martes, 24 de noviembre de 2015

En el cerebro de la bestia

Escrito por Dr. Guido Maisuls en 24 Noviembre 2015. Publicado en Mundo
pilarPilar Rahola
La Vanguardia
Cuando empezó este nuevo yihadismo, es decir, los atentados individuales o de grupos pequeños, aparentemente desconectados de organizaciones, se habló del concepto de lobo solitario. Se aplicó al atentado en el maratón de Boston, de los chechenos Tsarnáyev. También al apuñalamiento de un policía en Londres, y así al resto de los actos yihadistas que se iban cometiendo. El atentado de Charlie Hebdo cambió el concepto, porque se trataba de una acción terrorista coordinada y planificada, y con los atentados de París ya nadie habla de lobos solitarios. Y ello es certero, porque ni un solo acto terrorista de esta ideología totalitaria está desconectado, incluso cuando nace en la oscuridad de una voluntad solitaria.
Esta es una cuestión fundamental: los ideólogos. Y lo primero es tratar a la bestia como merece: conociendo su inteligencia. Aunque parezca imposible, el mal puede ser brillante a la hora de planificar sus estrategias. El error más grave que podríamos cometer es considerar que son simples locos, que su fanatismo es irracional –lo es, pero con base conceptual– y que sus profetas son unos iluminados sin cultura ni neuronas. En absoluto. Si algo está bien elaborado desde los tiempos de Al Wahab (fundador del wahabismo, base del salafismo actual y suegro de un Saud), en el siglo XVIII, y ha continuado con los “pensadores” posteriores, hasta aterrizar en Mustafá Setmarian, el gran ideólogo de los yihadistas actuales, es que son cultos, conocen a la perfección las debilidades de las sociedades libres y su cuerpo argumental es complejo, está bien construido y se sustenta en una amalgama notable de ideas y conceptos. Sin duda, leer a estos teóricos del mal hace vomitar a cualquier amante de la libertad y de la vida, pero no caigamos en la idea de que son estúpidos. El islamofascismo es complejo, se ha construido con un gran edificio de conceptos político-épico-religiosos, y es capaz de crear una idea de sociedad tan perfectamente trabada como monstruosa. A partir de esa teórica, el yihadista puede actuar en solitario, pero su cerebro está conectado con la red letal de ideas que lo han atrapado y destruido.
Fijémonos en los objetivos del atentado de París: un campo de fútbol, la terraza de un restaurante, un concierto... Es decir: viernes por la noche, padres con niños, parejas que salían a cenar, jóvenes y música..., el ocio. Y atacando el ocio se ataca la libertad, que es el corazón de la civilización moderna. Por supuesto, por el camino atacan a los judíos, que siempre son el target del islamofascismo –de ahí que dos de los objetivos fueran propiedad de familias judías–, pero el objetivo fundamental es destruir la democracia. Entendamos, pues, que estamos enfrentados a una ideología que es mortífera, pero no es ni simple ni estúpida. De momento, ellos nos conocen mejor a nosotros de lo que nosotros los conocemos a ellos.

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