viernes, 22 de noviembre de 2013

Ten cuidado con tus buenas intenciones

Vaieshev(Génesis 37-40) Ten cuidado con tus buenas intenciones “Y Rubén regresó al pozo y he aquí que Yosef no estaba en el pozo; y Rubén rasgó sus ropas” (Bereshit 37:29). Sobre este versículo, explica el Midrash:1 “¿De dónde regresó Rubén? De estar ocupado con ropas de duelo y de ayunar por haber movido la cama de su padre. El Santo, bendito sea, le dijo: ‘Nunca antes alguien había pecado y hecho teshuvá y tú fuiste el primero en hacer teshuvá; por tu vida, que el hijo de tu hijo abrirá con teshuvá’. ¿Y quién es? Hoshea, quien dijo: ‘Regresa (shuva) Israel hasta Hashem, tu Dios, pues tropezaste con tu pecado’ (Hoshea 14:2)”. Recordemos un poco la historia: Yaakov tenía dos esposas (Rajel y Lea) y dos concubinas (Zilpá y Bilhá, quienes eran las sirvientas de Lea y Rajel respectivamente). Rajel fue la esposa a quién Yaakov amó más, pero fue con Lea que Yaakov tuvo la mayoría de sus hijos, incluyendo a Rubén. Ya que Rajel fue la esposa a quien Yaakov más amaba, su cama siempre estaba dentro de la tienda de Rajel. Después de que Rajel falleció, Yaakov llevó su cama a la tienda de Bilhá, quien era la sierva de Rajel. Cuando Rubén se enteró de esto, sacó la cama de Yaakov de la tienda de Bilhá y la trasladó a la tienda de su madre Lea, diciendo: “Si la hermana de mi madre (Rajel) fue una rival para mi madre (Lea), ¿su sierva lo será también?”2. Rubén sacó la cama de Yaakov de la tienda de Bilhá y la llevó dentro de la tienda de su madre Lea, defendiendo así el honor de su madre. Indudablemente tuvo buenas intenciones, pero no debió haberse inmiscuido en la decisión que su padre Yaakov había tomado. Poco después, Rubén se da cuenta de su error y hace teshuvá por la falta de respeto a su padre. Sobre este arrepentimiento, el Midrash cita las palabras que Dios le dijo: “Nunca antes alguien había hecho teshuvá y tú fuiste el primero en hacer teshuvá”. La frase es muy extraña: ¿en verdad Rubén fue el primero en hacer teshuvá? ¿Acaso Adam no hizo teshuvá después de haber comido del fruto del árbol del bien y del mal? ¿Acaso Caín no se arrepintió de haber matado a Abel? El Midrash señala explícitamente que sí hicieron teshuvá.3 Siendo así, ¿qué tuvo de especial la teshuvá de Rubén que Dios dijo sobre ella que “nadie había hecho teshuvá antes que él”? La diferencia4, según Rav Yaakov Neiman en Darkei Musar, es la siguiente: Adam y Caín pecaron, pero sabían que estaban pecando. Adam recordaba que Dios le había ordenado no comer de ese fruto, pero aún así decidió hacerlo. Caín sabía que el asesinato estaba prohibido, pero no pudo contenerse. Cuando una persona sabe que pecó, es relativamente sencillo arrepentirse de su acto. Sin embargo, cuando una persona actúa creyendo que está haciendo lo correcto, es bastante más difícil arrepentirse. Puede ser inclusive que reciba consecuencias negativas por su conducta, pero si cree que hizo lo correcto, no cuestionará siquiera su acto. Rubén creyó que estaba actuando adecuadamente para defender el honor de su madre, por lo que le era más difícil aceptar que su acto fue erróneo. La diferencia de la teshuvá de Rubén fue que él fue el primero en hacer teshuvá de un acto creyendo que estaba actuando correctamente. Al darse cuenta que efectivamente hizo algo indebido, hizo teshuvá de ello y por eso este arrepentimiento es distinto y de mayor valor. Sobre esto dice el profeta Hoshea: “Regresa Israel, pues tropezaste en tu pecado”: una persona se tropieza porque no vio el tropiezo; si sabe que el tropiezo está allí y puede evitar su caída, pero no lo hace, no está tropezando, se está cayendo o tirando al piso. Cuando la persona cree que cierto acto es una mitzvá, pero en verdad no lo es, se está tropezando, porque no vio el aspecto erróneo de su conducta. Mientras mejores sean las intenciones de alguien al hacer un acto, más difícil le será cuestionarlo si es erróneo o adecuado. Mientras menos cuestione ese acto, es más probable que sea erróneo e inclusive que se dé cuenta que se equivocó, más difícil le será arrepentirse de él. En este sentido, la dificultad principal no es arrepentirse de un acto a sabiendas que es erróneo. Lo difícil es tener la humildad de cuestionarse si eso que uno creyó que era correcto en verdad lo fue.