viernes, 26 de diciembre de 2014

Comentario de Parashat Vaigash
La parashá “Vaigash“ es el final de los maravillosos relatos sobre Iosef y sus hermanos. Como ocurre con Thomas Mann y con toda buena novela, las últimas páginas nos llevan al punto máximo del suspenso, del drama y de la emoción. Se escribieron aquí varias de las frases más lindas y emotivas de la Torá.
Iehudá aún no sabe que el hombre importante delante del cual está parado y con el que trata de conciliarse, es su hermano Iosef. El lucha por su hermano menor Biniamín, entre cuyas pertenencias se encontró la copa de oro del segundo del rey de Egipto.
Su discurso frente al “gobernador egipcio“ demuestra los profundos cambios que ocurrieron en su personalidad. Él ya no era más el hermano celoso, que quería desligarse de “el soñador“, el hijo amado de su padre. Él ya no era más el hombre que propuso a sus hermanos: “Vamos y vendámoslo a los Ismaelitas“ (Génesis 37:27), y que no dudó en romper el corazón de su padre cuando él y sus hermanos le dijeron: “Esto hemos encontrado, reconoce ahora si es la túnica de tu hijo o no“ (37:32), cuando le mostraron la túnica de Iosef empapada de la sangre del cabrito.
El Iehudá que habla delante de Iosef es un hombre maduro con características de líder. Él es quien asume la responsabilidad de sus acciones y de las de sus hermanos. A pesar de no saber si alguno de ellos robó la copa, él dice: “¿Qué habremos de decir a mi señor? ¿Qué habremos de hablar? ¿Cómo habremos de justificarnos? Dios halló el delito de tus servidores...“ (44:16). Iehudá entiende en lo profundo de su corazón que ellos están siendo castigados ahora por otro delito, y así lo explica Rashi: “Sabemos que no hicimos nada malo, pero Dios quiso que así fuera; encontró el acreedor la ocasión para cobrar la deuda“. (44:16). El delito del que se habla es, obviamente, la venta de Iosef en manos de sus hermanos. Y Iehudá asume la responsabilidad sobre este hecho de manera personal.
Iehudá también se transforma en una persona sensible, que entiende el dolor que causó a su padre. Él ruega ante el segundo del rey de Egipto: “Y ahora, permanezca, por favor, tu servidor en lugar del joven como esclavo para mi señor, pero que el joven ascienda con sus hermanos.
Espero que en este nuevo año, encontremos entre nosotros líderes como Iehudá, que puedan encontrar los caminos y las palabras para llevar a nuestro pueblo a la conciliación y a la paz. Y así se cumplirán las palabras del profeta Ezequiel de la haftará que acompaña a nuestra parashá: “Y los transformaré en un solo pueblo en la tierra, en las montañas de Israel...“. (37:22).
Rabina Monique Susskind –Goldberg
Shabbat shalom

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