viernes, 21 de febrero de 2014

Extraños obsequios para el Mishkán


Extraños obsequios para el Mishkán19/02/2014
Los filisteos incautaron el Arca como trofeo de guerra. Fue la valentía del joven Shaul, de la tribu de Biniamín, quien más tarde se convertiría en el primer rey de Israel, que osó perseguir al soldado filisteo Goliat y logró arrebatarle y rescatar las Lujot corriendo con ellas hasta Shiló.

Los filisteos incautaron el Arca como trofeo de guerra. Fue la valentía del joven Shaul, de la tribu de Biniamín, quien más tarde se convertiría en el primer rey de Israel, que osó perseguir al soldado filisteo Goliat y logró arrebatarle y rescatar las Lujot corriendo con ellas hasta Shiló.

Rabino Daniel Oppenheimer

Si bien todo el pueblo de Israel ya reconocía al joven Shmuel como un profeta auténtico, el líder oficial de la nación seguía siendo Elí haCohen, el Sumo Sacerdote, que era quien guiaba al pueblo desde la muerte de Shimshón. 
El pecado de los Tzadikim 
A pesar de ser hijos de un Tzadik, Elí: Jofní y Pinjás, llevaban una conducta reprochable. Entre sus faltas más graves, estaba el hecho de que demoraban a las mujeres parturientas que traían sus ofrendas (obligatorias por la Torá luego de dar a luz) a Shiló (sitio en el que se encontraba el Mishkán en aquella época) y provocaban de ese modo que ellas no regresaran de inmediato a sus maridos.
Si bien el motivo de las dilaciones era su afán por estudiar Torá, siendo Cohanim, tenían obligación de priorizar la atención para con estas mujeres, quienes se quedaban para asegurarse que la ofrenda que habían traído, realmente se sacrificaba.
También pecaban al elegir para sí, violentamente, los trozos de las ofrendas que la gente traía, en un modo que no condice con lo que se espera de un Cohen, que ejerce una tarea sagrada. 
Por ley de la Torá, el Cohen recibe el muslo derecho y el pecho de cada ofrenda de Shlamim, una vez que se han colocado las entrañas sobre el altar. Los dueños gustosamente les ofrecían que llevaran carne - incluso cocida - en el momento que correspondía hacerlo. Ellos, sin embargo y apurados por volver a su estudio, exigían carne cruda de antemano, y aun partes que la Torá no les había adjudicado. Esto se había convertido en su norma de conducta. Pero, a su vez, inducía a quienes traían sus animales a desistir de traer ofrendas en el futuro…

El Talmud (Kritut 28.) alegóricamente, dice que el patio del Mishkán (la Azará), al referirse al modo de distintos Cohanim de consumir la carnde de las ofrendas, exclama y pide que “quiten a Jofni y Pinjás de su medio”.
El TaNa”J describe y censura estas actitudes en los términos más duros.

El culpable principal era Jofní, pero puesto que el hermano Pinjás no lo censuraba, se lo considera cómplice de los actos de Jofní (Shabat 55:). A su vez, los asistentes de ellos dos, aprendieron a tratar las ofrendas y el Servicio del Mishkán con desidia e indolencia, causando una mala impresión a ojos del público. 
Es importante aclarar que el pecado enunciado en el TaNa”J (en el sentido que estos hermanos “se acostaban con las mujeres que traían las ofrendas”), no debe ser interpretado literalmente tal como lo relata el texto.
Así como en otras instancias, también en el caso de estos Tzadikim - precisamente por su virtud - el TaNa”J se expresa con rigor extremo, para acentuar la exigencia mayor de D”s con aquellos que - por su preparación, prestigio y cargo - deben ser más cautos y brindar el modelo de una conducta ejemplar y diáfana al resto de los judíos. Por tal motivo, sus (relativamente) pequeñas falencias son presentadas de una manera magnificada, de modo tal que quienes somos de menor virtud, comprendamos que se trataba de situaciones que determinaron el castigo Di-vino correspondiente. 
Palabras claras salvan a los hijos
 
Elí, el nonagenario padre, intentó corregirlos repetidamente, haciéndole saber que su posición encumbrada acrecentaba su responsabilidad, pues si ellos - garantes de la justicia entre el pueblo - mostraban una conducta floja, quién - sino D”s Mismo - castigaría sus acciones. Pero sus palabras no tuvieron eco en los oídos de los hijos.

