lunes, 12 de mayo de 2014

¿La suerte está echada?


Israelíes y palestinos, la lucha sin finIsraelíes y palestinos, la lucha sin fin
A la mitad del verano pasado, en agosto del 2013, un cierto viento de esperanza recorría esta región del mapa, al menos para una parte significativa de sus habitantes: el 14 de ese mes comenzaban oficialmente -por enésima vez, pero en esta oportunidad aparentemente con mayores expectativas que antes- una serie de conversaciones conducentes a un acuerdo de paz entre Israel y la Autoridad Palestina, promovidas por los EEUU. Ese comienzo era precedido, un día antes, por la liberación de 26 presos palestinos (todos ellos reclusos condenados por delitos cometidos antes de los acuerdos de Oslo de 1993), como parte de un total de 106 presos que Israel se comprometía a liberar en el transcurso de las conversaciones.
Se había establecido entonces que esa ronda preliminar, dirigida a sentar las bases para negociar un acuerdo definitivo de paz, se extendería durante nueve meses (plazo que, conscientemente o no, coincide con el período de gestación de una sana criatura). Pero transcurrido ese plazo, no hay criatura que celebrar. Todo parece indicar, más bien, que se ha llegado a un callejón sin salida en lo que respecta a una continuación de las conversaciones. El estatus quo anterior se mantiene, como si el tiempo se hubiera congelado. Seguramente muchos están satisfechos con esa situación.
El tiempo, sin embargo, no se congela. Por el contrario, continúa su curso y construye futuros. ¿Pero cuáles futuros? ¿Y cuánto podemos -o queremos- influir sobre esos futuros? Para ello es preciso contar con un proyecto nacional y la esencia de un proyecto nacional es la existencia de una adhesión y un consenso generalizados. La construcción y consolidación del Estado como el hogar nacional del pueblo judío constituyó un proyecto nacional; vivir en paz en ese Estado, en paz con los vecinos y empeñados en la construcción permanente de una democracia para todos sus habitantes, deberían ser hoy los materiales de un nuevo proyecto nacional. Pero parecería que los consensos son difíciles de alcanzar en la sociedad israelí.
La convicción de que en este rincón del planeta el mantenimiento simultáneo del carácter de hogar nacional judío y de los rasgos democráticos de un Estado moderno pasan por el respeto y el apoyo a la formación de un Estado palestino vecino, con fronteras mutuamente acordadas, no es compartida por una parte significativa de la sociedad, y ciertamente no parece ser una prioridad del gobierno; si lo fuera, hace tiempo que la corriente de asentamientos se habría detenido y que la ocupación habría cesado. Y ni esa corriente se ha detenido, ni la ocupación ha cesado. En esas circunstancias, el tiempo que corre construye futuros, pero se trata de futuros que incluyen un único Estado entre el Jordán y el Mediterráneo.


