domingo, 21 de julio de 2013

La Primavera Árabe, marchita sin florecer

Cualquier cosa menos sonrisas en las fuerzas policiales en El Cairo Hace dos años y meses, en enero de 2011, la juventud egipcia de El Cairo, tratando de emular lo ocurrido un par de meses antes en Túnez salía a la calle con una idea fija, derrocar a un dictador que los había tenido oprimidos por casi treinta años. El poder absolutista de Mubarak, había creado su propia vacuna, Durante mucho tiempo la gente joven de Egipto tuvo bastante buenas posibilidades de estudiar a nivel universitario y se fue generando una clase de intelectuales que de brillantes alumnos, se convertían, con el solo hecho de terminar sus estudios, en desocupados. Se dieron condiciones para el estudio. Se olvidó, craso error, que cuando los alumnos se convierten en egresados, deben encontrar oportunidades laborales en un mercado creciente y moderno. Eso no se dió. En Egipto no se generó industrias, centros tecnológicos ni ningún elemento que permita absorber los millones de personas que capacitaban sus universidades. La juventud se vió frustrada, defraudada y finalmente malograda. En Egipto no existía la democracia. Las elecciones eran una parodia y servían solamente para las estadísticas. Un partido único y, Mubarak era reelecto con el 95 % de los votos. Por otro lado, el gobierno era corrupto, sobornable y totalmente inmoral, pero era respetado por el mundo occidental porque mantenía bajo control a las fuerzas musulmanas más extremas. Millones de turistas arribaban al bello país de las Pirámides y el Nilo, con una frondosa historia y, todos eran felices. O eso aparentaban. Los europeos, americanos, y últimamente también desde lejano oriente, llegaban viajeros y se tomaban hermosas fotografías arriba o al lado del camello de turno, con la Esfinge como fondo, y luego de dejar una respetable cantidad de dinero, volvían a sus lugares de origen a mostrar sus aventuras. Dólares fáciles, que gran parte iban a engrosar las cuentas particulares de los gobernantes de turno. Cansados y hartos de tanta injusticia, salieron a la calle y en menos de tres semanas terminaron con el régimen de Mubarak ayudados por el ejército que acompañó al movimiento. Se decidió, urgidos por las potencias extranjeras, que rápidamente se llamara a elecciones y se eligieran autoridades en forma democrática. Los países con gran tradición democrática, suponen que la misma se puede implantar de buenas a primeras en un pueblo que nunca la ha gozado. No comprenden que todo eso requiere un proceso. Una elaboración que lleva tiempo y educación. El único grupo organizado que existía en Egipto eran los Hermanos Musulmanes. La agrupación en donde se encontraban los islamistas más extremos y que desde principios del siglo pasado habían ayudado en forma económica y financiera, a las clases más pobres de la población. Eran la imagen que había permitido Mubarak que quedara durante su gobierno. Este no los eliminaba del todo pues le servían como ejemplo para mostrar a los países capitalistas que iba a suceder si él caía. Decía permanentemente; ellos o yo. Y así quedaba, como el menos mal de todos los males. Cuando se llama a elecciones, los Hermanos deciden no presentar candidatos a las mismas. Entienden que pueden luchar mejor desde la oposición. Los líderes de primera y segunda fila se abstienen y ahí surge la figura de Mohamed Morsi, un obscuro político del tercer escalón dentro de los puestos en los Hermanos. Ya en un principio se habla de su mediocridad y su poco carisma político. Ya en el gobierno, se movió con la misma elegancia que un elefante en un bazar. Destruyó todo a su paso, y su único objetivo fue colocar a gente de su partido en puestos claves. Intentó ir islamizando a todo el aparato administrativo, pero no tuvo la capacidad, audacia y eficiencia de Erdogan en Turquía. Su único objetivo fue acumular más poder y no aportó ninguna solución a las demandas de las personas que promovieron la revolución. Se disolvió el parlamento y decidió gobernar por decretos, pero la paciencia en este caso tuvo patas cortas y al poco de cumplir un año de obtener el mandato, las protestas fueron ganando en intensidad y los re revolucionarios golpearon las puertas de los cuarteles para pedir soluciones. Si hacemos una retrospectiva a lo que fueron los resultados de las elecciones del 2012 podemos observar que Mursi ganó en segunda vuelta con el 51.7 % de los votos válidos. Su contrincante fue Ahmed Shafik con el 48.3 % de los sufragios. El gran problema es que el porcentaje de personas que emitió su voto ha sido sólo poco más del 50 % de la población habilitada. Eso indica que se ganó con muy poco más de un cuarto del apoyo de la población total. Como Egipto es un país muy poblado los votos que consiguió Mursi han sido 13.230.000, que realmente son muchos. Trece millones de habitantes que hace un año votaron por un candidato, no van a quedarse callados si éste es depuesto de esta forma. Por tal motivo han comenzado reuniones y manifestaciones en su apoyo, Por suerte hasta la fecha las concentraciones se llevan a cabo en lugares distintos. Los que apoyan a Mursi en la plaza Naser y los detractores de este, en la plaza Tahrir. No queremos, ni siquiera imaginar que ocurriría si el clima se va caldeando y los multitudinarios grupos se enfrentan directamente. Por el momento las fuerzas de seguridad, ejército y policía tienen controlada la situación, pero no sabemos que puede ocurrir en el futuro. Así y todo en las represiones de fin de semana han fallecido 36 personas y los heridos han sumado mas de 1.000. También decenas de muertes se han producido entre los partidarios de Mursi durante el domingo y lunes al reprimir sus demandas las fuerzas del Ejército. El final de la novela aún es incierto. Lo que nadie duda, es que tendrá muchos capítulos y la definición es dudosa y hasta eventual. Un cuento de suspenso, con intrigas, muertes, traiciones. Un verdadero best seller. Dudamos que sea una película al estilo Siria. El Ejército es muy poderoso en Egipto, también lo era en Siria, pero los partidarios de Mursi no se están armados ni preparados para una guerra a largo plazo como los opositores a Bashar Al-Assad, salvo que reciban ayuda de Rusia. Mientras tanto, los países occidentales, que parecerían que ignoran la filosofía árabe, claman por que el ejército convoque urgentemente a libres elecciones para poder volver a la "democracia". Ese sería un gran error. Como ya hemos dicho, el proceso democrático lleva su tiempo. Se deberá lograr un consenso para formar un gobierno de tecnócratas que estudien los problemas y necesidades del estado. Establezcan un plan a cumplir. Se instrumente una constitución laica y luego organizar los partidos políticos. Si todos esos pasos son obviados es altamente probable que las fuerzas fundamentalistas vuelva a hacerse con el poder y todo estaría como comenzó. Paciencia, moderación y tranquilidad interna. Egipto necesita esa tranquilidad para que vuelva el turismo y puedan entrar divisas, crear empresas, encontrar fuentes de trabajo y oportunidades aceptables para sus jóvenes profesionales. Tal vez un periodo de transición de un par de años sería lo aconsejable. Caso contrario, el riesgo de que la novela se vuelva a repetir es muy alto. Tratar de no volver a empezar en forma reiterada. Cont. Víctor Vaisman – 8/7/2013