Los hijos de Vito Corleone personifican las tres escuelas de pensamiento estratégico en Washington
Xavier Batalla | 15/05/2010
Los artífices de las políticas exteriores y quienes las analizan continúan divididos sobre la diplomacia de Barack Obama. En su discurso inaugural, Obama dijo a los que "están en el lado equivocado de la historia" que Estados Unidos "tenderá su mano" si ellos "abren su puño". Pero año y medio después, la política exterior de Obama sigue provocando la polémica.
La propagación de la democracia ha sido, desde el demócrata Woodrow Wilson, un argumento americano para justificar la defensa de los intereses nacionales. Obama no hace ascos a la extensión de la democracia, pero ha tendido la mano al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, y, al mismo tiempo, trata de ganarse a las autocracias que, como Rusia y China, se resisten a imponer nuevas sanciones a Irán a propósito de su controvertido proyecto nuclear. Hace un año, Hillary Clinton, secretaria de Estado, resumió su idea de la política exterior estadounidense en "las tres D: defensa, diplomacia y desarrollo". Pero no citó la D de democracia. ¿Por qué? Obama escarmentó en la cabeza de Bush.
Henry Kissinger, realista impenitente, escribió en la década de 1990: "Los estadounidenses se han guiado en política exterior por el idealismo, como si el mundo tuviera que ser como ellos quisieran que fuera y no como realmente es" (Diplomacia, 1994). Bush, efectivamente, actuó como si el mundo tuviera que ser como él quería que fuera. ¿Y Obama? Stephen G. Rademaker, ex funcionario de la administración de Bush padre, ha manifestado ahora: "Para un presidente que procede del ala liberal del Partido Demócrata es sorprendente (...) Es casi como Kissinger".
¿Cómo se explica esta metamorfosis? El pasado abril, en Canadá, diversos colegas me dieron una pista. Hulsman, presidente de una consultora en materia de relaciones internacionales, y A. Wess Mitchell, director de investigación del Center for European Policy Analysis, han tenido la idea de inspirarse en El padrino (I), la obra maestra de Francis Ford Coppola, para explicar la política exterior de Estados Unidos. Y el resultado, The Godfather doctrine (Princeton University Press, 2009), es una divertida parábola. Los autores partieron de la base de que Don Vito Corleone, tan poderoso en Nueva York como Washington lo fue en la guerra fría, comenzó a tener problemas cuando el mundo dejó de ser el suyo. Y esos problemas, según los autores, son una metáfora de los desafíos geoestratégicos legados por Bush, quien recibió un mundo unipolar que dejó multipolar.
Cuando su mundo comenzó a cambiar, Don Vito fue atacado por unas fuerzas que no acertó a comprender. Eso mismo le sucedió a Estados Unidos el 11 de septiembre. Don Vito fue tiroteado después de que rechazara la oferta de Virgil Sollozo, el turco, para que se aliara con él en el negocio del narcotráfico.
¿Qué debían hacer los Corleone? Con el Don en estado grave, tres de sus hijos (Tom, Santino y Michael) dijeron tener la respuesta. Pero la cuestión era saber cuál era la acertada. Y lo interesante es que sus respuestas, según Hulsman y Mitchell, coinciden con las tres escuelas de pensamiento geoestratégico –liberal, neoconservador y realista– que se disputan el predominio en Estados Unidos. Tom, hijo adoptivo del Don, consigliere de la familia y diplomático, representa la escuela liberal que tradicionalmente ha guiado a los demócratas; Tom consideró que las familias (también los estados) deben renunciar a parte de su poder en beneficio de todos (los organismos internacionales) y que se puede negociar con alguien como Sollozo, que aquí hace las veces de Ahmadineyad. Santino, por el contrario, apostó por responder militar y unilateralmente al ataque que sufrió Don Vito. Es decir, Santino es el neoconservador que atacó Iraq.
¿Quién tenía razón? Ninguno, ya que los dos fueron incapaces de comprender que el poder estaba cambiando de manos –como ocurre ahora en la escena internacional– para pasar de los Corleone a los Tattaglia y Barzani, las potencias emergentes. Quien dio en el clavo, según los autores, fue Michael, el realista que aceptó un nuevo orden con los Tattaglia y Barzani, para lo que utilizó el poder blando (Tom) según las circunstancias, como Obama ha hecho esta semana con su llamada telefónica a Zapatero. En resumen, Michael entró en el negocio del narcotráfico y se repartió el pastel con las otras familias.
La parábola de Hulsman y Mitchell resulta redonda si se repara en la escena que desafía a Obama. Unos podrán criticarla por ser excesivamente acomodaticia, pero no faltan quienes creen haberle encontrado sus puntos débiles. "¿Por qué Michael Corleone, después de haber aceptado un nuevo orden, liquidó a sus enemigos?", preguntó uno de sus críticos. Los autores le contestaron: "La fuerza ha sido siempre, y siempre lo será, parte de la ecuación diplomática". Es decir, el mundo es como es.
Fuente: La Vanguardia-España
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