Dejaría de tener el carácter de hogar nacional judío

Y las alternativas de funcionamiento de ese Estado -con los claros rasgos de un Estado Binacional- son limitadas: si asumiera la democracia en su sentido más amplio, dejaría de tener el carácter de hogar nacional judío, puesto que las inexorabilidades demográficas apuntan a que en ese Estado binacional la población judía sería rápida y crecientemente minoritaria; por el contrario, si el propósito central se refiriera a la persistencia del carácter de hogar nacional judío de tal Estado, esto se obtendría a costa del mantenimiento de la población no judía -mayoritaria- sujeta al dominio de la minoría, obviamente no por medios democráticos.
De hecho, el Prof. Della Pergola, analiza precisamente las variables demográficas y su evolución en el contexto de las tendencias nacionales de Israel y de los palestinos, y concluye, en un reciente ensayo sobre el tema, de la siguiente manera: “El tiempo, como hemos sostenido, no trabaja en favor de un Israel que también se esfuerza por ser identificado como un Estado judío. En los próximos años, los responsables por las decisiones en Israel, y el público que les otorga ese poder, tendrán que enfrentar opciones cada vez más duras: un Israel que es (1) judío y territorialmente amplio (abarca los territorios ocupados), pero no democrático; (2) democrático y territorialmente amplio, pero no judío, o (3) judío y democrático, pero no territorialmente amplio”. (1)
Estas opciones, estas alternativas, no son nuevas ni desconocidas; pero destacan de manera prominente en las actuales circunstancias, cuando las conversaciones de paz se han congelado una vez más, aunque en esta oportunidad, ese congelamiento se da en el contexto de una probable reunificación de las dos principales facciones palestinas. Para muchos, este callejón sin salida podrá aparecer como una vuelta al estatus quo, en el que todo permanece como estaba; y en esa tesitura, las preocupaciones principales tornarían a girar alrededor del crecimiento económico, de la próxima venta de start-ups al exterior, de la persistente concentración económica, de cómo financiar el próximo viaje de vacaciones al exterior y, por supuesto, de cómo disminuir el gasto público (excluyendo, claro está, el gasto en defensa).
Pero la vuelta al estatus quo no es neutral; implica la continuación de las construcciones israelíes en los territorios ocupados, que por lo demás no cesaron durante las recientes conversaciones, e implica por sobre todo -abiertamente o no- la imposición de un proyecto nacional que reclama todo el territorio, desde el Jordán al Mediterráneo. Y en la parte de ese territorio que está más allá de las líneas de 1967 (incluyendo en esa parte a Gaza y a Jerusalem Este) habitan más de 4 millones de palestinos, que si ese proyecto se materializara, pasarían a depender del Estado de Israel. Se ha repetido hasta el cansancio que las consecuencias de ello, en el mediano y largo plazo, llevarían o bien a la pérdida de la identidad judía del Estado, o bien al abandono de sus mejores rasgos democráticos.

Economía estable y en condiciones de continuar creciendo

Empero, es preciso agregar que las consecuencias de este proyecto implicarían, también en lo inmediato cambios profundos en el funcionamiento económico de la sociedad. Por de pronto, y aun cuando aparentemente se tratara sólo de una corrección estadística, el producto por habitante de esa nueva entidad disminuiría casi a la mitad de lo que es actualmente, y es probable que el ritmo de la actividad a todo lo largo del territorio se vea afectado desde el comienzo. Y lo que no es solamente una corrección estadística, es que la masa de población árabe pobre en la Ribera Occidental y en Gaza demandaría apoyos y subsidios del Estado en volúmenes que afectarían inmediatamente a sus finanzas. Y esa masa de pobreza es importante, como se constata en un reciente estudio del Banco Mundial, que incorpora lo que llama un mapeo de la pobreza en los territorios. (2)
Israel, hoy, se precia con razón de contar con una economía estable y en condiciones de continuar creciendo, para ofrecer a sus habitantes, a todos sus habitantes dentro de la llamada “línea verde”, elementos de bienestar que, si bien pueden y deben mejorar, la ubican cómodamente dentro del grupo de países desarrollados. Ciertamente, no faltan problemas sociales -los niveles de pobreza y la muy injusta distribución del ingreso constituyen desafíos reales cuyo combate es prioritario- y sin embargo, en su interior se mantienen vigentes valores democráticos que es prioritario también mantener y defender. Y el mantenimiento y la defensa de esos valores democráticos incluyen el respeto a los pueblos, a todos los pueblos, que buscan asumir sus propios destinos.
¿Es posible que se esté dispuesto a renunciar a todo ello? ¿Es posible que se prefieran visiones mesiánicas y chauvinistas -que de ambos tipos se alimentan las ensoñaciones del Gran Israel- a un sano proyecto judío y democrático? ¿Es posible que la suerte esté echada?
1. Ver Sergio della Pergola: “Demographic trends, national identities and borders in Israel and the palestinian territory”, especialmente cuadros 1 y 2 y los párrafos finales del estudio. En Jewish Studies at the Central European University, Budapest, 2013
2. Banco Mundial “Seeing is believing - Poverty in the palestinian territories” (Ver es creer: Pobreza en los territorios palestinos) Washington DC 2014.

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