By HAROLD BLOOM
Published: April 29, 2010
Anthony Julius ha escrito un fuerte, sombrio libro sobre un tema espantoso: la larga miseria de odio a los judios en una sociedad supuestamente educada, humana y liberal. Mi primera reflexion personal es dar gracias que mi propio padre, quien emigro de Odessa, Rusia, a Londres, tuvo el sentido, despues de viajar alli, de continuar hacia New York.
COn un entrenamiento tanto literario como legal, Julius esta bien preparado para la inmensidad de su tarea. El es un contador de verdades, y lo suficientemente autentico para posicionarse contra el aparato literario y academico ingles, el que se opone esencialmente al derecho del Estado de Israel a existir, mientras se relaja en el engaño que su antisionismo no es antisemitismo. Interminables boicots a Israel son presionados por este aparato, y podrian aun haber producido un contraboicot de universidades britanicas por parte de muchos academicos americanos, judios o no. Sin embargo, bajo las leyes britanicas los boicots proyectados pueden ser ilegales. La feroz importancia del libro de Julius es provocada por este prevaleciente antisemitismo actual.
Un anterior trabajo de Julius, “T. S. Eliot: Anti-Semitismo y Forma Literaria,” me impresiono como el unico tratamiento justo y responsable del diplomatico odio de Eliot al pueblo judio. Admirando la poesia temprana de Eliot, Julius sutilmente demostro la evasion de Eliot de algunas formas de antisemitismo mientras se extendia sobre otras. Eliot no fue Ezra Pound o Wyndham Lewis, sino un gran poeta relajando un prejuicio que el mismo observo como un argumento cultural y religiouso.
“Juicios de la Diaspora” toma su titulo de su epigrafe final, la punzante observacion de Philip Roth en su aun subvaluada novela “Operacion Shylock”:
“En el mundo moderno, el judio ha sido puesto perpetuamente a juicio; aun hoy el judio esta en juicio, en la persona del israeli- y este moderno juicio al judio, este juicio que nunca termina, comienza con el juicio a Shylock."
Un destacable solicitante, Julius muestra este gran libro como una serie de juicios, no de los judios sino de lo ingles. Sus acusaciones tienden a ser justamente moderadas, debido a que solo tres o cuatro naciones europeas han sido mas honorables que Inglaterra hacia sus propios judios, al menos desde que la violencia estatal y popular contra ellos termino con el periodo medieval, cuando fue implacable de hecho. Luego de muchas masacres, la expulsion de 1290 efectivamente termino la presencia judia en Inglaterra hasta que fueron readmitidos bajo el gobierno de Oliver Cromwell.
El mejor capitulo en "Juicios de la Diaspora" se refiere a la procesion de antisemitismo en la literatura inglesa, con sus monumentos en "El cuento de la prioresa" de Chaucer, "El Mercader de Venecia" de Shakespeare y “Oliver Twist” de Dickens. Mi unica critica a Julius es que el de alguna forma rebaja la ferocidad final tanto de Shylock como de la invencion gratuita de Shakespeare de la aplicada conversion, la cual no era parte de la tradicion de saldar cuentas. Como un anticuado cascarrabias, yo estoy dolido cuando contemplo el daño real que Shakespeare ha hechos a los judios por unos cuatro siglos ya. Ninguna representacion de un judio en la literatura jamas superara a Shylock en poder, elocuencia negativa y persuasion. Una “perpleja infelicidad” es la sensible respuesta de Julius, pero yo lo presionaria a ir mas alla. Shakespeare, aun compitiendo con el fantasma de Christopher Marlowe, contrasta implicitamente a Shylock con Barabas, el judio de Malta en la tragica farsa de Marlowe. Yo disfruto de contar a mis estudiantes: contaminemos las dos obras con otra. Imaginen a Shylock declamando: “A veces voy por ahi y enveneno fuentes de agua” mientras Barabas entona: “Si nos pinchas, no sangramos?” Es el triunfo continuo de Shakespeare sobre Marlowe que tal intercambio no funcione. Shylock es mas oscuro y profundo por siempre.
Para Julius, “El Mercader de Venecia” es tanto una obra antisemita como una representacion de antisemitismo. Yo discuto lo ultimo: la humanizacion de Shylock solo incrementa su monstruosidad. Quien puede dudar que el hubiese masacrado a Antonio si el solo hubiese podido? Pero me gusta un fino resumen de Julius: “Shylock es un judio ingles- demoniaco, maligno pero finalmente conquistable."
