Esta semana se conmemoró en Israel –de acuerdo con el calendario judío– el día oficial de recuerdo de Yitzhak Rabin, al cumplirse 20 años de su asesinato a manos de uno de sus propios compatriotas, el extremista Yigal Amir, que lo mató a fin de detener el proceso de paz con los palestinos, que el entonces primer ministro encabezaba junto con el líder palestino Yasser Arafat.
Eso los hizo acreedores al Nobel de Paz en 1994 y es quizás una de las imágenes más emblemáticas cuando se habla de gestos de paz entre enemigos jurados.
De cara a la fecha, Dalia Rabin, su hija, compartió con EL TIEMPO no solo sus sentimientos, sino también su análisis de la coyuntura actual.
Dalia Rabin habla en Jerusalén, durante la ceremonia por los 20 años del asesinato. Foto: AFP
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Dalia, quien ya fue diputada con múltiples responsabilidades y en el 2001 fue nombrada como la primera mujer viceministra de Defensa en la historia de Israel, no habla solo como su hija, sino también con la responsabilidad educativa que supone encabezar desde el 2005 el Centro Rabin.
Precisamente por el cargo que ocupa, prefiere no responder a preguntas que considera muy políticas. Hoy, al frente de esa institución, pretende transmitir un mensaje educativo y cívico a toda la sociedad israelí, más allá de diferentes posturas ideológicas.
Estas fueron sus respuestas:
Israel conmemoró el vigésimo aniversario del asesinato, que oficialmente se señala de acuerdo con la fecha hebrea, y se acerca también el 4 de noviembre, la fecha gregoriana en la que fue el magnicidio. ¿Cómo separa usted el día recordatorio personal de su padre del duelo oficial nacional por la muerte de Rabin, el primer ministro, el ministro de Defensa.
Para mí Yitzhak Rabin es, ante todo, mi padre. Un padre que me crió, me educó, me apoyó y me acompañó en todas las estaciones de mi vida. Mi hija Noa lo expresó muy bien en su funeral: “Todos hablan de la pérdida del líder, de la figura admirada, del modelo. Nosotros perdimos a nuestro padre, a nuestro abuelo”. El dolor y la carencia que su muerte dejó en todos nosotros, su ausencia, me acompañan todos los días. Están conmigo en cada decisión que tomo. No necesito un día recordatorio oficial ni acto ninguno para sentir cuánta falta me hace mi padre.
¿Qué cree usted que hizo el asesinato de su padre a la sociedad israelí?
Creo que un ejemplo excelente de ello es el acto central que se lleva a cabo este año bajo la conducción de la coalición de movimientos juveniles y el Centro Rabin. Este año, a diferencia de lo que se hizo en años anteriores, participan en el acto movimientos juveniles de todos los sectores de la población. Esto incluye a religiosos y a árabes. Quiero creer que lo que hizo ese acto abominable, el asesinato, fue permitirnos despertar y comprender que se debe condenar el asesinato y la violencia, independientemente de las discrepancias y las distintas ideas que haya.
¿Cree que se puede decir que el camino de Rabin, en lo que se refiere a la lucha por la paz, se fue junto con él?
Para mi profundo pesar no veo hoy la continuación del proceso que comenzó mi padre. En los últimos años siento que no hay un liderazgo valiente que nos guíe hacia el fin de este continuo conflicto.
¿Su padre compartió con usted sus dudas acerca del reconocimiento de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) y del encuentro mismo con su líder, Yasser Arafat? Lo pregunto porque está claro que, por un lado, él entendía que no hay alternativa, que la paz se hace con los enemigos, pero creo no equivocarme si digo que tenía una especial repulsión respecto a Arafat, al que veía como terrorista.
Fotografía de septiembre de 1993, en la que se ve a Rabin estrechar la mano de Yasser Arafat (der.), en presencia de Bill Clinton. Foto: AFP
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Mi padre no ocultó sus sentimientos, sus sensaciones y su profunda incomodidad de cara al encuentro con Arafat. Durante largos años fue su enemigo y he aquí que iban a estrecharse las manos sonrientes frente a las cámaras. Mi padre comprendía con total claridad la dimensión de la responsabilidad que suponía estar al frente de Israel y desempeñar el cargo que tenía, considerando que su deber era garantizar para las generaciones venideras una vida en calma y seguridad, sacrificando, inclusive, su vida por ello. Así que se mordió los labios y le dio la mano al archiasesino Yasser Arafat. La paz no se hace con los amigos.
No le preguntaré qué diría su padre si viera lo que está pasando hoy, ya que ese siempre es un enfoque problemático. Pero creo que sí puedo preguntarle si es especialmente difícil llegar al vigésimo aniversario del asesinato en medio de una situación como la actual.
La pesada sensación que me acompaña es la de oportunidad perdida. No tengo dudas de que si mi padre estuviera vivo y encabezando actualmente el gobierno, en unos años las cosas se verían diferente.
Rabin entendió ya en aquel entonces que solamente hay una solución que puede hacer posible el fin del sangriento y continuo conflicto.
Rabin entendió ya en aquel entonces que solamente hay una solución que puede hacer posible el fin del sangriento y continuo conflicto.
Usted encabeza desde hace años el Centro Rabin, cuyo gran desafío es no solo perpetuar su memoria sino también –y quizás ante todo– educar en democracia y tolerancia. ¿Qué se puede aprender sobre la sociedad israelí a través de las actividades que se realizan allí?
Recibimos en el centro a jóvenes maravillosos, una juventud maravillosa, curiosa y comprometida. Pero también oímos, demasiado a menudo, a alumnos y jóvenes en el servicio militar, que justifican el asesinato o creen auténticamente, con su corazón, en algunas de las teorías de la conspiración. Creo que justamente el encuentro con quien está cargado de odio, o sufre de ignorancia, nos impone un mayor desafío y nos deja en claro cuán importante es el trabajo educativo que hemos colocado sobre nuestros hombros.
Cuando se recuerda todo lo que precedió a aquella terrible noche en la plaza que hoy lleva su nombre, el punto central suele ser el tema de la paz, dado que era en torno a eso que giraba la polémica principal. Pero ¿no sería justo recordar a su padre y su aporte a Israel solamente en ese aspecto ¿verdad?
Así es. A mi criterio, la parte central de su legado es el cambio en el orden de prioridades nacionales, la colocación de la educación en el primer lugar del orden del día del Estado de Israel, junto a la salud y el bienestar social.
En su segundo gobierno fueron duplicados y triplicados los presupuestos en dichos rubros, de una forma sin precedentes. De la gigantesca dedicación hecha en aquel entonces en infraestructuras nacionales disfrutamos hasta hoy.
En su segundo gobierno fueron duplicados y triplicados los presupuestos en dichos rubros, de una forma sin precedentes. De la gigantesca dedicación hecha en aquel entonces en infraestructuras nacionales disfrutamos hasta hoy.
Aun así, debo decir que esa gran revolución iba de la mano del proceso de paz. Creo que el haber comprendido que las cosas van interconectadas, es parte clave de su legado.
JANA BERIS
Corresponsal de EL TIEMPO
Corresponsal de EL TIEMPO
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