viernes, 14 de febrero de 2014

El plan de Kerry puede traer a Al Qaeda a la Margen Occidental


Fuente: The Weekly Standard- Traducido por EL Med.io
Por Lee Smith
13/2/14

Los rumores que corren por Jerusalén sugieren que muchos israelíes malinterpretan la obsesión de John Kerry con el proceso de paz: creen que el que fuera candidato demócrata a la presidencia en 2004 está sirviéndose de las negociaciones palestino-israelíes como trampolín para desafiar a Hillary Clinton en la nominación de 2016. No es probable que sea así. En cambio, cuando comparamos los obstinados esfuerzos de Kerry con los de su predecesora, sus verdaderos motivos se vuelven claros. Clinton dejó una huella leve como secretaria de Estado porque no quería que nada la frenara cuando comenzara la campaña. En cambio, Kerry redobla sus esfuerzos en el proceso de paz porque este exsenador de 70 años sabe que éste es su canto del cisne y quiere dejar un legado perdurable como hombre de Estado. El problema es que para asegurar ese legado Kerry puede acabar dejando en la puerta de Israel a quien la Casa Blanca considera la mayor amenaza para la seguridad nacional estadounidense: Al Qaeda.
Como explica Robert Satloff, director ejecutivo del Washington Institute for Near East Policy, el enfoque de la Administración Obama del proceso de paz es ahora muy diferente de la forma en que consideró el conflicto durante su primer mandato. “Hoy, el proceso de paz no es la principal prioridad”, escribe Satloff, y “el presidente no está implicado personalmente”. Además, como añade “si ciertos informes son ciertos, la Casa Blanca incluso ha interferido de algún modo en la iniciativa [de Kerry]”.
Es algo que no resultaría muy sorprendente, dado que Obama quiere que Jerusalén se mantenga tan estática como sea posible. Durante su primer mandato, la Administración vinculó el proceso de paz al programa de armamento nuclear iraní: la idea era que los avances en las conversaciones entre israelíes y palestinos demostrarían a los árabes la buena fe de Obama, y entonces éstos estarían más dispuestos a unirse a una coalición que acorralara a Irán. Como la Casa Blanca fracasó en el proceso de paz -y se enteró demasiado públicamente de que los árabes ya se habían apuntado a detener a Irán-, el conflicto palestino-israelí pasó a un segundo plano.
Y justo allí es donde lo quería Obama, porque lo último que pretendía era una lucha en dos frentes con el primer ministro Benjamín Netanyahu. La Casa Blanca sabía que a Jerusalén no iba a gustarle el acuerdo provisional sobre el programa armamentístico nuclear iraní, y por eso negoció a espaldas de Israel. Desde el punto de vista de Obama, incordiar a los israelíes por el proceso de paz sólo le daría a Netanyahu un segundo motivo para actuar, cuando lo que quería es que los israelíes estuvieran tan tranquilos como fuera posible.
Entra en escena John Kerry. No le bastaba con arrear a un caballo muerto, también quería montarlo. Así que empezó a lanzar amenazas para llamar la atención de los israelíes. Como señalaba un reciente editorial del New York Sun en el que se comparaba a Kerry con William Fulbright, al secretario de Estado “no le importa advertir a Israel que, si no hace lo que él quiere, se enfrentará al movimiento para el boicot, la desinversión y las sanciones”.
Al emplear los argumentos principales de algunos de los rivales domésticos de Netanyahu, Kerry esperaba que Jerusalén pasara por el aro. El problema, como muestra Bret Stephens en su columna del Wall Street Journal, es que el movimiento BDS obtuvo un enorme éxito cuando Scarlett Johansson, la imagen de Soda Stream, dimitió como embajadora global de Oxfam, que quiere boicotear los productos elaborados en la Margen Occidental, como Soda Stream. Como Obama bien sabe, para los demócratas la regla fundamental del mensaje político es: no acabes nunca en el lado equivocado de la lista A de Hollywood.
Kerry tampoco ha demostrado ser mucho más perspicaz en lo relativo a la región. Como escribió David Horovitz la semana pasada en el Times of Israel, “el infatigable secretario ha mostrado de forma consistente una lamentable falta de sagacidad en lo referente a Israel y al conjunto de Oriente Medio”. Kerry, fiel a la larga tradición de los procesos de paz, tiene un problema con los asentamientos. “Hay quienes no quieren dejar de colonizar ciertas partes de la región”, declaró a David Ignatius, refiriéndose, al parecer, no al proyecto expansionista de Irán desde Bagdad a Beirut, sino más bien a los colonos israelíes de la Margen Occidental. Aún así, el secretario de Estado dice que comprende las preocupaciones de Israel por la seguridad, que por eso se encuentra en el centro de las negociaciones.
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, dijo a Thomas Friedman que estaría dispuesto a aceptar la presencia de Naciones Unidas en la Margen Occidental tras una retirada israelí. Netanyahu insiste en que no hay forma de que eso suceda jamás; Israel confía sólo en su Ejército para mantener la seguridad nacional. Naturalmente, Kerry ve una oportunidad donde hay un punto muerto. Dijo a Ignatius que una posible tercera fuerza “es algo que deben  considerar las partes”.
Por desgracia, ahora mismo el candidato más probable a ser esa “tercera fuerza” es Al Qaeda.
Los refugiados palestinos que más probablemente se instalarían en la Margen Occidental, como explicaba Steven J. Rosen en FP.com son “las legiones a las que mantienen en la miseria en Siria y en el Líbano”.”Peor aún”, continúa, “los refugiados que es más probable que vengan son los que llevan décadas formando parte de y siendo entrenados por las diversas organizaciones terroristas rivales que proliferan en los campamentos de refugiados de Siria y del Líbano”, algunas de los cuales están vinculados a Al Qaeda.
La Administración Obama considera desde hace tiempo que Al Qaeda es su principal preocupación en materia de seguridad en Oriente Medio. Según la comunidad de inteligencia norteamericana, la mayor amenaza para la seguridad nacional estadounidense sería un refugio de AQ en Siria desde el que se enviara a yihadistas para llevar a cabo ataques en suelo norteamericano. De acuerdo a esto, la Administración se ha negado a armar a los rebeldes sirios ante el temor de poner armas estadounidenses de envergadura en manos de enemigos de Norteamérica. De hecho, la semana pasada, sin ir más lejos, el propio Kerry habló, al parecer, de crear una coalición siria anti-Al Qaeda que, presumiblemente, estaría formada por el régimen de Asad y por sus fuerzas aliadas, que combatirían junto a unidades rebeldes moderadas contrarias a Asad.
A Israel también le preocupa la creciente presencia de AQ en Siria. Tener a yihadistas salafistas en la frontera del Golán es una cosa, pero tener a esas mismas fuerzas a distancia de tiro de Jerusalén, de Tel Aviv y del aeropuerto Ben Gurión es otro problema, no por gravedad, sino por su naturaleza. Una retirada israelí de la Margen Occidental haría vulnerables a Abás y a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina frente a un ataque de Al Qaeda y desestabilizaría Jordania, convirtiéndola en una ruta de paso salafista para cualquiera que quisiera atacar el centro de Israel.
El acuerdo en el que Kerry está mediando no lograría un Estado palestino independiente, sino uno fallido, muerto nada más nacer. En contra de lo que pueda afirmar el secretario de Estado, el statu quo no sólo es sostenible, sino que, para Israel, para la Autoridad Palestina y para Jordania, es preferible a tener a Al Qaeda en la Margen occidental.