viernes, 17 de enero de 2014

Todos sus caminos conducen a la ¡Paz!

Escrito por Rab. Mordejai Maaravi de su libro “Debarjá Iair” Publicado en Parashá tamaño de la fuente disminuir el Parasha ITRÓ BHN’V Egipto, la “casa de la esclavitud”, ha quedado atrás. El obstinado faraón yacía, junto a suejército, en las profundidades de un mar que había visto, unos instantes antes, la salvación milagrosa de la nación hebrea. Se había cumplido, sin que mediara obstáculo alguno, aquello que Moshé había pronunciado frente a una masa de gentes desesperadas, atormentadas, desalentadas, a orillas del inmenso mar: “HaShem ilajem lajem”, “D’s librará la batalla por ustedes”, “veatem, tajarishún”, “empero vosotros todos permaneceréis enmudecidos”. Solo el silencio será testigo de los grandes hechos, solo en silencio podrá el pueblo judío liberado contemplar y comprender. Nada de gritos, nada de confusión, sino hechos claros como el día, pues la “noche de la esclavitud” había terminado para siempre. Comenzaba la gueulá, un movimiento inconfundible que se tornaba en voz para hablar tan solo de libertad, sin lamentos. Es tiempo de “encuentros y reencuentros”. Un pueblo se encamina hacia un destino, hacia el encuentro, dentro de cincuenta días, con el Todopoderoso. El Monte Sinaí que atesoraba, en sus reducidas dimensiones, a la pequeña zarza que aún ardía sin consumirse, aquel paraje desértico que vio nacer el liderazgo de Moshé y le concedió la capacidad de preguntar y de saber, esperaba ser testigo de la promesa efectuada por D’s a un pastor -por ese entonces- casi incrédulo y temeroso: “...Dijo: Pues Yo estaré contigo y esto habrá de ser para ti el signo, ya que Yo te he enviado. En cuanto saques al pueblo de Egipto habréis de servir a Elokim sobre la montaña esta...” (Shemot Cap. 3: 12). Mientras tanto, hay un reencuentro en medio del camino. Itró, sacerdote de Midián,suegro de Moshé, sale al encuentro del pueblo redimido y de su conductor, junto a Tsipora y sus nietos, Guershón y Eliezer (esposa e hijos de Moshé respectivamente). “Vaishmá Itró”, relata el comienzo mismo de nuestra perashá. Itró “escuchó” “...todo lo que había obrado D’s por Moshé y por Israel, cuando sacó HaShem a Israel de Egipto” (Shemot, Cap. 18: 1). Nuestros sabios, al interpretar esta visita, se preguntan: “...má shemuá shamá u-bá?”. Es decir, ¿qué fue lo que escuchó y lo hizo allegarse? “Rabi Ieoshúa afirma: escuchó los sucesos de la guerra con Amalek y vino (recordemos que, al final de la perashá pasada, ocurrió el salvaje y traicionero ataque de Amalek en el desierto contra, fundamentalmente, ‘todos los débiles y enfermos’ del pueblo judío); Rabi Eleazar haModaí sostiene en cambio: la entrega de la Torá lo hizo venir (en nuestra perashá accedemos a los ‘Diez Mandamientos’); Rabi Eliezer dice: El cruce del mar Rojo había escuchado y vino...” (Ialkut Shimoni). Quedará medianamente claro que no hay obra del Todopoderoso que pase desapercibida para el entorno general y que lo eventos -dramáticos algunos, felices otros, todos con una poderosa carga emocional e intelectual- representan una afirmación elocuente, a partir de la cual nada habrá de ser ya igual para los habitantes de ese mundo, testigos oculares y presenciales del poder del Creador. El mismísimo líder de una nación pagana, cuyo nombre hace a la identidad de nuestra perashá, lo reconocerá: “...Ahora sé yo que grande es HaShem por sobre todos los dioses...” Esto es, ciertamente, lo importante, como enseña el Rabi de Kotzk, maestro jasídico: “...Lo que escuchó Itró fue también escuchado por muchísimas otras personas”, pero “hay quienes escuchan mas no oyen, pues las cosas no logran penetrar sus oídos y, por ende, no alcanzan a sus corazones y ni hablar de sus pensamientos. La verdadera virtud de Itró fue aquella que insinúa nuestra Torá: ‘Vaishmá Itró’, que escuchó y supo lo que había escuchado. Lo comprendió e internalizó”. Allí reposa, tal vez, el mérito de un hombre que, habiendo cosechado y probado el sabor del poder que concede el liderazgo, estando ya “hecho” en sus creencias y sentirmientos, logra impactarse por la nueva fe (más allá de la familiaridad y las emociones) que asoma en pleno paisaje del desierto; una fe que lleva como sello peculiar la Bondad Divina. En efecto, después de atender al relato de Moshé: “...Se regocijó Itró por toda la bondad -Tobá- que había hecho HaShem para Israel, cuando lo hubo librado de bajo el poder egipcio”. Es por eso que nuestra perashá lleva su nombre: primero por su humildad y, en segunda instancia, por su sabiduría (que pone de manifiesto la humildad de Moshé). A partir de este reencuentro los caminos de Moshé y de Itró se habrán de separar (aunque no lo hagan los de los descendientes del pueblo judío e Itró) pero, antes, los “ojos de Itró” -que tanto pondera Moshé al insistir que su suegro los acompañe en el trayecto por el temible desierto- “hacen ver” a Moshé una realidad que, en el comienzo mismo del camino, era un escollo para la libertad: la Justicia y los medios para administrarla. La Torá habría de “llegar” de boca de D’s, Palabra por Palabra, aunque, tal vez y en el orden que proponen los versículos, sea necesario antes ordenarse, organizarse, preShemot pararse a crecer en la tarea más compleja y esencial para el Decálogo: la implementación de cortes de justicia (uno de los siete preceptos de los hijos de Noaj) en esta recreación del mundo. Maamad Har Sinai es tiempo de Revelación, tiempo de acción, Naasé, tiempo de concebir los hechos, veNishmá. Así lo confirma Moshé, cuarenta años después, frente a los herederos de la tierra de Promisión: “...Y ¿qué nación grande -hay- que tiene fueros y leyes justos, ‘tsadikim’, como toda la Torá ésta, que yo doy ante vosotros el día de hoy?” (Debarim 4: 8). Hay una Torá verdadera, Torát Emet, con sus “jukim vemishpatim tsadikim”, con leyes y fueros justos. La verdad debe producir justicia y la justicia debe ser el recipiente para la verdad; si se logra despuntará shalom, la paz. Con sencillez, elocuencia y sabiduría Itró se lo transmitió a Moshé: “...si esta cosa tú vas a hacer -y D’s te lo ordena- podrás mantenerte en pie y también todo este pueblo a su lugar habrá de llegar en paz.. Rab. Mordejai Maaravi Rab. Oficial de la OLEI