremos - les dijo -. Éste es un Yehudí, y no debemos hacer diferencias con él respeto a los demás. El también puede y debe aportar para el Pidión Shebuim. Yerajmiel, al ver un grupo tan grande, y máxime encabezado por tan ilustre Rab; aunque sabía a lo que venían, no se atrevió a negarles la entrada. Los invitó a pasar y los hizo sentar en su mesa. El Bá-al Hatania fue directo al grano: - Vinimos a pedirte que colabores con nuestra campaña para Pidión Shebuim. Sin decir palabra, Yerajmiel se dirigió a su cuarto y regresó con su conocida bolsa. Todos lo observaban expectantes: ¿Acaso ahora también sacará sólo aquella moneda? ¿No le dará vergüenza del Gran Rab que tenía frente a él? Lamentablemente, la mentalidad de Yerajmiel no había cambiado, ni siquiera en esa ocasión. - Aquí tiene – manifestó, con la conocida moneda en la mano -. Esto y nada más es lo que voy a dar. Si lo toma, bien. Si no, regresaré la moneda al lugar donde estaba. Se produjo un silencio. Todos esperaban la reprimenda del Rab, y la posterior negativa a recibir ese donativo burlón. Quizás había llegado, por fin, el momento en que Yerajmiel recibiera una lección… Pero no. El Bá-al Hatania tomó la moneda, y le dio la orden a sus acompañantes: - Extiéndanle un recibo al señor Yerajmiel, por el importe de esta moneda. Nadie se atrevió a preguntarle al Rab la razón de su tan extraña actitud. Seguidamente, se levantan y se disponen a salir de la casa. Antes de que traspongan el umbral, se escucha la voz de Yerajmiel que llama: - ¡Honorable Rabí! ¡No me ha permitido usted atenderlo como se merece! – y agregó dirigiéndose a los demás: - ¡Y también a todos ustedes honraré como corresponde! ¡Por favor! ¡Pasen nuevamente a la mesa y sírvanse de lo que gusten! “¿Estaremos soñando?”, se preguntaban todos, mientras veían que Yerajmiel iba y venía trayendo todo tipo de comidas y manjares que jamás pensaron que existía en esa casa. Los asombrados invitados, comenzaron a degustar de los manjares allí expuestos, al tiempo que se preguntaban cómo una persona pudo haber cambiado radicalmente de un momento a otro. La cuestión fue que la noticia corrió como reguero de pólvora: ¡Hay fiesta en la casa de Yerajmiel y esta toda la ciudad invitada al “Lejaim”! Hubo gente que venía sólo para ver si era verdad lo que había escuchado. Nadie lo podía creer pero era cierto: Yerajmiel ahora se había convertido en el Yehudí más magnánimo de Barditchub. Para terminar de merecer este calificativo, se paró Yerajmiel en medio del festejo, y exclamó visiblemente emocionado: - Quiero agradecer a Hashem por haberme concedido el Zejut (Privilegio) de tener en mi casa a un Tzadik tan grande, y atan respetable concurrencia. Y mientras mostraba una bolsa que contenía gran cantidad de dinero y valores, agregó: - Rebbe: Acepte este humilde donativo, para que pueda yo contribuir a la magna obra que por su intermedio se está llevando a cabo… Una explosión de júbilo brotó de todos los asistentes, y las canciones y los bailes se hicieron oír hasta cierta distancia de aquella alegre casa. Después de unos momentos, Rabí Shniur Zalman pidió silencio para poder hablar, consciente de que aún seguía flotando la duda en el ambiente, y los hechos merecían una explicación. - ¡Queridos hermanos! – Comenzó diciendo – Hoy hemos aprendido una gran lección, de cómo podemos vencer al Yétzer Hará (el mal instinto) y esforzarnos para servir a Nuestro Creador. El Yétzer Hará aleja a la persona de la verdadera función del Yehudí, y no permite que éste realice una Mitzvá, por pequeña que fuese. Durante toda la vida de Yerajmiel, el Yétzer Hará logró que nuestro anfitrión no cumpla la Mitzvá de Tzedaká. ¿Cómo? Incitándolo a que sólo ofrezca esa insignificante moneda que sacaba cada vez que venían a requerir de su bondad. Pero no nos olvidemos que también fueron partícipes de las intenciones del Yétzer Hará, todos aquellos que no le aceptaron la moneda. Pues con ésta, siempre quiso Yerajmiel cumplir a su manera la Mitzvá. “Hoy nadie le rechazó su dádiva, por mínima que haya sido, y eso era lo que hacía falta para que Yerajmiel venza su Yétzer Hará y saque a relucir el hombre benevolente que anida en su interior. De ahora en adelante, su corazón se ha abierto, ¡junto con las Puertas del Cielo, que le darán la bienvenida a todo acto sincero, para servir a Hashem! El rostro de Yerajmiel, bañado