martes, 25 de febrero de 2014

Seamos sinceros respecto a Siria


Fuente. World Affairs- Traducido por El Med.io

Por Michael J. Totten

20/2/14

Predecir los acontecimientos en Oriente Medio es, casi siempre, un sinsentido, pero, de vez en cuando, resulta sencillo. Cuando comenzó el levantamiento sirio contra Bashar al Asad, avisé que, probablemente, el país se convertiría en el siguiente proyecto de Al Qaeda si Asad no era depuesto con rapidez.
Ya ha ocurrido antes. Afganistán, Irak, Chechenia y Argelia se han visto brutalmente alterados por los radicales islamistas en el curso de prolongadas guerras civiles. Al Qaeda y extremistas afines incluso se presentaron voluntarios para combatir en Bosnia y Kosovo contra Slobodan Milosevic y sus paramilitares nacionalistas serbios. Más de 1.000 autodenominados “árabes afganos” veteranos de la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética fueron inicialmente bienvenidos en Bosnia porque nadie más se ofrecía para ayudar, pero los benladenistas fueron rechazados en Kosovo cuando la OTAN intervino en su lugar.
También quedó claro, en el caso sirio, que si Estados Unidos y Europa no intentaban al menos derrocar a Asad indirectamente, por medio de terceros, los saudíes y otros Estados árabes antiliberales del Golfo apoyarían a sus propios peones.
Y eso es justo lo que ha ocurrido. Estados Unidos no hizo nada, el conflicto se enconó y empeoró, y ahora Asad, un patrón del terrorismo, respaldado por Irán, está luchando a muerte con Al Qaeda y otros yihadistas afines. En este punto, los moderados sirios se ven demasiado superados, en armas y en número, como para influir en el resultado.
Creí que debimos involucrarnos, de forma limitada, respaldando a opositores moderados al régimen mientras aún tenían una oportunidad, pero la Casa Blanca no quiso hacerlo, ni tampoco lo quiso el pueblo norteamericano; no después de Irak y de Afganistán. Y así estamos. Puede que fuera inevitable si tenemos en cuenta los intereses y los ánimos de todo el mundo.
Y llegados a este punto, lo más indicado es quedarse al margen de todo esto. No podemos respaldar a Asad, y no podemos apoyar a Al Qaeda. Las fuerzas moderadas que puedan quedar han sido marginadas. La probabilidad de que surja una Siria estable y no hostil tras una victoria de Asad o de los yihadistas es cero.
Así que seamos sinceros al respecto. No estamos haciendo nada real en cuanto a Siria, nunca fuimos a hacerlo y no vamos a hacerlo en el futuro. Fingir lo contrario sólo nos hace parecer unos torpes incompetentes, en el mejor de los casos.
He aquí lo que dice Walter Russell Mead en The American Interest:
El presidente sólo puede contar con la única bendición que le queda: la prensa aún está ocupada tratando de evitar comprender todo el daño causado por la lamentable e inepta política siria de esta Administración. Nuestra respuesta en Siria ha perjudicado a la posición norteamericana, a nuestras alianzas en Oriente Medio y a nuestras relaciones en todo el mundo, por no hablar del desastre humanitario en el que nos hemos implicado.
Soltar heroicas bravatas sobre que “Asad debe irse” y luego no hacer nada mientras sigue ahí; proclamar de forma épica grandiosas líneas rojas y plantear amenazas militares que, de forma humillante, se quedan en nada; aferrarnos de forma patética a la treta rusa de unas negociaciones, que era evidentemente falsa; farfullar inútilmente cuando las conversaciones se vienen abajo… No es frecuente que la diplomacia norteamericana esté tan mal dirigida durante tanto tiempo.
Hasta cierto punto, simpatizamos con quienes, desde los principales medios de comunicación, apartan la mirada. Lo que está apestando el antro no es sólo el cadáver en descomposición de la política siro-rusa de Obama. Las consoladoras suposiciones e ideas diplomáticas de toda una generación de ambiciosos cerebrinesde la política exterior están quedando desacreditadas. Creyeron construir un nuevo consenso demócrata en política exterior sobre la tumba de los fracasos de George W. Bush, pero la diplomacia inteligente ha resultado tener profundos fallos. La izquierda va hacia el colapso que muchos neocon sufrieron cuando descarriló la política exterior de Bush.
En este punto, puede que todo lo que le quede a Estados Unidos sea hacer lo mismo que han hecho los israelíes: adoptar una política de defensa en vez de una política exterior, lo que significa que dispararemos a todo el que nos amenace directamente, pero si no, nos mantendremos al margen. Y si es así como estamos, admitámoslo.