viernes, 16 de mayo de 2014

PARASHA SEMANAL

“La paz impere entre tus murallas, la quietud habite en tus palacios…”

“La paz impere entre tus murallas, la quietud habite en tus palacios…”
Parashah BEJUKOTÁI
BHN”V
“Impondré paz en la tierra, yaceréis y no habrá quien haga estremecer y haré desaparecer las fieras feroces de la tierra, y la espada no pasará por vuestra tierra”
En el Talmud Bablí, Tratado de Taanit 22 B, nuestros sabios explican el versículo citado de este modo:“... y la espada no pasará por vuestra tierra”. ¿Cómo interpretamos la palabra ‘espada’? Si te refieres a la espada que no es de paz, ¿acaso no está escrito: ‘Y Yo estableceré la paz en el país’? Dí entonces: ‘incluso la espada de la paz’ (no pasará)”.
(Corresponde aclarar que la “espada que no es de paz” refiere al ejército enemigo que viene a luchar contra Israel; mientras que la “espada de paz” alude a un ejército extranjero que pasa por el lugar sin intenciones de agresión).
¿Cómo podemos entender la explicación planteada por nuestros Rabinos? Es posible deducir que existe una paz que proviene de “adentro”, del cuerpo social de una nación cuando, por ejemplo, prima una voluntad de convivencia entre las criaturas; pero hay otra paz que viene, por lo general, desde “afuera”. La primera de ellas es, sin duda, señal de bendición para el ser humano, en cambio la segunda en nada ennoblece al hombre; por tanto habrá una espada que siempre será negativa y otra que, en determinadas circunstancias, tendrá cierta faz positiva. Así, cuando la paz, la tranquilidad dentro de un país o entre un hombre y su prójimo, es producto de la feliz solución de acuciantes problemas sociales decimos que es signo de bendición para ese pueblo; pero no siempre el estado de calma responde a factores internos a una sociedad, a veces depende de factores externos pues, ante cualquier peligro exterior que amenaza a un pueblo, suelen atenuarse, al menos por un tiempo, las tensiones que podrían afectar al orden interno de un país. La defensa de la vida de cada habitante hace olvidar, en esos casos, por ejemplo, la dolorosa desigualdad en la que todos conviven, pero como en polos opuestos, uno de paupérrima miseria para muchos y otro de opulencia, propio de la burguesía.
Estaremos empero de acuerdo, seguramente, en que esta suerte de paz no será señal de bendición para esa nación, que esta paz no se ajusta, precisamente, a los sentimientos de amor y fraternidad que anidan en los corazones de una población.
También la espada tiene dos aspectos: cuando podemos apreciar en un país la existencia de una paz ideal, que es signo de real bendición, entonces la “espada externa” es una severa y cruel maldición, creada exclusivamente “para acortar los días del hombre sobre la tierra”, pero cuando no existe pacificación interna y ella se origina en la “espada exterior”, entonces esa misma espada puede llegar a revestir una pequeña dosis de positividad pues es preferible, en algunas circunstancias, esa suerte de paz a presión…
El versículo de nuestra perashá nos promete: “Y Yo estableceré la paz en el país...”, esto es dentro de él, entre sus habitantes, una paz verdadera que refleje una bendición real para la nación entera en sus cuadros internos; “Y la espada no pasará por vuestra tierra”, es decir, la espada no será necesaria para crear condiciones de paz dentro de ella, no necesitaréis una paz forzada por la espada pues vuestra tranquilidad interior responderá a lazos de afecto, al respeto por la vida y la fraternidad imperantes en vuestro medio.
¡Qué desafío nos propone nuestra Torá! Más allá de la oscura realidad que hace a la convivencia entre los pueblos, debemos intentar que nuestra paz, aquella que podemos forjar con nuestras propias manos -inspirados en el Creador que nos concede el beneficio de dárnosla-, haga de nuestra sociedad un mosaico de voluntades en busca de la felicidad de sabernos “responsables los unos para con los otros...”.
No nos unirá el infortunio, parecería decir el texto y también eso nos garantiza el Santo
Bendito Sea. Tal vez así podamos comprender aquello que el versículo menciona en medio: “...Haré desaparecer las fieras feroces de la tierra...”, “Jaiá raá”, la bestia salvaje que anida en el ser humano cuando no imperan ni la paz ni la quietud y el hombre es inhumano. En cambio, si la verdad y la justicia, la bondad irrestricta y el amor gratuito se conjugan en la paz, entonces cada ser humano será como un ángel para su prójimo: solo bendición, responsabilidad y santidad en la vida.
Rab. Mordejai Maaravi. Rab. Oficial de la OLEI

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