Elí podía haber sido más categórico en sus palabras, tal como lo había sido con Janá cuando la reprochó por estar “borracha” durante sus rezos que pronunciaba en el Mishkán (cuestión que ni siquiera se condecía con la realidad). 
Los Sabios critican al papá por no haber sido lo suficientemente contundente con los hijos, y lo responsabilizan por las consecuencias terribles que acaecieron al pueblo como resultado de esta laxitud.
El profeta (según algunas fuentes se trata del propio Elkaná, padre de Shmuel) se acercó a Elí para advertirle sobre las secuelas nefastas que acarrearía su omisión: con su actitud relajada, Elí estaba cuidando más la deferencia que mostraba por sus hijos, que el respeto debido a D”s. 
Por lo tanto, en lo inmediato, sus hijos perecerían de una muerte violenta en un mismo día. Y en el futuro, sus descendientes no alcanzarían la adultez (salvo que dedicaran su vida al estudio de la Torá y a realizar actos de caridad - Rosh haShaná 18.), ni serían ordenados con la Semijá que los habilitaría a ser miembros del Sanhedrín (Sanhedrín 14.).

La muerte prematura de sus descendientes, correspondía a su nefasta actitud de exigir las porciones de carne de los Korbanot anticipadamente - antes que se quemen sobre el Mizbeaj (altar) las entrañas que se queman en Honor a D”s.
Y además, el Sumo Sacerdocio que ahora ejercía él, Elí descendiente de Itamar - hijo de Aharón, volvería a la otra rama de los Cohanim con Tzadok, descendiente de Eleazar (el hermano mayor de Itamar). Su propia prole, en cambio, permanecería subordinada a los demás Cohanim.
Poco después Shmuel, que atendía a Elí estando al servicio del Mishkán, completó esa ominosa profecía. Sólo el arrepentimiento podía modificar la situación. Sin embargo, la suerte de Jofní y Pinjás ya estaba sellada, y no cambiarían su actitud. Esa fue la primera profecía que Shmuel escuchó, y debió informar al propio sacerdote Elí
Este fue un momento de transición en la conducción de la nación. Shmuel recibió esta profecía “entes que se apague la vela” del Mishkán.
Alegóricamente, los Sabios entienden de esta circunstancia (Iomá 38:), que “antes que se apague la vela de Elí, D”s ya había preparado la luz de Shmuel”.
Al igual que en otras coyunturas de la historia, D”s jamás dejó huérfana a una generación, y preparó los tzadikim y personas capacitadas para servir de modelo y conducir al pueblo.
La amenaza de los filisteos seguía siendo tan grave como en la época del juez Shimshón quien había liberado otrora a los israelitas, de su yugo. Muchos años después de Shimshón, los filisteos sentían un profundo miedo ante los hebreos, con lo que su beligerancia se había mantenido aún quieta, y ya se habían recuperado de los desastrosos castigos propinados por Shimshón.
 
Comienza la batalla 
Por lo tanto, los hebreos se alistaron nuevamente para hacerles frente.
En el primer encuentro con ellos, los judíos sufrieron una inesperada y terrible derrota. Murieron 4.000 hombres de entre sus filas.
Ante este sorprendente fracaso, los ancianos decidieron proceder de manera inusitada, perpetrando un acto que jamás habían osado en el pasado: fueron hasta Shiló y retiraron del Mishkán el Arca de D”s en el que se encontraban las Lujot (Tablas de la Ley). De allí lo llevaron al campo de batalla. No consultaron con el oráculo (Urim veTumim), y los propios Jofní y Pinjás escoltaron el Arca hasta el frente.

Puesto que no admitían que estaban actuando equivocadamente, creían que la derrota sufrida había sido injustificada, y que estando el Arca con ellos, D”s los protegería del mismo modo que cuidaría el Arca.
Obviamente, estaban equivocados: sus actos habían sido reprobados por D”s, y la presencia del Arca no los salvaría de los enemigos. 
No obstante - y hoy no es distinto - es muy común encontrar que la gente busque solucionar sus dificultades sujetándose de elementos que creen que les darán “suerte” para sobrellevar los problemas, en lugar de hacer Teshuvá, buscar y admitir los errores personales que debe corregir, lo cual puede y suele requerir sinceridad, franqueza, mucha voluntad de trabajo interno y perseverancia (Rav Avigdor Nebenzahl shlit”a).. 
La solución equivocada y sus secuelas 
Cuando el Arca llegó al frente de batalla, hicieron sonar los Shofarot del mismo modo que lo habían hecho sus antepasados hacía varios siglos frente a las murallas de Ierijó. Los propios filisteos escucharon el sonido y la bulla del campamento hebreo, y se asustaron de sobremanera, al enterarse que habían traído el Arca: ¡este es el Arca del D”s que había castigado duramente a los egipcios junto al mar!
Ante tal cuadro, los filisteos se impulsaron mutuamente a ser valientes - para no llegar a revertir la situación con los hebreos sometiéndolos a ellos.
El resultado de esta segunda contienda fue aun más desastroso para los hebreos: esta vez cayeron 30.000 hombres, junto a Jofní y Pinjás, y el resto de los judíos escaparon cada uno a su hogar como pudieran.
Los filisteos incautaron el Arca como trofeo de guerra. Fue la valentía del joven Shaul, de la tribu de Biniamín, quien más tarde se convertiría en el primer rey de Israel, que osó perseguir al soldado filisteo Goliat y logró arrebatarle y rescatar las Lujot corriendo con ellas hasta Shiló. 

