viernes, 1 de noviembre de 2013
Amos Oz: Premio Franz Kafka 2013
“Franz Kafka tiene un cuento titulado “Los árboles”. Se dice en él que somos parecidos a los árboles bajo la nieve. Estos se ven agitados, como si carecieran de raíces”. Eso”, escribe Kafka,” es solo una fantasía, dado que todos saben que los árboles tienen raíces y están bien plantados sobre la tierra. Y escribe Kafka, que también eso es una fantasía.
Hace 60 años, en una agitada noche en el Kibutz Hulda, un joven de 15 años leyó esa obra de Kafka y la modificó: los árboles, las colinas, el clamor de los chacales en la agitada noche, nada de eso era, otra vez, sencillo. Existe una realidad y una realidad interna y más. Las evidencias pueden llegar a ser el más terrible enemigo de la verdad.
Ese cuento corto, “Los árboles”, no solo fue mi primer encuentro con Kafka –la su lectura y otras obras, fueron para mí una vivencia fundacional. Más aún, Kafka logra revelar pesadillas en la lengua más burocrática. Sus demonios visten trajes de ingenuidad. Su infierno se ve como una simple y miserable oficina.
Leí una vez que, casi al final de sus días, cuando ya estaba de gravedad enfermo, Kafka se divertía con la idea de seguir los pasos de algunos de los judíos de su clase de Praga y emigrar a la Tierra de Israel. Vi, incluso, un cuaderno de ejercitación del hebreo de Kafka, por intermedio del cual intentaba aprender un poco. Tuve, incluso, la fantasía que Kafka vivía en un kibutz de habla germana en Israel y trabajaba como contador del kibutz mientras, en su tiempo libre, escribía en una barraca, al costado del kibutz que la comunidad le destinara para que le sirviera de espacio de trabajo. Extrañaba Europa, tal como sus compañeros de clase y muchos otros que abandonaron ese continente y llegaron a Israel antes de Hitler. Esa gente, y entre ellos mis padres y abuelos, que abandonaron Europa del este, o más precisamente, fueron pisoteados por la violencia de Europa en los años 30. Ellos amaban Europa pero Europa nunca les devolvió el amor. Ahora, todos son europeos y los que no lo son, hacen cola para ser europeos. Pero, hace 80 o 90 años, los únicos europeos en Europa, como mis padres, eran el pueblo judío. Todos los demás, eran patriotas búlgaros, patriotas irlandeses, patriotas noruegos…Los judíos eran europeos comprometidos. Hablaban varios idiomas. Amaban las diferentes historias y las tradiciones literarias como coleccionar arte y, por sobre todo, amaban la música. Y amaban los paisajes, las extensiones de praderas y bosques, los ríos y los árboles en la nieve. Amaban las callejuelas angostas en las ciudades antiguas. Amaban las universidades y los cafés. Europa nunca les devolvió tanto amor.
Debido a que fueron europeos comprometidos, se les adjudicó el mote de “cosmopolitas”, “parásitos”, “Intelectuales sin raíces”. Cuando el antisemitismo en Polonia se volvió violento, en los años 30, mis padres y abuelos decidieron, con pesar, abandonar Europa y emigrar a Jerusalem. Eligieron Jerusalem no porque querían desarraigar a los árabes, sino debido a que no tenían a donde ir. En los años ´30, todos los países del mundo, cerraron sus puertas para los judíos.
Canadá dijo: “Uno es demasiado”.
Suiza dijo: “Ninguno, también es demasiado”.
Las consignas en las calles de Europa clamaban: “Judíos a Palestina” (60 años después, las mismas paredes de Europa transmiten grafiitis con el mensaje opuesto: Judíos fuera de Palestina”).
Entonces mi familia se estableció en Jerusalem en 1934 y así pudo salvarse del genocidio perpetrado por los nazis. Pero siempre extrañaron Europa. Se enojaban con Europa y, al mismo tiempo, sentían nostalgia. Los sentimientos que tenían hacia Europa pueden describirse como “amor decepcionado”, “amor no correspondido”.
