jueves, 28 de noviembre de 2013
Quiero Ser un MacabeoQuiero Ser un Macabeo
¿Quiénes son los héroes de Januca?
por Sara Yoheved Rigler
Los fundadores del las "Olimpíadas Judías" tuvieron una tarea formidable. Para encontrar un nombre para los juegos, tuvieron que buscar en la historia judía un héroe que, si no era realmente atlético, al menos tuviera un físico acorde. Primero revisaron dos milenios de eruditos de aspecto pálido que no calificaron, por lo que fueron aún más atrás. El Rey David tenía un físico largo y delgado y, por ser el autor de los Salmos, era más recordado por su poesía lírica que por sus conquistas militares. El héroe más grande de los reyes bíblicos fue probablemente Ahab, el marido de Jezabel, pero él era un villano. "Los Juegos Ahabeos" no hubiesen sido muy apropiados.
Luego, ¡voila! Los encontraron: ¡Los macabeos! Esos cinco hermanos que valientemente pelearon y derrotaron al poderoso ejército griego. Eran fuertes físicamente y tenían la moral muy alta. Los juegos serían llamados Macabiadas. Después de todo, los macabeos son el ejemplo perfecto para los ambiciosos atletas judíos.
¿Realmente lo son?
¿Quiénes eran los macabeos?
Los macabeos se distinguían por dos aspectos: Eran idealistas y no se desanimaban ante la dificultad.
En términos de su idealismo, el nombre "Macabeo" lo dice todo. Los cinco hermanos eran los hijos del anciano sacerdote Matitiahu. La denominación de la familia era "hasmonea". El apelativo "macabeo" es un acrónimo para Mi Camoja Baelim Hashem, que significa: "¡Quién es como Tú entre los dioses, Dios!". "Macabeo" es una declaración de una dedicación absoluta al Único Dios.
La batalla que libraron los macabeos fue la primera guerra de la historia que no fue por conquistar tierras o por poder, sino por un ideal religioso.
Durante los primeros 160 años después de la pacífica conquista de Alejandro Magno de Judea, los helenistas griegos permitieron que su influencia cultural sedujese gradualmente a la población judía. La elite urbana de Jerusalem adoptó el lenguaje, la vestimenta, la cultura y el arte griego, incluyendo el hasta ese entonces desconocido pasatiempo de los deportes. Mientras que la fortaleza física y el poder siempre fueron valorados para la conquista militar, los griegos hicieron del atletismo un fin en sí mismo, instituyendo competencias en donde se festejaba a los más rápidos/fuertes/aptos. En Jerusalem, construyeron un estadio deportivo al sur del Templo Sagrado. Allí, jóvenes judíos, incluyendo sacerdotes, competían desnudos. Muchos habían revertido quirúrgicamente su circuncisión, porque los griegos idolatraban a la naturaleza y despreciaban la circuncisión, el símbolo judío de su pacto con Dios.
La elección de los residentes cosmopolitas de Judea de convertirse en helenistas fue conforme a la tendencia mundial de la época. Después de todo, la cultura griega era moderna, esclarecedora, científica y universalista, mientras que el judaísmo era considerado antiguo, tribal y restrictivo. En esa era, adoptar el estilo de vida griego era un prerrequisito para ser exitoso económicamente y culturalmente sofisticado. Como escribió el historiador Paul Johnson: "La adquisición de la cultura griega era un pasaporte para la ciudadanía de primera clase, el mismo papel que más tarde representaría el bautismo" [‘La Historia de los Judíos’, p. 124].
Por supuesto, todo esto era una abominación para los judíos tradicionales como Matitiahu, pero mientras se les permitiera continuar estudiando y observando la Torá, ellos se sometieron al régimen griego. Todo eso cambió en el año 167 AEC, cuando el rey griego seléucida Antíoco emitió un decreto que prohibía la práctica y el estudio de Torá, y establecía pena de muerte para quien no respetara dicha ley.
Las tropas griegas entraron al poblado de Modiín y les ordenaron a los residentes que sacrificasen un cerdo a un ídolo. Un judío renegado dio un paso adelante para cumplir lo comandado, pero antes de que eso ocurriera, Matitiahu iracundo, mató al renegado y al oficial griego. Luego él, sus hijos y un puñado de sus seguidores huyeron hacia las colinas.