Goliat jamás perdonó esta osadía a Shaul, y cuando éste último se convirtió en rey de los judíos, lo desafió públicamente a pelear contra él. Finalmente, fue David quien le hizo frente, y lo mató con la honda y la piedra.
Shaul trajo la trágica noticia a Shiló y todo el pueblo recibió las nuevas con terrible clamor. Cuando Elí se enteró de lo sucedido - en particular la pérdida del Arca - cayó al suelo y se desnucó. Asimismo, la esposa de Pinjás murió al dar a luz a un hijo al que nombró “I-Kavod” por el honor de Israel que había caído en manos de idólatras.

Todo Israel lloró la pérdida del Mishkán de Shiló que había sido su centro espiritual durante casi cuatro siglos.
Poco sabían, que el emergente profeta Shmuel, los encaminaría hacia la Teshuvá, y sentaría los cimientos espirituales del Bet haMikdash que luego construiría el Rey Shlomó. 
Milagros en tierras filisteas - a espaldas de los hebreos 
Los filisteos llevaron estaban concentrados principalmente en cinco ciudades de la costa del Mediterráneo: Ashdod, Ashkelón, Gat, Azá y Ekrón. La primera ciudad que recibió el “botín” sagrado, fue Ashdod. Puesto que - aun siendo paganos - respetaban a D”s, colocaron al Arca junto a la imagen de su ídolo Dagón (este nombre proviene de Dag - pez - y tenía forma de pez con cabeza, manos y pies humanos, no muy distinto a las imágenes que luego harían los griegos).
Al día siguiente, encontraron a su ídolo que estaba tirado frente al Arca. Puesto que no estaban dispuestos a aceptar que su ídolo era simplemente un trozo de piedra, lo levantaron y lo colocaron en la misma posición en que había estado antes.
Sin embargo, cuando amanecieron al día siguiente, encontraron al Dagón caído frente al Arca, mientras que su cabeza, manos y pies se encontraban tirados en dirección opuesta a la entrada de su santuario.
Por hacer caso omiso a esta situación, y no queriendo reconocer su pecado, D”s castigó a los habitantes de Ashdod con terribles sufrimientos: fueron atacados por ratas, y sus cuerpos padecieron de hemorroides y tumores.
Dado el clamor de los lugareños, los jerarcas filisteos decidieron trasladar el Arca a Gat. Sin embargo, la misma escena se repitió en esta ciudad, y sus moradores sufrieron los mismos males que sus compatriotas ashdoditas. Esto precipitó la determinación de trasladar el Arca a Ekrón, cuyos ciudadanos de inmediato se opusieron, pues temían correr la misma suerte que los habitantes de las anteriores ciudades.
Finalmente, y luego que el Arca permaneciera en los campos filisteos durante siete meses, sin que ninguna de las ciudades aceptara retenerlo, los gobernantes de las ciudades se reunieron un tanto más sumisos, decidiendo que debían devolver el Arca a su lugar natural.
Sin embargo, tenían dudas acerca de si ese era el proceder correcto: ¿y si fuera todo una mera coincidencia de “mala suerte?
Por lo tanto, sus sacerdotes y adivinos les aconsejaron hacerle una ofrenda de regalo y devolverlo a los hebreos de manera que el Arca decida por sí solo si debía retornar, o no.
Así suelen obrar las personas: mientras exista alguna posibilidad de atribuir las adversidades de la vida a la mera fatalidad - de modo que no lo comprometa moralmente a uno categóricamente a cuestionar sus actos, intentará eludir la ilación de que lo que sucede es Providencial. Recién cuando no tiene como explicarse las cosas de otra manera, sucumbe ante la evidencia.
Mandaron entonces, fabricar objetos peligrosos de oro: ratas y tumores de oro macizo iguales a los que habían sufrido, y las colocaron en el Arca, a título de pedido de perdón por haberlo injuriado, y como reparación y disculpa por su falta de honor al Verdadero y Único Soberano del universo.
Luego, pondrían el Arca sobre un carruaje que estaría conducido por dos vacas que acababan de parir terneros - lo que implicaba que estas bestias difícilmente querrían abandonar a sus crías - y que lo conducirían, si fuera el caso, rumbo a Iehudá.
