viernes, 15 de noviembre de 2013

Vivir para dar

Así se puede describir la carrera de Baruj Barkin, o Buki para los que lo conocen más. Un hombre que desde pequeño usa el arte no sólo como forma de expresión sino como vehículo para traer felicidad al prójimo: niños discapacitados, soldados en plena guerra o simplemente el público que disfruta de sus pinturas o sus obras de teatro, su poesía o su música. La casa de Baruj está llena de color, luz y calidez. Así es su entorno y así es él, generoso con su talento y amoroso a la hora de entregarlo. Nació en Argentina en 1941 y hace 64 años que vive en Israel. Desde su infancia actúa, pinta, escribe y canta. En esta entrevista nos cuenta como la vida le demostró que dando, se obtienen las mayores satisfacciones. Piedra Libre: Sos un artista completo: hacés pintura, poesía, música, cine, teatro, ¿qué estás haciendo actualmente? Baruj Barkin: Estoy pintando mucho, preparando una gran exposición en una galería en Yafo, que están organizando unos amigos. Estoy muy focalizado en esta exposición, pero tengo en mente concretar otro gran proyecto. PL: ¿De qué se trata ese proyecto pendiente? BB: Mi sueño es llevar al cine mi libro “Máscaras de Santa Fe”, ambientado en los años 40 en Argentina, en la época de Perón y Evita. Está basado en historias de personajes que conocí durante mi infancia, en un conventillo de Santa Fe: la puta del barrio, el capitán que venía en su caballo blanco para estar con ella, la carta que le escribí a Evita para que me mandara una pelota, el Doctor Leone que era un loco… Este proyecto es mi gran pendiente. PL: Hiciste un trabajo artístico con chicos discapacitados, ¿cómo fue esa experiencia? BB: Trabajé 11 años con ellos, desde el 2000 hasta 2011. En principio era un taller de pintura para muchachos de entre 18 y 30 años con discapacidad mental, pero luego incorporamos teatro de títeres, taller de radio y televisión. Vendí obras de ellos más que mías, les construí un teatro de títeres y para hacer las obras armaba el guión en base a historias que escribían ellos. PL: ¿Quién era el público que asistía a las obras de títeres de los chicos? BB: Íbamos a representarla a distintas escuelas. Y ellos después salían a charlar con los alumnos, siempre decían “yo soy artista, hago títeres con Baruj”. Ver la interacción de los chicos con el alumno normal para mí fue maravilloso, ver como recibían respeto y admiración. Los otros nenes veían la obra y decían “mirá que lindos muñecos que hacen”, y así aprendían que, más allá de la discapacidad, los chicos hacían cosas hermosas y los valoraban; para ambas partes era un gran aprendizaje. Para los chicos con discapacidad es invaluable el poder sentirse importantes, poder contar lo que hacen, que otros se interesen en su trabajo, poder ser el centro en una actividad, recibir aplausos. Las escuelas mandaban cartas agradeciéndonos, fue una experiencia hermosa. También teníamos un taller de televisión, algunos eran los conductores, otra chica filmaba y teníamos especialistas por temática: los mandaba a leer el diario del sábado para que vengan y cuenten. Estaba el que se encargaba del conflicto en Medio Oriente, una chica era la especialista en comidas, el pibe de deportes comentaba el partido del sábado. PL: ¿Qué significó en tu vida haber hecho este trabajo con ellos? BB: Fue lo más lindo y lo más interesante que hice en mi vida. Hacer felices a esos chicos, ver lo bien que lo pasaban, lo agradecidos que estaban… En general son chicos a los que nadie tiene en cuenta, les dan tareas simples, pavadas, y conmigo hacían teatro, pintura, eso los levantaba, les mejoraba la autoestima. PL: ¿Lo hiciste en el contexto de otra Institución? BB: Si, era un taller que daba para chicos que iban a Casa Chimes. Estaban todo el día ahí, yo sólo me encargaba del taller de arte. Empecé como voluntario y estuve así 5 o 6 años, y después pedí que me dieran algo para cubrir los viáticos. PL: ¿Qué otras historias lindas me podés contar de los chicos? BB: Había una chica musulmana que era ciega, no era retrasada pero ¡la habían tratado toda la vida como tal! Yo la saqué de ese lugar, ella no tenía por qué ir a esa escuela, le metí en la cabeza que vaya a estudiar a la Escuela para ciegos de Haifa, porque sus padres no la estimulaban. Lo hizo y me sigue agradeciendo todo el tiempo. Quedamos como amigos, me llama cada dos semanas. PL: ¿Por qué dejaste este proyecto? BB: Sinceramente, porque no me daban el soporte que necesitaba. Teníamos una camioneta para transportarnos, pero yo era el chofer también, el director de la obra, el profesor, el organizador, era mucho. Creo que algo voy a volver a hacer, quiero buscar algo para trabajar con ciegos o discapacitados motrices en teatro, buscar gente que siempre quiso ser artista y subir a escena, quiero cumplirles el sueño. PL: ¿Y cómo fue la separación con los chicos cuando se terminó el proyecto? Porque me imagino que habían construido un vínculo fuerte… BB: Fue fuerte, muy difícil la separación. Hasta el día de hoy me siguen llamando. Fue difícil terminar el proyecto, me dolió a mí también porque sabía que si yo me iba todo se venía abajo. PL: ¿Cómo manejabas el tema emocional, el lado doloroso que tiene involucrarte con chicos con discapacidad? BB: Y, es muy difícil. Por ejemplo, había una chica autista