Dickens creo el segundo judio mas memorable en su superior Fagin. No hay tercera figura para competir con Shylock y Fagin, ni siquiera Poldy Bloom de Joyce, cuya Judeidad es discutible de todas formas, maravilloso como el es.
Como estima uno el daño duradero hecho por los judios egregios de Shakespeare y Dickens? El mismo un usurero, Shakespeare debe haber sabido cuanto el habia invertido en Shylock. Es ese el motivo por el que el castiga al judio con tan innoble humillacion? El gusto de Dickens por su apocalipsis urbano quemo a traves de su propio sentido humano de justicia. Pero nada mitiga la destruccion de los retratos de Shylock y Fagin.
La grandeza de Shakespeare y de Dickens hace sus obras maestras antisemitas mas problematicas que la letania de menores pero frecuentemente estimables traductores: Thomas Nashe, Daniel Defoe, Rudyard Kipling, H. G. Wells, G. K. Chesterton, Hilaire Belloc, Wyndham Lewis, hasta el poeta contemporaneo Tom Paulin y el dramaturgo Caryl Churchill. Ezra Pound apenas puede ser acusado por el ingles, y T. S. Eliot, a pesar de su conversion en ciudadania y fe, continua siendo un fenomeno americano, un monumento a una enfermedad pasada, una enfermedad literaria ahora largamente desaparecida.
Yo estoy agradecido a Julius por su calmo equilibrio, y no le pido ser Philip Roth mas que el mismo. Hay una pasion inglesa por el grotesco, del cual Shylock y Fagin estan entre los triunfos. El antisemitismo literario americano esta ahora disperso de hecho. El nuevo antisemitismo ingles (y continental) es el odio a Israel, la cual entre todas las naciones es declarada como ilegitima. Los EEUU continuan casi libres de esta enfermedad, y cualquier escritor actual no seria tolerado por retratos como aquellos de Robert Cohn en "El sol tambien asciende" de Hemingway”, el Wolfsheim de Scott Fitzgerald en “El Gran Gatsby” o los muchos personajes masculinos que son villanos de Willa Cather. Esto es apenas para congratularse, sino para señalar que los EEUU, a pesar de intolerantes de izquierda a derecha, no alienta el antisemitismo gentil que es agitado en el mundo literario y academico ingles.
Temprano en este libro, Julius vincula antisemitismo con sadismo. El podria haber hecho aun mas con esto, ya que el sadomasoquismo es algo de vicio ingles, y es tanto una experiencia de escuela de la clase social alta. Y aun su capitulo sobre "La mentalidad del moderno antisemitismo ingles" relaciona sagazmente el acoso con el enigma de lo que parece ser un prejuicio incesante, que nunca desaparecera.
En su frecuente buena forma, Julius renueva por medio de una tonalidad mordaz, como cuando cataloga los tipos de antisemitas ingleses. El punto mas alto de su argumento llega donde su libro sera mas controvertido: su comprensivo relato del reciente antisemitismo ingles.
Protestar las politicas del gobierno israeli realmente puede ser visto como verdadero filo-semitismo, pero no permitir la existencia del estado judio es otro tema. De las casi 200 naciones estado reconocidas en el mundo hoy, algo como al menos la mitad son mas reprochables que incluso los peores aspectos de la politica de Israel hacia los palestinos. Una curiosa ceguera informa el corrimiento de normas del actual antisionismo ingles.
Yo admiro a Julius por el tono nivelado con el cual el discute esta mojigata inteligencia, que realmente no descansara hasta que Israel sea destruida.
Yo termino maravillandome en la extraordinaria fortaleza moral de Anthony Julius. El concluye observando: “El antisemitismo es una cloaca.” Como el ha mostrado, el "nuevo antisemitismo" gentil y auto-correcto de tantos contemporaneos academicos y literarios ingleses emana de es hedor inmemorial.
Los proximos libros de Harold Bloom son “La Anatomia de la Influencia” y “Hasta que Yo Termine mi Cancion: Una Reunion de Ultimos Poemas.” El enseña en Yale.
Fuente: The New York Times
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