Vaishlaj(Génesis 32:4-36:43)
La importancia de la soledad en el crecimiento personal
“Y Yaakov se quedó solo (lebadó) y un hombre luchó contra él hasta el amanecer…” (Bereshit 32:25).
Dice el Midrash1: “Dijo Rav Berajia en el nombre de Rabí Shimón: ‘Está escrito (en Yeshayahu 2:11) acerca del Santo, bendito sea: ‘Y Hashem fue elevado a solas (lebadó)’ y sobre Yaakov está escrito: ‘Y Yaakov se quedó solo (lebadó)’”.
Muy curiosa la comparación que hace el Midrash entre Dios y Yaakov: así como Dios es lebadó, así también Yaakov estuvo lebadó. ¿Qué nos quieren decir los sabios con esta comparación? ¿Cuál es la alabanza contenida en estas frases?
Yaakov no fue el único a quien los sabios compararon con Dios; también a Abraham lo compararon de manera similar: “Cuando Nimrod arrojó a Abraham al fuego, le dijo el ángel Gabriel a Dios: ‘¿Bajo a enfriar el fuego para salvar al tzadik? El Santo, bendito sea, le dijo: ‘Yo soy único en Mi mundo y él es único en su mundo. Lo correcto es que baje el Único a salvar al otro único’”.2
Abraham fue único (yajid) y Dios es único (yajid). Entendemos perfectamente por qué Dios es único, pero ¿en qué sentido Abraham lo fue? A Abraham se le llamó Abraham ha-ivrí, que literalmente significa “Abraham, el que está del otro lado” (ivrí, de me-ever, “del otro lado”), pues en la época de Abraham, la humanidad entera estaba subyugada bajo el rey Nimrod, a quien adoraban como si fuese un dios. Todos lo adoraban, exceptuando Abraham, quién creía en un sólo Dios y estaba por ello separado en sus creencias de las del resto del mundo. La humanidad entera estaba de un lado y Abraham estaba del otro lado. Abraham fue único en su mundo, pues sólo él creía en un solo Dios único.
Los sabios alabaron a Abraham por ser único —como Dios— y a Yaakov por estar a solas —como Dios.
Con respecto a Yaakov, no nos equivoquemos al creer que la Torá está simplemente dándonos una descripción del evento en el cual Yaakov quedó solo después de cruzar a su familia y a sus pertenencias al otro lado del río Yabok. Poco después que Yaakov quedó solo, lo atacó un ser con el que entabló un combate espiritual después del cual Yaakov recibió el nombre de “Israel”, un nombre que indica mayor grandeza espiritual que el de “Yaakov”.3 Yaakov recibió el nombre de “Israel” gracias a que logró un nivel espiritual comparable al de Dios: lebadó. ¿Qué significa ser lebadó? ¿Qué implica ser yajid?
Varios de los grandes momentos de la historia judía acontecieron a solas: Moshé estuvo a solas cuarenta días recibiendo la Torá de Dios, sin nadie que lo acompañase (ni siquiera Aarón); la Akedá involucró sólo a Abraham e Itzjak, quedándose su otro acompañante en las faldas del Monte Moriá. El camino espiritual es, frecuentemente, un camino solitario. De hecho, el Alter de Kelm (Rav Simja Zissel Broide, uno de los mayores exponentes del musar), señala que Abraham, Itzjak, Yaakov, Moshé y David eligieron la actividad de ser pastores para poder estar a solas en el desempeño de su ocupación, sin mayor contacto que el del Creador, que se manifiesta en la naturaleza (además que desarrollaban responsabilidad por las ovejas que tenían a su cargo).
Solamente en la soledad es posible estar en contacto con uno mismo con la honestidad suficiente para realizar una introspección adecuada; sólo en la soledad es posible desarrollar la sensibilidad suficiente para conectarse con Dios y con uno mismo; sólo en la soledad es posible tener la calma de espíritu suficiente para permitirse a uno mismo sentir una experiencia espiritual significativa. Aunque es innegable que también en la comunión con otras personas es posible tener experiencias espirituales, aún así se requiere de la soledad para digerirlas. Uno puede comer en compañía de otras personas, pero la digestión es independiente.
El ser humano es un ser social, y como tal, está expuesto a la influencia del entorno en el que vive. Lamentablemente, esta influencia no es siempre del todo positiva. En ocasiones, esa influencia previene el crecimiento personal y uno debe estar preparado a sus posible daños. Por ejemplo, a partir del momento que una persona desea crecer en alguna área de su vida, es casi inevitable que despierte resistencia de las personas que lo rodean. Si alguien desea ser más apegado a las leyes de la cashrut, muy posiblemente recibirá críticas de familiares y/o amistades. Si empieza a cuidar Shabat, habrá amistades que poco a poco se diluirán por el simple hecho que ya no podrá salir con ellos los viernes en la noche. Es normal que suceda y uno deberá enfrentar estos retos de la manera más consciente, responsable y armónica posible.
La soledad posee otra ventaja, más acorde a nuestro tema: permite a la persona verse a sí misma tal como es, minimizando la percepción de sí misma producto de las percepciones ajenas. Es casi inevitable que una persona incorpore dentro de sí la percepción de lo que la sociedad espera de ella: vestimos lo que la sociedad nos indica, escuchamos la música que está de moda, albergamos los valores que la sociedad posee. En ese sentido, nosotros dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en lo que la sociedad espera de nosotros. Los costos son altos, pues rara vez logramos cumplir las expectativas sociales: ¿cuántos de nosotros podemos tener el físico que la sociedad ve como ideal? ¿Cuántos de nosotros podemos poseer los recursos de aquellos a quienes la sociedad admira?
Yaakov era una persona que estaba en el nivel espiritual de lebadó. No que necesariamente era una persona solitaria, sino que su definición no dependía de la definición de los demás, y además, no se dejaba influenciar por su entorno: pese a que vivió al lado de su suegro Labán, quien era un individuo increíblemente malvado, Yaakov siguió siendo fiel a sus principios morales.4
Abraham también fue una persona yajid, ‘único’, capaz de colocarse en el otro lado del mundo si así lo consideraba necesario para llevar a cabo su misión en la vida.
La enseñanza para nuestra vida es clara: para poder llevar una vida de espiritualidad que muchas veces implica nadar contra la corriente social, es necesario incorporar dentro de nosotros mismos las virtudes que caracterizaron a nuestros patriarcas: ser yajid y lebadó, dos virtudes que afirman nuestra independencia moral frente a las exigencias sociales que nos alejan de nosotros mismos y de lo que Dios espera de nosotros.
La mayor parte de este artículo está basado en un ensayo de Rav Yerujam Levovitz, en Daat Torá, página 205.
1 Bereshit Rabá 77:1.
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