que era muy peligrosa, dura como un robot, muy brava. Cuando yo la acariciaba, sólo conmigo se calmaba, se sentaba y pintaba, tenía una mano increíble. ¡Cómo usaba los colores! Dios le dio un talento que era un regalo… A veces lograba tener a un muchacho que era hiperactivo sentado conmigo una hora pintando. Las maestras no lo podían creer. Lo que pasa es que cuando vos ponés el corazón y el amor, ellos lo sienten y se calman. PL: ¿Qué aprendiste sobre vos mismo haciendo este trabajo con los chicos? BB: Aprendí que lo más lindo de la vida es dar, dar con amor. Si vos das recibís más, recibir las gracias que te dan los niños… Ver que chicos que no pensaban que tenían talento, que no pensaban que podían crear algo lo pueden hacer, traerles esa posibilidad… Te sentís más cerca de arriba, de Dios. Los elevas a ellos, elevas su condición, esa es una satisfacción muy grande. PL: ¿Y qué aprendiste de los chicos? BB: Con ellos aprendí que el discapacitado puede pintar con los pies, pero si tiene algo que transmitir, talento o gusto por lo que hace, son verdaderos artistas. Aprendí a darme cuenta de hasta dónde podía llegar cada uno, qué le podía exigir a cada uno según sus posibilidades y elevarlos hasta lo máximo que cada uno podía llegar, no subestimarlos. No los podés curar pero podés incentivarlos para subir sus habilidades, subir su nivel de compresión de las cosas y de interacción con los demás. Si vos me preguntás que me da todo esto a mí, es la satisfacción de dar felicidad a otro, no hay nada mejor. Entre la guerra y el arte PL: Hablando del arte como vehículo para mejorar situaciones difíciles, sé que llevaste tú arte a la Guerra de Iom Kippur, ¿qué me podés contar sobre eso? BB: Cuando estalló la guerra salí como voluntario con mi guitarra para el cuartel. Tenía 32 años, estaba recién casado. Pedí que me manden al frente, no por valiente, fui para dar. Fui músico y cocinaba para los muchachos cuando volvían del combate. Tocaba la guitarra, les contaba chistes y cantaba. Y además colaboré en todo lo que pude: traía provisiones para el frente, regalos que la gente mandaba, chocolates, ropa para que se puedan cambiar porque venían todos quemados, con sangre… Yo estaba en el regimiento de Ariel Sharon, llegué a él un día con la camioneta, después de que me agarró un bombardeo al cruzar un puente. Me dijo “¿Qué trajiste?” “Provisiones, chocolates, radios”. “¿Qué más?” “Y, traje mi guitarra”, le dije. Me llamó, saqué la guitarra, nos sentamos los dos solos al lado de la rueda del tanque, debajo de una palmera, ¡no había nada! Me puse a tocar la guitarra, a él le gustaba que cante en español. Y yo cuando canto cierro los ojos, y de repente los abrí y ¡estaban todos alrededor! Fue algo increíble… en medio del desierto, era como una película. PL: ¿Y qué pensaba tu mujer de que te hayas ido cuatro meses voluntariamente al frente de combate? No, ella no sabía a dónde yo estaba… creía que estaba tocando la guitarra para los soldados pero no en el frente de batalla. Yo le mandaba postales diciéndole que estaba muy bien, no podía contarle la verdad, hubiera sido muy difícil para ella. PL: Es que es muy difícil separar lo que uno piensa que es correcto hacer, de lo que siente ¿Vos cómo lo manejaste cuando tu hija hizo la Tzavá después de haber conocido la guerra tan de cerca? BB: Lo que pasa es que este pueblo pasó por algo tan horrible como el holocausto... Y ahora tenemos este país que es una maravilla, después de 2000 años, es un milagro, hay que cuidar lo que tenemos. Acá hay cosas muy lindas, que no hay en ningún otro lugar del mundo, y también hay cosas feas porque el humano es humano, pero este es nuestro lugar. PL: ¿Y cómo es tu vínculo con Argentina? Te fuiste de muy chico, ¿seguís teniendo alguna conexión? BB: Volví al país unas cinco veces. Tengo familia, la última vez que volví me fui por tres meses, estuve en Buenos Aires, Mendoza, Salta, Tucumán y La Rioja, hablé con indígenas para inspirarme para escribir. En Buenos Aires estuve con la comunidad judía y no me gustó, ya no me siento argentino. Aunque me encanta Buenos Aires, me gusta mucho el tango, el folclore, tomo mate hasta el día de hoy, me gusta que la gente te invite a tomar mate a su casa aunque recién te conoce, pero no siento un vínculo con el país. Para mí fue una suerte que me vine a Israel de niño, que fui pastor, que estuve en el campo, trabajé con tractores, aprendí lo que es la naturaleza, lo que es vivir en comunidad, lo que es el comunismo lindo… PL: Viviste en un momento histórico para el Estado de Israel, los comienzos, los primeros kibutzim… BB: Si claro, fue muy lindo, tuve suerte de que en mi kibutz había mucha gente de Alemania, muy culta. El pastor encargado de las ovejas era juez, me contaban cuentos, aprendí mucho. Ellos vinieron a construir el país, dejaron todo. Y ¡qué maestros tuve! Tuve suerte que me salve de vivir como pobre en Argentina. Yo sufría porque mis amigos judíos eran de familias ricas, de chico esas diferencias te duelen. Pero en el kibutz éramos todos iguales, compartíamos la ropa. PL: ¿Cuáles son tus principales objetivos hoy? BB: Mi gran sueño hoy es poder hacer la película del guión que ya tengo, en Argentina. Es un sueño muy importante, y yo creo en los milagros, en esas cosas que te llegan y no sabes cómo, pero pasan.