Si efectivamente las vacas abandonaban a sus crías - algo que iría contra su naturaleza - y cargarían el Arca hacia Iehudá, sería una clara señal que los filisteos estaban obrando correctamente.
Y así se hizo: a sorpresa de todos, las vacas arrastraron el carruaje en dirección de la tierra de los hebreos, mientras emitían voces de dolor por dejar solos a sus terneritos.
Frecuentemente tenemos la sensación que los milagros cambian las actitudes de vida de la gente. La realidad habitualmente demuestra lo contrario. También en este caso, los filisteos fueron testigos y protagonistas de repetidos milagros manifiestos - un Kidush haShem de dimensiones inéditas - sin que esto modificara su tendencia pagana.
Es verdad: tuvieron miedo al Arca, y aun después - en la época de Shaul, y aun con Golit - desafiaban hostilmente a los hebreos, pero no se animaban a atacar.
Sin embargo, nada cambió en su pensamiento íntimo, pues no los milagros sino el estudio de la Torá, cambia y permite crecer al ser humano. 
Los habitantes de Bet Shemesh, fueron los primeros en avistar el Arca que venía solo, sin quien lo condujera, desde tierras enemigas, y se alegraron enormemente. Desataron las vacas, y las ofrecieron en un altar sobre los leños componentes del carruaje que había traído el Arca.
Sin embargo, estar en posesión del Arca, implica una enorme responsabilidad espiritual. Los habitantes de Bet Shemesh no estuvieron a la altura de lo que les correspondía y sufrieron grandes pérdidas humanas. Por lo tanto, pidieron a los ciudadanos de Kiriat Iearim que llevaran el Arca a su territorio. Fue entonces allí donde habría de permanecer el Arca durante los siguientes veinte años.
Shmuel era a la sazón, el reconocido líder de Israel, y logró que los judíos se arrepintieran de sus anteriores pecados, de modo que D”s quitó la sombría amenaza que se cernía sobre ellos. 
¿Y los obsequios? 
¿Qué terminó sucediendo con los “obsequios” que los filisteos regalaron al Arca?
Llamativamente, esta caja con los regalos permaneció en el Arca junto a las Tablas de la Ley (Bava Batra 14.) y se colocó el Sefer Torá escrito por Moshé sobre aquella caja.
Luego, muchos años más tarde, fue escondida por el rey Ioshiahu (uno de los últimos de la dinastía de Iehudá antes de la debacle ante los caldeos), junto a otros objetos sagrados del Bet haMikdash, para que no caiga en manos enemigas cuando fuese saqueado y destruido el sagrado Templo.
Pero - ¡¿qué significado espiritual tenían, acaso, estos elementos regalados por un pueblo pagano, como para que se diera tanta trascendencia - como para ser colocados junto al Sefer Torá?!; ¿no era, acaso, el hecho que se obsequiara estas imágenes de oro, fruto de la recomendación de hechiceros y adivinos?
Rav Shimon Schwab sz”l, responde: el contraste de la espiritualidad del Sefer Torá junto a las efigies de lo más mundano y corporal, responde al hecho de que así también D”s nos ha creado de manera maravillosa (“maflí la’asot”): el alma unida al cuerpo, y de ese modo es como Él desea que nos presentemos frente a Él para cumplir nuestras obligaciones. (Rav Schwab on Prayer, Mesorah/Artscroll) 
El contraste es evidente: cuando se erigió el Mishkán, se exigió a los judíos que realicen sus donativos con intenciones puras y diáfanas y de todo corazón (“nedivut lev”). A los artesanos, también se les demandó cumplir su tarea concentrándose en el significado espiritual de todo lo que procesaban y fabricaban.
Sin embargo, el mismo Mishkán podía contener objetos regalados por idólatras cuyos designios fetichistas se limitaban a liberarse del castigo por haber agraviado la santidad de aquel Santuario - y todo esto solamente porque estos elementos produjeron un Kidush haShem entre las naciones.
¿Por qué tal diferencia?
D”s no exigió a los filisteos aquello que no está en su atribución moral.
Empero, de Sus hijos, D”s exige lo máximo. Por lo tanto, estemos orgullosos de poder servir al Todopoderoso en un nivel de exigencia que demuestra todo lo que Él espera de nosotros.