en lágrimas, confirmaban las palabras del Bá-al Hatania. A partir de ese día, la casa de Yerajmiel estuvo abierta para todo necesitado, y el apodo que antes tenía de “avaro”, ahora cambió por el “el generoso”. De aquí vemos que jamás se debe desdeñar la actitud dadivosa de un Yehudí, aunque ésta aparezca como carente de sinceridad. Al contrario: es nuestro deber estimular cualquier manifestación de eta naturaleza. No sabemos qué beneficios puede llegar a encerrar para el futuro… (Amudé Jésed 116) COMO OBTENER LAS RESPUESTAS ACERCA D ELAS MITZVOT DE HASHEM En esta Perashá leemos el episodio en el que Yosef es seducido por la esposa de su patrón. Al relatar el momento culminante, la Torá dice que Yosef “¡Se negó! (enfáticamente). Y dijo a la mujer: ‘Cómo le haré esto a mi patrón…que nada me privó… y el tanto confía en mí… y tú eres su esposa…´”, etc. El hecho de que primero se haya negado, y luego le surgieron una tras otra las respuestas, tiene su explicación: Está escrito que el Yehudí no debe decir: “No me interesa comer cerdo”, sino que debe reconocer: “Sí. Se me antoja comer cerdo, pero no lo hago porque la Torá me lo prohíbe”. De aquí se entiende que el Yehudí, al principio, debe guiarse de acuerdo a su Ir´at Shamaim (literalmente: “Temor al Cielo”, aunque más adecuado es traducirlo como. “Sentimiento de servir a Hashem Incondicionalmente”). Si primero cumple con su obligación para su Creador porque su Ir´at Shamaim se lo indica, después encontrará las explicaciones que justifiquen el haber actuado de esa manera. Lo primero que hizo Yosef fue “¡Y se negó!”. Así: firme y vigorosamente; sin buscar los motivos. Después, su mente captó las explicaciones de su accionar. De haber obrado al revés; de haber querido encontrar primero una razón para negarse, la lógica le hubiese indicado que no hay porqué desaprovechar la oportunidad y desoír el llamado del deseo. Esto confirma lo que está escrito en el Pirké Abot: “Todo el que antepone su Ir´at Shamaim a su sabiduría, dicha sabiduría persiste”. Lo que en otras palabras, nos dice que la única sabiduría que confirma su veracidad, es la que se basa en el Ir´at Shamaim de la persona. (Sefat Emet – Vayésheb) HALAJOT JANUCÁ 1) Todos los tipos de aceites y mechas son aptos para encender las luminarias de Janucá; sin embargo el aceite de olivo tiene preferencia sobre todos. Así mismo las mechas elaboradas con algodón tienen prioridad. Inclusive las velas son aptas para cumplir esta Mitzvá, empero debido a que el milagro en el Bet Hamikdash se produjo con aceite es preferible cumplir la Mitzvá con éste. 2) Está prohibido hacer uso alguno de las luminarias de Janucá, sea estudiar Torá o contar dinero a su luz. De ahí la costumbre de encender una luminaria extra a la que llaman “Shamash” de modo que si utiliza su luz para cualquier fin sea del esplendor del “Shamash” que se enciende al final. 3) En los ocho días de Janucá se agrega en la Tefilá el párrafo “Al Hanisim” (Empezando en Arbit de la primera noche de Janucá) después del párrafo de Modim, antes de Ve-al Culam. Si por error omitió “Al Hanisim”, si se acordó dentro de la Berajá antes de haber pronunciado el nombre de Hashem, regresa al Hanisim y termina la Amidá en orden. En caso de notar su error después de haber pronunciado Baruj Atá Ad-nay, deberá seguir la Amidá hasta el final. Sólo que puede arreglar parte de su error, mencionando Al Hanisim al final de la Amidá antes del segundo Yihiyú Leratzón, agregando las palabras “Harajmán Hu Yaasé Lanu Nissim Veniflaot Keshem Sheasita Laaboteinu Bayamim Hahem Bazemán Hazé”, etc. 4) Igualmente, el Bircat Hamazón se agrega Al Hanisim después del párrafo “Nodé Lejá”, antes de decir “Al Hacol”. 5) Si omitió Al Hanisim en Bircat Hamazón, si se dio cuenta antes de pronunciar el nombre de Hashem de la Berajá, regresa a Al Hanisim y sigue el Bircat Hamason en orden. En caso de haberse acordado después de decir el nombre de Hashem, continúa el Bircat Hamazón sin necesidad de repetir. 6) En este caso, es correcto que, recitando los Harajmán, repare el error diciendo Al Hanisim dentro de los Harjmán. 7) En la Berajá de Meén Shalosh (oración recitada después de haber comido Cazáit de Mezonot, o Rebiit de vino), no se menciona la Fiesta de Janucá. 8) Los ocho días de Janucá se recita el “Halel” completo con sus Berajot respectivas. Extraído del Libro Hamaor - Tomo 2