Los macabeos fueron, primero y principalmente, idealistas.
Uno apenas puede imaginar la conversación que debe haber tenido lugar esa noche en la cueva donde Matitiahu y sus cinco hijos se estaban escondiendo. Mientras se acurrucaban por el frio (porque no se atrevían a encender un fuego que podría revelar su ubicación), tenían que planear su próxima movida. Nunca quisieron iniciar una guerra, ni soñaban con derrotar al poderoso y bien equipado ejército griego. Sólo tenían una cosa en claro: continuarían practicando las mitzvot de la Torá, y ningún poder en la tierra los detendría. Y si Antíoco enviaba sus tropas para forzar su nefasto decreto, pelearían contra ellas. Lucharían por sus ideales religiosos.
Los macabeos eran, primero y principalmente, idealistas.
Rav Noaj Weinberg, de bendita memoria, solía decir: "Date cuenta por lo que estás dispuesto a morir. Luego, vive por ello". Ese podría haber sido el lema de los macabeos. Estaban dispuestos a morir (¡y los cinco murieron!) por Dios y Su Torá. En esa cueva decidieron comenzar a luchar por ese ideal.
Si hubiesen sido pragmáticos, se hubieran acobardado frente al ejército griego y sus 40.000 hombres bien entrenados y equipados, además de sus elefantes – los tanques del viejo mundo. Si hubiesen sido realistas, se hubiesen rendido ante el monstruo de la asimilación que ya había barrido con su país y con su gente. Pero eran idealistas, y un idealista hace lo correcto, a cualquier costo, más allá del resultado.
Milagrosamente terminaron ganando. Después de tres años de guerrillas, expulsaron a los griegos de Jerusalem y del Templo Sagrado, y restituyeron el servicio en el Templo. Les llevó 26 años lograr una victoria absoluta sobre los griegos, y para ese entonces, cuatro de los hermanos macabeos habían sido asesinados. Sólo Shimon vivió para ver la retirada final de las fuerzas griegas de Jerusalem, y siete años después también fue asesinado por un complot seléucida.
Idealistas, los macabeos dedicaron y dieron sus vidas por sus ideales religiosos.
No Desanimarse ante la Dificultad
Hay ocasiones en las que una persona que persigue sus ideales puede llegar a grandes alturas atravesando dificultades constantes a lo largo del camino. En nuestros tiempos, el lastimoso "¡Pero es muy difícil!" se ha convertido en una respuesta común a toda propuesta que busque favorecernos tanto a nosotros como a los demás.
Volvamos a la cueva en la que los macabeos estaban discutiendo qué hacer. Imagina una persona del siglo 21 uniéndose a la discusión.
Yehuda el Macabeo: No podemos volver a nuestro poblado. Los griegos nos están buscando, deberemos vivir aquí en la cueva sin las comodidades de nuestro hogar.
Persona del siglo 21: Pero eso es muy difícil.
Todas las cabezas giran para mirar, pero deciden ignorar la interrupción. Otro de los hermanos continúa:
Yonatán: Ni siquiera podemos quedarnos en esta cueva. Tendremos que ir moviéndonos para que los griegos no nos encuentren.
Persona del siglo 21: Pero eso es muy difícil.
Shimon: Significa no ver a nuestras esposas e hijos por todo el tiempo que sea necesario. Podría ser un largo período.
Persona del siglo 21: Pero eso es muy difícil.
Eliezer: No podemos quedarnos escondidos. Tenemos que salir y atacar a las tropas griegas.
Persona del siglo 21: ¿Estás bromeando? Eso sería demasiado difícil.
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Los macabeos, molestos y al unísono: ¿Y qué importa lo "difícil" que sea?
Afortunadamente para nosotros, los macabeos no se desanimaban ante la dificultad. Si lo hubiesen hecho, los helenistas hubieran ganado y el judaísmo hubiera desaparecido. No sólo no habría Januca, sino que no habría judaísmo ni judíos.
Los macabeos, entregados a un ideal y no desanimados por la dificultad, realmente merecen ser considerados modelos ejemplares para el judaísmo. ¡El mejor atleta del mundo no es nada al lado de ellos!