viernes, 5 de diciembre de 2014

¡Qué mal huele! 
Nuevamente el poder deportivo ha caído de rodillas, subyugado por el resplandor del petrodólar 
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Abducidos por las locuras que llegan de las fiscalías y por el dedo acusador de una presidencia incapaz de gestionar con política lo que es político, ha hecho poco ruido el otro escándalo de estos días. Me refiero a la nominación de Qatar como sede del Mundial de atletismo 2019, ganando (comprando) el pulso a Barcelona y a la ciudad norteamericana de Eugene, ambas mucho más idóneas. 

Nuevamente, pues, la lógica deportiva, las condiciones, la decencia, la igualdad de la mujer, los derechos laborales e, incluso, el pudor del mundo del deporte para con su propia imagen han caído de rodillas, subyugados por el resplandor de los petrodólares. No era el lugar adecuado, no tiene la tradición deportiva, estaba en peor situación que las otras competidoras, es una dictadura, está bajo sospecha de financiar el yihadismo, protege a terroristas internacionales y, encima, hace un calor de mil demonios, pero nada importa porque compra voluntades. Y ya no se trata de la sospecha oscura del dinero bajo mano que alienta las miradas de este tipo de negocios con este tipo de negociados, sino del dinero ante los focos, esos 37 millones de dólares extra fuera de tiempo, felizmente entregados a la IAAF, y que huelen a ilegal. Pasó con el Mundial de fútbol, cuyo escándalo aún resuena, y antes había pasado con el Barça, y ahora vuelve a repetirse la miseria con el atletismo. Es decir, aunque la lista de motivos contrarios a la concesión es tan larga como alargada la miseria de una teocracia, el único motivo del sí, el dinero, lo compra todo. 

Lo peor es que no se pide nada a cambio, de manera que el mensaje enviado a Qatar es muy claro: puede hacer lo que le dé la gana con las mujeres, los trabajadores extranjeros, los yihadistas, puede usar la carta de derechos humanos como papel de váter, porque su dinero lo blanqueará todo. Hoy mismo podemos leer en la prensa que la atleta Cristina González, récord español de casi todas las categorías ultra de atletismo, deberá correr con ropa de hombre porque las mujeres tienen prohibido correr con el top clásico del atletismo. Serán 100 duros kilómetros durante ocho horas, y ello con las temperaturas de Doha. No se conoce, hasta el momento, ninguna queja de la Federación. Y suma y sigue, en un sigue que es una cadena de vergüenzas. ¿Tan podrido está el mundo del deporte? ¿A tal nivel de bajeza, genuflexión y adoración al dinero, sea cual sea su procedencia, ha caído? Y, sobre todo, ¿dónde están esos famosos valores de esfuerzo, competitividad, complicidad, empatía y el resto de maravillas que teóricamente promueve? Porque si bien es cierto que la práctica del deporte es una bondad para el cuerpo y una cura para el alma, también lo es que el rastrerismo monetario de sus capitostes balancea hacia el infierno. Lo dijo Voltaire hace mucho: "Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciéndolo todo por dinero".

Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona. 
24/11/2014 

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