Cuando era un niño pequeño, mis padres acostumbraban a decirme: “Algún día, quizás no en nuestro tiempo, pero quizás durante tu vida, nuestra Jerusalem crezca y se desarrolle y sea una ciudad de verdad”. No sabía de qué hablaban. En mi calidad de niño pequeño, Jerusalem era a mis ojos, la única ciudad en el mundo. Pero hoy lo sé. Cuando mis padres hablaban de Jerusalem, que se convertiría en una ciudad verdadera, se referían a una ciudad con un río en el centro y con puentes cruzando el río, rodeada de frondosos árboles. En síntesis: una ciudad europea.
Damas y Caballeros,
Soy hijo de refugiados judíos que fueron expulsados, con violencia y para su suerte, de Europa. Si no hubieran sido expulsados de Europa en los años 30, hubieran sido asesinados en Europa de los años 40.
Aún mantengo la ambivalencia de mis padres hacia Europa. Nostalgia y enojo. Magia y frustración. En todas mis obras literarias, es posible encontrar a esos europeos que intentan, con desesperación, crear una burbuja europea disminuida, que incluya las páginas de los libros y los salones de conciertos; en medio del calor y el polvo del desierto de Jerusalem o el kibutz. Reparadores del mundo, incapaces de atar los cordones de sus propios zapatos; idealistas que discuten unos contra otros por siempre; refugiados y sobrevivientes que se esfuerzan por construir, para sí mismos, una patria contra todas las posibilidades.
Damas y Caballeros;
Israel es un campo de refugiados. Palestina es un campo de refugiados. El conflicto israelí-palestino, es un choque trágico entre justos y justos, entre dos ex víctimas de Europa.
Los árabes son víctimas del imperialismo europeo, del colonialismo, la represión y la humillación.
Los judíos, son víctimas de la persecución europea, la discriminación, los pogromos y, en última instancia, del genocidio masivo, en una dimensión sin precedentes.
Es una tragedia, que dos ex víctimas de Europa no vean, una en la otra, más que una imagen de la opresión de su pasado.
Los judíos no tienen hacia dónde ir y los árabes- palestinos no tienen hacia dónde ir. No pueden unirse y convertirse juntos en una gran y afortunada familia, debido a que no son una misma entidad; no son afortunados y no son familiares sino, solo, dos familias en desgracia.
Creo, con profunda convicción, en el acuerdo histórico entre Israel y Palestina; la solución de dos estados; no una luna de miel conjunta sino un divorcio racional, Israel junto a Palestina, siendo Jerusalem Occidental, la capital de Israel y Jerusalem Oriental, la capital de Palestina al igual que el divorcio entre checos y eslovacos.
Damas y Caballeros;
Muchos de mis libros y cuentos ocurren en Israel, pero tratan de grandes y simples cosas: el amor, la pérdida, la soledad, la melancolía, la muerte, deseos y desgracias.
Soy un escéptico testigo de mi época, un irónico observador, lleno de misericordia ante la comedia humana.
Mi agradecimiento y humildad, por la decisión del Jurado del Premio Kafka a otorgar este maravilloso galardón a mi obra.
Muchas gracias.
Muchas gracias a todos y “Paz” de todo corazón.
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Amos Oz, fue el ganador del Premio Franz Kafka 2013. Se otorga en Praga, cada año, al escritor cuya obra se caracteriza por un estilo humanista y su aporte a la tolerancia.
Amos Oz fue elegido entre 13 candidatos.
En la ceremonia, le fue entregada una estatuilla de bronce y un premio económico, de manos del alcalde de la ciudad.
El Premio Franz Kafka, es otorgado desde el año 2001. Entre quienes lo recibieron: John Banville, Phillip Roth y Haruki Murakami.
CIDIPAL
Fuente: ynet